Filosofía y Periodismo

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Columna de Facundo Ponce de León


Dos Pepes y un relato

13.Nov.2013

El Observador publicó el sábado 2 de noviembre un informe donde de compara la actuación de las dos presidencias de José Batlle y Ordóñez (1903-1907/ 1911-1915) con las dos presidencias que lleva adelante el Frente Amplio. Así como Pepe Batlle introdujo la ley de divorcio o la de "ocho horas" cuando asomaba el siglo XX, "a principios del siglo XXI parece ser el Frente Amplio el que ocupa el lugar de aquel primer batllismo".

El Observador publicó el sábado 2 de noviembre un informe donde de compara la actuación de las dos presidencias de José Batlle y Ordóñez (1903-1907/ 1911-1915) con las dos presidencias que lleva adelante el Frente Amplio. Según explica el periodista Leonardo Pereyra, en ambos períodos hay una preocupación por idear y promulgar leyes que marcan el rumbo del Uruguay en sus aspectos sociales. Así como Pepe Batlle introdujo la ley de divorcio o la de "ocho horas" cuando asomaba el siglo XX, "a principios del siglo XXI parece ser el Frente Amplio el que ocupa el lugar de aquel primer batllismo", con leyes como las del matrimonio igualitario, la ampliación de la licencia maternal o la despenalización del aborto.

El artículo refiere a su vez a un análisis del Luis Eduardo González, publicado en Búsqueda en el mes de octubre, donde el politólogo apunta que "desde el punto de vista de la población el Frente Amplio ocupa hoy un espacio que en ideas, actitudes y políticas es aproximadamente equivalente al del primer batllismo". Por último, el informe de El Observador retoma declaraciones realizadas por el ministro de Transporte, Enrique Pintado, quien declaró: "El desarrollo no es a pesar de la gente, es con la gente. Lo mismo con los cambios, esos duros que quedan. Ese que nos imprimió el batllismo, que hace que hasta el blanco más blanco piense en clave batllista. Porque generó un sentido en la sociedad, que de a poco se está desplazando por otro que es pariente pero no es igual: el del Frente Amplio".

Hay algo en la comparación entre los gobiernos de Pepe Batlle y el de Pepe Mujica que se omite pero es clave, a saber: el batllismo del siglo XX enmarcó las reformas sociales en un relato. Todas las leyes promulgadas se insertaban en una idea de lo que era ser uruguayo: un Estado que velaba por todos y todos velaban por él, el objetivo de un trabajo estable y duradero (antes era un valor estar más de 30 años en el mismo trabajo, y también era una valor si ese trabajo era en un organismo estatal); el ahorro como valor social y vehículo para llegar a la casa o al auto propio; la apuesta por la Educación Pública; el empuje industrial; el fortalecimiento de la clase media, preocupada por los asuntos públicos y el quehacer democrático. Ese relato, que definía lo que era ser un ciudadano uruguayo, se hizo añicos. Y hoy no tenemos narración que nos identifique.

Para algunos el relato del batllismo se quebró en la década del 90, para otros, como por ejemplo el sociólogo Gustavo Leal, el año 2002 fue la estocada final. Desde entonces, Uruguay no sabe contarse a sí mismo, como sí se supo contar durante el inicio del siglo pasado. En una entrevista que le realizaron en 2011, Leal habla de la falta de épica, esto es, la falta de creencia en un proyecto. Sólo cuando se empieza a creer se puede empezar a concretar el relato, la épica. No hay gestión sin esa fe básica.

La izquierda llegó al gobierno y no supo generar ese relato. Mujica habla contra el consumismo pero no ha logrado generar una narración alternativa que de sentido de ciudadanía. Nos seguimos llenando de objetos de consumo, de rejas y de alarmas en los autos chinos. El problema no es que consumimos, sino que ese acto no está insertado en una trama que de sentido. No hay un nuevo mito fundacional, que es el logro que introdujo el gobierno Pepe Batlle hace 100 años. Hoy pululan discursos privados: importan los círculos íntimos, cuidar de lo mío y de los míos, nada más. No hay barrio, no hay ciudad, no hay país. A lo sumo mi familia y algunos amigos, los demás que se arreglen. Así no se construyó jamás una comunidad.

Los seres humanos no necesitamos meramente vivir, sino que necesitamos vivir bien. La buena vida es aquella que merece la pena ser vivida, y eso introduce la valoración. Eso es la quintaesencia de la convivencia. Se valora un modelo de vida cuando tenemos un relato sobre ella que nos impulsa, que nos da fe y nos aglutina, no para ser todos iguales, sino para ser todos parte de la misma historia. Éste ha sido el gran debe de la política desde la salida de la dictadura hasta hoy. Cuando ese relato cristalice, cuando se recupere el espacio público y disminuya radicalmente el miedo social, entonces se podrá hablar de una verdadera reforma social.