José Pablo Franzini Batlle

José Pablo Franzini Batlle


Laicidad y coherencia

04.Abr.2016

La laicidad viene siendo atacada sin dudas y lo viene siendo por razones multifactoriales. Quizá sea la desnaturalización ideológica del Partido Colorado uno de los principales factores. La pereza del legislador en defender valores que quizás le ocasionen discusiones poco importantes -a su entender- que le ponga en riesgo el caudal electoral. Y la mal llamada tolerancia que no es más que la búsqueda irresponsable de evitar expresar nuestras convicciones por temor al rechazo. Claramente, entonces, no eran convicciones.

El estado laico en nuestro país debe defenderse, vigilarse y cultivarse diariamente. Existen actores dispuestos a transitar milenios en el trabajo de horadación del concepto. Los diferentes credos -y en especial la Iglesia Católica, desde la instalación de su símbolo por excelencia en Tres Cruces- han conquistado espacios públicos en detrimento de la laicidad, de forma creciente.

En la pasada nota en la que destaqué el desacertado estilo utilizado por el Cardenal Sturla, me ocupé de la descripción del proceso de secularización trazado por nuestra República, que comienza antes de obtener la independencia con las Instrucciones del Año XIII y su artículo 3º "promoverá la libertad civil y religiosa en toda su extensión imaginable" y culmina con la consagración del Estado Laico en la Constitución de 1918, cuyo art. 5º -vigente hasta el presente- establece en su parte inicial que "todos los cultos religiosos son libres en el Uruguay. El Estado no sostiene religión alguna".

He leído los ricos y compartibles conceptos expresados por el Dr. Sanguinetti en contra de la instalación de la estatua de la Virgen Madre en las cercanías de la aduana de Oribe. Pero no dejo de observar que al haber sido él promotor de la instalación de la cruz en Tres Cruces, confunde. Entiendo que mas de dos décadas después, y arrepentido -pues existía aún un mundo bipolar que fue sepultado con intervención directa de Juan Pablo II- hoy ofrezca una lucha en contra de la instalación de un nuevo símbolo católico.

He leído, con atención también, las notas y defensas referidas por el Diputado Pasquet, quien quizás confunda a la opinión pública aún más. Si bien nos consta las convicciones laicas que ostenta el Diputado Pasquet, en la última década eligió la libación al católico caudillo cuyas filas hasta hace pocos meses integraba, en lugar de la defensa de aquellas convicciones. ¿O acaso es posible que nada se le haya escuchado en referencia a la jura de la bandera por parte de jóvenes de instituciones educativas católicas en la Catedral Metropolitana junto a la bandera del Estado Vaticano (19 de junio de 2014) violando el art. 28 de la ley 9.948, que establece que ese acto debe realizarse en centros educativos, y ser dirigido por personal autorizado? ¿O a las declaraciones de Sturla respecto a la creación de la "Oficina de Asuntos Religiosos" (El País, 13 de Julio de 2014)?

Como vimos, nuestro país alcanzó el Estado laico en 1918. A partir de allí hemos convivido armoniosamente todos los ciudadanos y el país obtuvo los mayores aciertos en materia social siendo orgullosamente la república con mayor libertad y equidad de Latinoamérica, equiparable a cualquiera otra nación desarrollada. Lo construimos todos los uruguayos, de todas las creencias y de todas las vertientes políticas, pues lo importante fue el respeto al prójimo, al ciudadano, al individuo.

Entiendo que en la laicidad, como en otros valores, no caben segundos nombres, sino la convicción y coherencia del mensaje con independencia del lugar en el que nos encontremos al momento de la defensa. Solo así dispondremos de un Estado laico, robusto e inquebrantable.