José Pablo Franzini Batlle

José Pablo Franzini Batlle


Vázquez, la ética y la impunidad

12.Mar.2018

A propósito de una publicación del diario El Observador, el Presidente Vázquez consultó a la Junta de Transparencia y Ética Pública (JUTEP) si lo que informaba dicha nota respecto a la contratación de su consuegro como chofer/seguridad desde 2005 configuraba una falta ética. Dicho organismo no se pronunció respecto a la actitud ética de la Presidencia, pero recomendó el cese de Enrique Estévez, pariente del Dr. Vázquez.

Si bien Vázquez cesa a su pariente político, aclara que la respuesta de la JUTEP es contradictoria, ya que no violenta el decreto 30 del año 2003. El organismo entendido en transparencia y ética destaca la actitud del Presidente en presentarse voluntariamente. En realidad Vázquez actúa luego que la información es pública, donde además se informa que Estévez integró varias comitivas de viajes presidenciales a distintas partes del mundo.

Estos hechos preocupan porque lo anterior se enmarca en las últimas acciones de las que fuimos testigos. Un desencajado Vázquez se dirige a una centena de ciudadanos gritando:" pongo la cara porque soy honesto...".

Me preocupa esto porque la honestidad no se enuncia; menos aún, se grita. La honestidad se practica. Si el Presidente está tan interesado en corregir situaciones que, como esta del consuegro-chofer, se arrastran desde su primer gobierno, tiene un asunto mucho más delicado pendiente.

Vázquez debe responder por el nombramiento de los doctores Álvaro Luongo como director del Instituto Nacional del Cáncer, Blanca Tasende al frente del servicio de Radioterapia del Hospital Pereira Rosell y Pedro Kasdorf director del Servicio de Radioterapia del Instituto Nacional del Cáncer.

Debe dar explicaciones porque, además de ser socios de dos los nombrados y, por lo menos, colaborador muy estrecho del otro (lo cual ya configura una falta ética), los tres profesionales poseen antecedentes que debieron inhibir sus nombramientos.

La Dra. Blanca Tasende y el Dr. Álvaro Luongo dirigían clínicas especializadas en el tratamiento del cáncer. La primera dirigía una en Colonia, el segundo una en Salto y otra en San Carlos. Las tres clínicas fueron clausuradas por que sus equipos eran obsoletos.

El Ministerio de Salud Pública en el año 2001, clausuró dichas clínicas privadas fundamentándose en los informes de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) de 1996 y un informe del experto chileno en Radioterapia Dr. Ramón Baeza.

Es claro que ambos doctores conocían del estado de sus equipos, lo cual no fue obstáculo para continuar tratando - mal tratando - a los pacientes que acudían a sus clínicas. Lo anterior no solo configura mala praxis sino que ésta era a conciencia. Incalificable.

El Dr. Director del Servicio de Radioterapia del Instituto Nacional del Cáncer, Pedro Kasdorf, socio de Vázquez, fue quien, transportando material radioactivo, lo extravió siendo encontrado por niños. Una historieta mal contada nos enteró que la caja de plomo que guardaba el peligroso material había agujereado el piso del automóvil y éste había caído a la calle. De película, ni Steven Spielberg fue capaz de inventar algo así. Jamás se hizo el seguimiento de las posibles víctimas. La irresponsabilidad del tratamiento de tal material es argumento más que suficiente para negarle toda influencia en políticas radioactivas de carácter público.

La realidad nos indica que el tratamiento del cáncer en Uruguay está en manos del hijo del Dr. Vázquez   -le transfirió a él sus acciones en la Clínica COR- y los socios de éste. Éticamente reprobable y profesionalmente -por lo dicho más arriba- más aún.

Estamos viviendo momentos de reclamos ciudadanos al sistema político todo, de reclamos de transparencia en el manejo de los dineros públicos.

Vázquez fue electo dos veces Presidente de la República, pero semejante honor y responsabilidad no le confiere impunidad. Ser honesto no es andar gritándolo en la calle. Ser honesto es comportarse con honestidad.