Acuerdo Grande

Acuerdo Grande

Por una coalición opositora


FÓRMULA MULTIPARTIDARIA

22.Jul.2018

 

En 1971, cuando se constituyó, el Frente Amplio estaba integrado mayoritariamente por partidos y grupos de inspiración marxista, y recogió una magra votación. Su crecimiento se explica por el ininterrumpido corrimiento hacia el centro (desde su participación en las negociaciones del Club Naval con la dictadura hasta hoy), junto al carácter de coalición integral (que le permite ser tan catch-all como los PP.TT. cuando disfrutaban del "doble voto simultáneo"). Tan es así que ahora, lanzados hacia las elecciones internas del año que viene, los sectores moderados del Frente anuncian que "el objetivo será lograr un buen acuerdo con Martínez y potenciar un bloque socialdemócrata firme que derrote a Mujica, o al candidato que él ponga sobre la mesa" (en El País del domingo 8 de julio).

 

DECLINACIÓN NO EQUIVALE A DERROTA

 

Mirando la oferta de la oposición, una interna frenteamplista en esos términos sería, holgadamente, la más atractiva y relevante del mercado electoral. Pero las malas noticias no terminan ahí: gane quien gane esa interna, por acuerdo político la fórmula para las nacionales se completará con una figura de la otra punta del espectro (que todo lo contiene el F.A.), y los derrotados acompañarán sin hesitar a la dupla consagrada. Un lata con un tupa, un bolche con un astorista, un independiente con un radical; una fórmula abierta y multipartidaria, como lo fueron Vázquez-Nin, Mujica-Astori y Vázquez-Sendic. Tal es la sencilla lógica de una coalición: óptimo para ninguno, bueno para todos (y, desde sus convicciones, bueno para el país).

Mientras tanto, de este lado, cada cual atiende su juego. Algunos blancos creen que pueden ganar con el 30%, y los demás partidos fingen que pueden llegar al balotaje. Otros pensamos que es irrelevante quién pase a noviembre, en cuanto ningún partido ni candidato opositor tiene la capacidad de encolumnar tras de sí a todo el electorado que no vota al Frente (nunca pasó tal cosa desde que se implantó el balotaje, ni siquiera cuando ganamos).

¿Puede cambiar esta realidad de aquí a un año? ¿Puede la coyuntura ambientar el triunfo de una propuesta opositora ortodoxa? ¿Puede hundirse el gobierno, y con él el Frente, en la crisis económica, la inseguridad, la corrupción y el fracaso de las políticas sectoriales? No, no puede; y no tenemos derecho a creer que sí. El Frente Amplio es la construcción política más exitosa de los últimos 50 años, respaldada por un proceso de acumulación en la educación, la cultura, los gremios, el carnaval, el deporte, la empresa, entre los pobres cada vez más pobres, tanto como entre los ricos cada vez más ricos. La declinación del modelo no significa su derrota electoral en el corto plazo.

 

A GRANDES MALES

 

El Frente tiene resto para ganar las próximas elecciones; aún, caso que le faltara, lo toma de las arcas públicas y del aparato estatal, con la impudicia largamente demostrada. Si no hacemos un esfuerzo superior y extraordinario, el Frente Amplio vuelve a ganar.

En 1971, los partidos que concurrieron a crear el Frente Amplio se coaligaron para desplazar a los partidos históricos, animados por un sentido de urgencia que los alentó a superar no solo diferencias ideológicas y programáticas, sino odios y rencores de escala planetaria. Pues bien: hoy los partidos de la oposición deben coaligarse para desplazar al Frente Amplio, cuya obra de gobierno y cuya impronta cultural, marcadas por la acción de sus minorías intensas, comprometen severamente el destino de la República.

 

GRANDES REMEDIOS

 

El designio para la oposición debería ser llegar a las elecciones nacionales con un programa y una fórmula multipartidaria común que, mediando la coordinación y la combinación de fuerzas, atenúe las aversiones que nos reservamos los unos hacia los otros, para conformar una opción electoral capaz de convocar a todos los votos opositores.

A tenor de la legislación uruguaya, tal combinación solo es posible si todos los partidos coaligados concurren bajo un mismo lema a las elecciones internas (como hicieron los partidos del F.A. en las nacionales del 71 bajo el lema Partido Demócrata Cristiano), y todos sus candidatos compiten en ese marco: Lacalle, Larrañaga, Alonso, Antía, Mieres, Novick, Amorín, Amado, Talvi, todos. Por ley, el más votado es el candidato a la presidencia de la República; y por acuerdo político, la fórmula se completa con el más votado del segundo partido más votado, asegurando así una propuesta plural. Una "interna grande", pues, tanto o más competitiva, atractiva y relevante que la interna frenteamplista, en cuyo ámbito acordar el programa común, articular los elencos técnicos y políticos, y promover el proyecto alternativo que el país está necesitando a gritos.

Es un paso gigante, sí, como gigante es la amenaza de un cuarto gobierno frenteamplista.

¡Ah! Y en esta jugada, tan histórica como impostergable, los blancos son mano.