Políticamente incorrecto

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La columna de Álvaro Ahunchain


María Azambuya

28.Feb.2011

Foto de Alejandro Persichetti.

En el primer artículo de este blog citaba a Shakespeare. Aquellos versos de "Macbeth" que decían, traducción mediante, que "la vida es un actor que consume su hora sobre la escena y un instante después, no se le escucha nunca más". En "La memoria de Borges", un hermoso texto de Hugo Burel, que tuve el placer de dirigir hace dos años, hay una reflexión semejante. Borges, encarnado en Roberto Jones, decía: "Debo reconocerle a los teatreros que su efímero movimiento escénico es una analogía de la existencia". Cuando un actor interpreta a un personaje, está generando vida ficticia. Pero tan efímera como la vida real. Y al final de cuentas, uno se pregunta qué es ficticio y qué es real, si ambas vidas se desarrollan con similar fugacidad.

Estas reflexiones vienen a cuento porque el sábado murió una gran actriz, una exquisita directora y una brillante docente. Víctima de una enfermedad que la había obligado a abandonar su actuación magistral en la obra "Agosto", María Azambuya, una de las figuras consulares de la Institución Teatral El Galpón, consumió su hora sobre la escena, a la temprana edad de 66 años.

No tuve la suerte de trabajar con ella más que en un par de oportunidades, de manera tangencial. Sin embargo la admiré desde la platea, como una actriz sensible, inteligente y de una vasta cultura, condiciones éstas últimas que siempre potencian el talento interpretativo.

Dirigió un buen número de espectáculos, tanto para niños como para adultos. Recuerdo especialmente uno de 1990, con el que María recibió el Florencio como mejor directora y El Galpón el de mejor espectáculo, que se llamaba "El silencio fue casi una virtud". Se había lanzado a la aventura de realizar una creación colectiva sobre la vida bajo la dictadura, y el resultado fue un prodigio de minimalismo, un extraordinario logro estético pleno de emoción.

A sus aportes como actriz y directora, importa agregar lo que significó como docente de actuación en la Escuela Municipal de Arte Dramático. Recuerdo una estupenda versión de "La muerte y la doncella" de Ariel Dorfman, en la que un muy joven Rodrigo Garmendia ya demostraba las condiciones que hoy lo hacen brillar en el teatro profesional. Es muy lindo leer los foros que está motivando el recuerdo de María en los portales de noticias. Verán allí la cantidad de testimonios de ex alumnos dolidos por su muerte, y al mismo tiempo agradecidos por todo lo que ella les aportó, tanto en lo técnico como en lo humano.

Lo que me provocó un cierto desaliento fue el escaso espacio que dieron los medios gráficos a la noticia. El diario "El País" se limitó a reproducir en una estrecha columna el comunicado enviado por El Galpón, al lado de una enorme nota sobre las agrupaciones de carnaval que se presentarían esa noche en el Teatro de Verano. Lo mismo puede decirse de los portales Observa, Espectador y el que acoge semanalmente nuestra columna. La frialdad de la comunicación dice mucho sobre las carencias de nuestro medio en lo que hace a periodismo cultural. Cronistas y críticos que podrían decir mucho sobre la trayectoria de María, como Roger Mirza, Yamandú Marichal, Jorge Pignataro, Gloria Levy y Hugo Castillo, ya no publican en la prensa escrita o lo hacen esporádicamente. Seguramente Jorge Abbondanza saldará esa deuda, en su bienvenida columna semanal del diario El País. Pero parece que las nuevas generaciones de profesionales de la información no recurren a la bibliografía que existe sobre los grandes artistas uruguayos; los libros de Pignataro tendrían que estar a disposición de todas las redacciones. No todo se encuentra en Google. También está el manido tema del "interés periodístico", por el cual las secciones de espectáculos de los diarios y revistas dan espacios crecientes a las boludeces de Tinelli.

Frente a estas derrotas cotidianas que sufre nuestra cultura, se levanta el ejemplo de integridad, ética y talento de María Azambuya. Por suerte hay varias generaciones de alumnos y ex compañeros que sabremos seguirlo.