Políticamente incorrecto

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La columna de Álvaro Ahunchain


Lo que necesita el Marconi es un megaoperativo cultural

24.Oct.2012

Parque Biblioteca España, enclavado en el barrio Popular de Medellín

"Si solo quemamos gomas, no pasa nada, nadie se entera que la Policía mata. Si no quemamos autos, no nos dan bola", dijo un vecino del barrio Marconi a El Observador. El concejal del barrio agregó que los vecinos "prendieron fuego para llamar la atención de los canales de televisión, para pedir justicia". Montevideo se ha convertido en símbolo de la posmodernidad: la gente movilizada ya no solo reclama espontáneamente por su derecho a vivir dignamente y no ser reprimida a tiros. También arma puestas en escena para asegurar la mediatización de sus protestas. Los demás miramos alarmados cómo se acentúa la fractura social, a pesar de los casi diez años de crecimiento económico y de la vigencia de un gobierno de izquierda con mayoría parlamentaria.

La muerte de un muchacho en plena calle vuelve a poner en tela de juicio la demanda de más represión policial. Ya conocemos el círculo vicioso: la opinión pública pide mano dura, el gobierno la ejerce, cae una víctima inocente, la violencia se exacerba en lugar de atenuarse y así, indefinidamente.

¿Hay otro camino?

Me imagino que al leer el título de esta nota, mis fieles contradictores estarán pensando "otra vez este ingenuo pensando que con la cultura se arreglan todos los problemas".

Y piensan bien. Tal vez no resuelva todos los problemas, pero ayuda y mucho a superarlos.

En setiembre del año pasado, el CLAEH presentó a Jorge Melguizo, un colombiano que se desempeñó como Director de Cultura de  Medellín y que literalmente forjó un cambio social en la ciudad que fue, hasta no hace mucho, la más violenta de Colombia y una de las más peligrosas del mundo. "Nos decían que estábamos locos apostando a la educación y la cultura", confesaba Melguizo, pero eso no impidió que desde su cargo realizara fuertes inversiones para incentivar la lectura en los barrios vulnerables. Como buque insignia de esa iniciativa, proyectó y construyó los llamados "Parques Biblioteca", inmensas edificaciones de alto valor estético y urbanístico, levantadas en espacios de dos hectáreas, en el corazón mismo de las vecindades tradicionalmente más peligrosas. En esos núcleos sociales, la única alternativa viable para los jóvenes era integrarse a las bandas delictivas, en el complejo entramado de narcotraficantes, guerrilleros y paramilitares que hacía de la ciudad un polvorín. Los Parques Biblioteca se convirtieron en un oasis de cultura en el centro mismo de la barbarie, atrayendo a los muchachos con sus espacios enjardinados y su variado menú de propuestas creativas. Melguizo los definió como "enredaderas culturales. Lugares donde hay actividades todo el día hasta la noche, incluso los fines de semana, que no están abiertos según el horario de los funcionarios públicos".

En ese contexto se tuvo en cuenta hasta la denominación de los programas. La antigua Feria del Libro pasó a llamarse "Fiesta del Libro". Los talleres de escritura se llamaron "Juegos Literarios". Se combinó una interesante iniciativa de estímulo a los jóvenes en la creación de blogs para testimoniar sus historias de vida, llamada HiperBarrio, con otra bien diferente, de contar con adultos mayores voluntarios para leer libros infantiles, como Abuelos Cuentacuentos. Organizan una "Parada Juvenil" que prevé espectáculos y eventos de todo tipo durante las 24 horas, en forma ininterrumpida, y el reparto de libros con un autoadhesivo que invita a que, después de leerlos, se los "libere", para que otra persona viva la enriquecedora experiencia de la lectura.

Este es el tipo de emprendimientos que genera una sinergia social en todos los niveles. Melguizo da cuenta del apoyo espontáneo de empresas privadas que quisieron sumarse, porque como él les decía, "lo vamos a hacer con o sin ustedes, pero con ustedes va a ser mejor". Incluso hubo elogios de políticos de la oposición, como la escritora Patricia Lara Salive, que celebró la iniciativa como un aporte de "cultura contra las balas".

Un documento disponible en internet de la bibliotecóloga colombiana Luz Estela Peña Gallego (http://www.ub.edu/bid/27/pena2.htm), da cuenta de que la experiencia ya se está replicando en Venezuela y en Brasil, que acaba de inaugurar la Biblioteca Parque Manguinho en el corazón mismo de las favelas de Río de Janeiro.

Es la misma vivencia que tiene mi amigo, el actor y docente Néstor Prieto, cuando concurre todas las semanas a enseñar actuación a los asentamientos montevideanos, en el marco de un convenio con la Intendencia de Montevideo de la cooperativa de artistas Valorarte. Él dice que no es plata lo que necesitan esos niños, sino "amor y cultura". Amor para superar las problemáticas de sus familias y entornos sociales disfuncionales, y cultura para trascender del horizonte de barrabravas, cumbia y Tinelli que empobrece sus sensibilidades.

Y es el mismo espíritu que han tenido buenos programas del actual Director de Cultura del MEC, Hugo Achugar, como Urbano Espacio Cultural, dirigido a personas en situación de calle, y las Usinas Culturales, que fomentan la producción audiovisual en zonas vulnerables de Montevideo e interior.

En estos días, los referidos episodios de violencia han motivado que se difunda el interesante videoclip de Aníbal González (Don Cony), interpretando su rap "Soy Marconi", producido justamente por la Usina Cultural Casavalle.


Poco se ha dicho, sin embargo, de las grandes verdades que dice Don Cony en su letra, que incluso deberían ser tenidas en cuenta por ciertos políticos que encaran el tema desde perspectivas pobristas, asistencialistas y demagógicas. Por ejemplo:

"Gobierno, no es la solución hacer cárceles nuevas, mejor preocúpense por hacernos más escuelas. (...) Escuchen bien lo que estoy diciendo, muchos niños en la calle se están perdiendo. Cuántas madres sufriendo, porque sus hijos con la droga se están envolviendo...".

En su letra, Don Cony no apuesta a la fractura social y al enfrentamiento. Reclama que sus vecinos no sean estigmatizados, que no sean tratados como criminales, y que se les ofrezcan oportunidades de superación educativa y cultural. ¿Es tan difícil de entender un mensaje tan claro?