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Un Impulso en Casavalle

15.May.2013

 

Por: Angelina de los Santos.

Cien jóvenes de la Cuenca del Casavalle estudian, desde marzo, en el liceo Impulso. Se trata de una institución privada, laica y de acceso gratuito que tiene un objetivo muy claro: obtener los mejores rendimientos educativos del país. El quid del asunto es conseguir que esas notas altas sean de alumnos que viven bajo la línea de pobreza, eliminando la brecha de aprendizaje que existe entre los adolescentes que tienen Nintendo Wii y los que viven en la marginalidad.

Púberes que estaban acostumbrados a ir a la escuela por cinco horas, y que quizá nunca habían escuchado una palabra en inglés, hoy van al liceo de lunes a viernes por diez horas, más cuatro los sábados, y practican el idioma hasta para pedir el almuerzo. Jóvenes que quizá jamás habían visto un libro de inglés, o siquiera habían tenido un libro, ahora tienen su propiostudentbook yworkbook. Niños que tal vez pocas veces tuvieron un visto bueno del cuaderno escolar en su casa, necesitan que sus padres, o el referente que tengan, vayan una vez por mes a reunirse con el equipo educativo del liceo. Adolescentes que quizá no siempre tuvieron qué comer, hoy tienen cuatro comidas del día.

Esa es la característica fundamental del liceo Impulso: un modelo educativo bilingüe de alta exigencia académica y la participación de los padres en el proceso educativo de sus hijos. Según Fabrizio Patritti, director del liceo, la fusión de "calidez y firmeza" es la clave para lograr cambios en los hábitos de los alumnos y que se acostumbren a la metodología empleada para cumplir sus objetivos.

La idea la tuvo un grupo de amigos empresarios que decidieron, hace cuatro años, crear la Fundación Impulso exclusivamente para este emprendimiento. Ellos solo gestionan el liceo: no lo financian. La subvención proviene de empresas que a través de donaciones especiales deducen impuestos. Este es el segundo liceo del país que fue creado con fondos privados pero de acceso gratuito. El primero fue el Jubilar, un centro educativo católico que funciona desde 2002.

El barrio

A 40 minutos de Ciudadela, yendo hacia el norte, está Casavalle. Es una zona en la que coexisten asentamientos, cooperativas, basurales y escuelas. En ese híbrido vive el 12% de la población montevideana, que en su mayoría son menores de 34 años. El 26% de ellos no trabajan ni estudian y el 10% está sin empleo. En ese contexto de indigencia y hacinamiento está el liceo Impulso.

Según Nicolás Herrera, el director de la Fundación, eligieron trabajar en la Cuenca del Casavalle porque creen que los esfuerzos deben empezar "en las zonas más carenciadas" porque allí están "quienes más lo necesitan, los que van quedando al costado del camino". La idea es que los jóvenes tengan las herramientas suficientes para que puedan cambiar su realidad y tener las mismas oportunidades que quienes van al British. En base a eso fue que idearon la propuesta: "beneficiar a los que menos tienen, brindar las condiciones necesarias para que cada persona dé lo mejor de sí y no tenga excusas para no aprender".

El liceo

El frente del edificio tiene un patio de acceso que está rodeado por rejas; la parte de atrás, por una alta pared de hormigón. Dentro está el liceo. Es una construcción de un solo piso, iluminadísima, con un gran patio central. Los salones y laboratorios están dispuestos alrededor de ese patio, de tal forma que su visibilidad es casi absoluta desde cualquier punto del lugar. "Medio panóptico", dice Patritti. Medio extraño, en comparación a la mayoría de los liceos públicos. El arreglo del terreno, la obra y el equipamiento del local costó más de dos millones de dólares.

Pero lo cierto está en que el liceo recibe diariamente a un centenar de adolescentes de la zona, que van a cursar primer año del ciclo básico, y a 24 funcionarios que van a enseñar, además de aprender a trabajar en un contexto de vulnerabilidad. Según el director, la educación que se les brinda a los alumnos vale aproximadamente 15.000 pesos. Y ninguno lo paga, no podrían: todos ellos viven bajo la línea de pobreza y 41 de ellos bajo la línea de indigencia. Pero la escasez económica no se nota dentro del liceo: ahí van jóvenes, no pobres, a estudiar.

La propuesta educativa

Los estudiantes tienen un protocolo para casi todo. Para organizarse, principalmente al comienzo de cada clase, utilizan el SLANT-Sit up, Listen, Ask!, Nod Trak-, una metodología anglosajona que ayuda a los profesores a mantener el control de la clase y a los alumnos a prestar atención.

Durante las horas de estudio levantan un dedo si desean ir al bathroom, dos si necesitan help!, tres si quieren un tissue, cuatro si quieren un pencil y cinco si saben la answer. Según el director, esta metodología se implementó para que los chiquilines aprendan a ordenarse y no se dispersen.

La práctica del idioma inglés es fundamental, además de utilizarlo para comunicarse en todas las materias, lo usan inclusive cuando no están en clase, porque los carteles que hay en el liceo, incluyendo el menú del día, está escrito en ese idioma.

Aparte de las once materias curriculares, los muchachos tienen talleres de humanidades, arte, ciencia, matemática e inglés. Ninguno es opcional y no hay talleres de esparcimiento como manualidades o cocina, porque según el director Patritti "si alguien sabe escribir, leer y organizarse bien, el resto lo puede hacer sin mayores dificultades".

Además de la currícula ordinaria tienen un programa de alfabetización y otro de valores donde se estimula la formulación de un proyecto de vida y se trabaja sobre liderazgo. Esta propuesta surgió como respuesta a la falta de motivación que encontraron los educandos en los niños al preguntar "¿qué quieres ser cuando seas grande?". El 60% se proyectó fuera del ámbito universitario.

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El edificio y las diez horas de clase no son lo único que difiere de la metodología educativa pública. Entre otras cosas, los jóvenes no se llevan tareas domiciliarias porque deben aprender y trabajar en el liceo. Al salir del aula deben formar dos filas perfectas sobre las líneas que el director hizo pintar especialmente en el piso del patio. También tienen un código de vestimenta que deben respetar todos: los funcionarios deben vestir "bien", "estar presentables", mientras que los alumnos tienen que usar uniforme y zapatos. No se aceptan piercings, a las niñas no se les permite tener las uñas pintadas y deben usar siempre el pelo recogido.

A pesar de que son alumnos que "no están acostumbrados" a este tipo de orden por el contexto caótico en el que viven, todos respondieron de forma "espectacular", respetando el horario, las reglas de comportamiento y el código de vestimenta. Según su director, "son chicos que están dispuestos a hacer lo que les pidas". Tienen la oportunidad de recibir una buena educación y, por lo visto, no lo desperdician.

Patritti está convencido que los alumnos son los gestores del cambio y solo ellos pueden salir adelante del contexto actual. Según él, a través del criterio pedagógico empleado, se les brindan las herramientas necesarias para que potencien habilidades y desarrollen capacidades, eliminando -en el correr de los años- la brecha de aprendizaje.

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La propuesta educativa se inspiró principalmente las Charter schools de Estados Unidos. Son escuelas públicas y gratuitas pero que funcionan de forma autónoma, no dependen del Departamento de Educación de la ciudad. Estas escuelas tienen un "contrato de rendimiento" con el Estado: se comprometen a lograr determinados objetivos académicos pero toman sus propias decisiones respecto a la forma de alcanzarlos. Si no se logran las metas se revoca el contrato y la escuela se cierra. La combinación de libertad y responsabilidad en cuanto a las decisiones tomadas para lograr los objetivos, les permite a las escuelas responder a las necesidades de la comunidad, intentar enfoques diferentes y dar prioridad al aprendizaje de los estudiantes.

El liceo Jubilar también los inspiró, pero de diferente forma: "A pesar de lo que se hablaba en los 70 y 80 -que se decía que era muy difícil que los chicos pudieran compensar las carencias educativas en el período liceal- el Jubilar demostró que sí se podía, que la brecha de aprendizaje se podía achicar. Entonces dijimos: 'bueno, tenemos un caso, funciona, hagámoslo'. Y lo estamos haciendo", aseguró Herrera.

Tras bambalinas

La gente que está detrás de la creación del liceo es un grupo de amigos empresarios que, según Herrera, se "preocupan" por la educación: Ernesto Talvi -economista y director del Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social-, Pablo da Silveira -doctor en filosofía y director del Programa de Gobierno de la Educación en la Universidad Católica-, Marcelo Guadalupe, Elbio Strauch, Horacio Huges y el ya mencionado Nicolás Herrera, abogado y socio del estudio Guyers & Regules.

Según Herrera, "estos proyectos no son financiables en un mediano plazo sino es de manera privada". Por esto, lo primero que hicieron fue conseguir el dinero y poner la mira en grandes empresas, porque para ellas también es negocio: la Fundación recibe donaciones que son deducibles de impuestos.

Las empresas que están desde que los empresarios comenzaron a idear el proyecto son siete: Grupo Disco, Saman, Fábrica Nacional de Cervezas, Stiler, Gerdau, Grupo Itaú (incluye OCA, la AFAP y el Banco) y Marfrig. Esas son las que han puesto el dinero para todo lo que se ha hecho: la compra del terreno, las obras de construcción del edificio, los materiales educativos, el pago de los salarios de los funcionarios, etc. Pero también recibieron algunos aportes de Interagrovial, Sadar, Punta Carretas Shopping, Cementos Artigas y Aluminios del Uruguay, entre otras.

¿Quién puede ir al Liceo Impulso?

Este año se plantearon los siguientes requisitos para ingresar al liceo:

-pertenecer a la Cuenca del Casavalle.

-estar pasando de la escuela al liceo. "Porque una propuesta de 10 horas con un chico que ya no esté escolarizado es muy complejo", aseguró el director.

-tener hasta 14 años inclusive. "En general un chico de 15 que termina la escuela es porque tiene grandes dificultades, si tiene bigote o barba y ya está 'en otra' y también es complicado... ¡Acá tienen que estar diez horas! Además está todo el tema de los vínculos endogámicos".

Según Patritti, pertenecer a determinado nivel socioeconómico no es un requisito porque la Fundación entiende que "como los chicos que vienen son una muestra representativa del barrio, los niveles de pobreza son los mismos. No les íbamos a pedir que demostraran que tenían escasos recursos; no existe un carné de pobre".

Se inscribieron 377 jóvenes, provenientes de todas las 25 escuelas de la Cuenca y entraron por riguroso sorteo, 100.

Una vez que ya sabían quiénes habían entrado, el director junto a una asistente social y un psicólogo visitaron a las cien familias. En ese encuentro hablaron del proyecto más en detalle y establecieron ciertos deberes. Patritti cuenta que "firmaron un 'compromiso' donde nosotros poníamos lo que entendíamos que podíamos brindar, lo que creíamos que el chico tenía que dar -que es, básicamente, venir a clase y ser responsable- y pedíamos el compromiso de las familias". El liceo cuenta con un programa de padres el cual deben cumplir: diez encuentros anuales en el que se pide su "colaboración" y se intenta "mantener una visión en común y trabajar todos los temas que incumben a los chicos con ellos".

El año que viene habrá un nuevo sorteo, pero los hermanos de los alumnos que actualmente están cursando entrarán automáticamente.

Antecedentes

"Nadie libera a nadie, ni nadie se libera solo. Los hombres se liberan en comunión". Las palabras de Paulo Freire ejemplifican lo que está sucediendo en la Cuenca del Casavalle, pero esta propuesta no es nueva. El liceo Jubilar, ubicado también en ese barrio también, es un liceo católico fundado y mantenido con fondos privados -por "padrinos"- de acceso gratuito, que lleva 11 años funcionando. El Jubilar hoy tiene unos 320 alumnos en ciclo básico y unos 70 en Espacio de Permanencia y Acompañamiento -un espacio en el que los chicos que están cursando bachillerato en otros liceos reciben apoyo de estudio y tienen talleres de esparcimiento. Además, el Jubilar da clases de ciclo básico en la noche a mayores de 21 años. Generalmente atienden los padres de los chicos que están yendo al liceo. Se destaca por no tener deserción y porque su índice de repetición es de solo 3,5% -en ciclo básico en educación pública es de un 29,6%.

Nuevos proyectos

El liceo Impulso y el Jubilar no son las únicas propuestas educativas privadas de acceso público en Montevideo. En el Cerro está en marcha un proyecto educativo que tiene como objetivo inaugurar un liceo en el 2014. Es una iniciativa parecida a la del Jubilar; se trata de la Asociación Civil Providencia, de carácter católico, que actualmente tiene un Club de niños y un Centro juvenil, donde se trabaja con un centenar de niños y adolescentes de la zona. La iniciativa será financiada por la Embajada de Japón.

 

¿Qué son las donaciones especiales?

El artículo 78 -Donaciones especiales- de la ley nº 18.834 -Rendición de cuentas y balance de ejecución presupuestal- establece que:

Las donaciones que las empresas contribuyentes del Impuesto a las Rentas de las Actividades Económicas e Impuesto al Patrimonio realicen a las entidades que se indican en el artículo siguiente, gozarán del siguiente beneficio:

- El 75% (setenta y cinco por ciento) del total de las sumas entregadas convertidas a unidades indexadas a la cotización del día anterior a la entrega efectiva de las mismas, se imputará como pago a cuenta de los tributos mencionados. El organismo beneficiario expedirá recibos que serán canjeables por certificados de crédito de la Dirección General Impositiva, en las condiciones que establezca la reglamentación.

- El 25% (veinticinco por ciento) restante podrá ser imputado a todos los efectos fiscales como gasto de la empresa.

 

 

 

Esta nota fue realizada en marzo de de 2013 por la alumna Angelina de los Santos, para la materia Prácticas Profesionales I, dictada por Andrés Alsina en el séptimo semestre de la Licenciatura en Comunicación Periodística, con Leonel García y César Bianchi como docentes tutores.

Las fotografías fueron tomadas por Daniela Olivar.

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