Los adultos son aquellos que deben cargarse sobre los hombros el funcionamiento del mundo. Tres tareas: que el mundo funcione, que los niños lo vayan entendiendo, que los viejos se vayan despidiendo de la mejor manera posible. El ámbito de la educación es el lugar privilegiado para visualizar este asunto.

" /> Fin del mundo - Filosofía y Periodismo / Columnistas - Montevideo Portal
Montevideo PortalColumnistas
Filosofía y Periodismo

Filosofía y Periodismo

Columna de Facundo Ponce de León

Sobre el autor

Montevideo, 21 de agosto de 1978. Doctor en Filosofía por la Universidad Carlos III de Madrid. Licenciatura en Filosofía y en Ciencias de la Comunicación por la UDELAR. Periodista en prensa escrita (El Observador, El País, Freeway) y televisión (Vidas, Contenidos TV, Teledoce). Profesor de Antropología filosófica en la UCU. Escribió el libro "Daniele Finzi Pasca: teatro de la caricia". Investigador en la CFP. Percusionista. En 2012 fundó Mueca films junto a su hermano Juan.

Más columnistas

imagen del contenido Escribe Gerardo Sotelo
imagen del contenido Escribe Ana Jerozolimski
“Al ver las imágenes de Juan Guaidó regresando a su país (. . . ) lloré de emoción.
imagen del contenido Escribe Esteban Valenti
La diferencia en los indicadores de la violencia entre los barrios de la costa y del norte y el oeste de Montevideo corresponden prácticamente a dos países diferentes.
imagen del contenido Escribe Pablo Mieres

Fin del mundo

21.May.2014

Los adultos son aquellos que deben cargarse sobre los hombros el funcionamiento del mundo. Tres tareas: que el mundo funcione, que los niños lo vayan entendiendo, que los viejos se vayan despidiendo de la mejor manera posible. El ámbito de la educación es el lugar privilegiado para visualizar este asunto.

A diferencia de la Tierra, el mundo es algo creado por y para los hombres. Sobre el planeta edificamos un mundo hecho de objetos, ciudades, países, códigos, culturas, comercios, historias. El mundo es aquello que no pertenece a ninguna persona o colectivo en particular sino a todos ellos en su conjunto. Para que exista el mundo hay dos condiciones esenciales: la primera es que los adultos lo compartan, lo cuiden, y lo moldeen. Ni los niños ni los ancianos tienen responsabilidad alguna sobre ello. Todavía no para los niños. Ya no para los viejos.

Los adultos son aquellos que deben cargarse sobre los hombros el funcionamiento del mundo. Y también introducir a los infantes en ese mundo y cuidar de los longevos que están retirándose del mismo. Tres tareas: que el mundo funcione, que los niños lo vayan entendiendo, que los viejos se vayan despidiendo de la mejor manera posible.

La segunda condición para que haya mundo es que uno debe dejar de pensar únicamente en la satisfacción de sus propias necesidades y deseos. Si sólo me preocupo por lo mío y por los míos, el mundo desaparece. Mi única tarea es que la gente que quiero esté bien. Empezando por mí mismo. Nada me une a quienes no conozco, justamente, porque en esta lógica no hay mundo que nos comunique. Cada cual ocupándose de lo suyo. Sin conexión con nada más ni nadie más. (Sociedad de masas, sociedad de consumo, todos buscando satisfacer lo propio y ciegos al resto.)

El ámbito de la educación es el lugar privilegiado para visualizar este asunto. Esto aplica a todo el sistema educativo pero en particular al infantil, ¿Qué es la educación? Es la mejor herramienta que tienen los adultos para introducir a los niños en el mundo. Tanto en la casa como en el aula, el niño está siendo inmerso en la realidad del mundo que le toca.

Antes, y hasta hace muy pocos años, esta premisa era la base de todo el sistema. Era por ello que cuando a un niño lo rezongaban en el centro educativo, la primera reacción de los padres era ponerse del lado del sistema. Si venías con una observación de conducta de la maestra, tenías que dar explicaciones a tus padres. ¿Por qué pasaba esto? Porque tus padres y la maestra compartían el mundo. Y tú, que eras un niño, tenías que ser introducido en ese mundo por los adultos. Y tus padres eran adultos. Y tu maestra también era adulta.

¿Por qué esta situación desapareció? ¿Por qué ahora lo que tenemos son tres padres procesados por agredir a los maestros de sus hijos? Sumen a eso el caudal de quejas de maestros hacia padres y viceversa que no llegan a procedimientos judiciales pero que son moneda corriente. Decir que esto se debe a que la sociedad es cada vez más violenta, como sostuvo el director general de Primaria Héctor Florit, es no entender la raíz del problema.

La cuestión no es de violencia. El fin del mundo significa que entre los maestros y los padres no hay intersección, no hay realidad compartida. No hay un espacio común. Son compartimentos estancos. Cada cual con sus necesidades y deseos y los de su círculo íntimo. El resto nada.

Esto se revierte si se vuelve a introducir el mundo como ámbito donde los adultos se encuentran, planifican y preparan a los niños. Sin eso, todo queda en la vida privada de la familia, la vida privada del maestro, o en cuestiones sindicales y protocolos que no solucionan el problema de fondo (Como tampoco lo soluciona decir que el problema es de toda la sociedad.)

No se trata de que la gente se empiece a querer entre sí y diga que el mundo es lindo. Es algo más contundente: contigo, que no te conozco ni te quiero, tenemos que construir esto que se llama mundo que no es tuyo ni mío. Y sobre todo tenemos que introducir a los niños aquí para que, dentro de unos cuantos años, cuando seamos viejos o no estemos, puedan reparar todo lo que dejamos roto.



Más artículos de Filosofía y Periodismo

10.Jul.2014Medicina y catarsis

25.Jun.2014Fútbol y lógica

04.Jun.2014La plaza, el pueblo y el hombre

07.May.2014Ficción y realidad

23.Abr.2014Historia y destino