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Críticas, opiniones y caprichos de series de tv —sin spoilers-. Por Martín Otegui Piñeyrúa

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Martín Otegui Piñeyrúa es un guionista, profesor y productor de televisión convencido de que el final de Lost fue perfecto.

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Los restos de lo excéntrico

04.Jul.2014

El domingo pasado HBO estrenó mundialmente The Leftovers, su gran apuesta de verano. Damon Lindelof -Lost- vuelve a dividir al mundo entre los good guys y los others aunque ahora no está claro quién es quién. El resultado, un piloto bastante confuso, mucho menos estridente de lo que podíamos esperar y que apenas vieron 1.8 millones de personas -en EEUU-.

Hay un libro -en que se basa la serie, escrito por Tom Perrotta-, pero hagamos de cuenta que no hay un libro. Cuando veíamos los tráileres antes y después de Game of thrones, The Leftovers tenía algo que nos llamaba mucho la atención. Quizá la mera presencia del nombre de Lindelof -Lost-, quizá las impactantes imágenes, quizá la buena edición, quizá la cancioncita -"Retrosective", de James Blake-, quizá la idea de que, muy contrario a nuestro pensamiento, todavía quedaba alguna historia que contar en esta mar de series apocalípticas. Personalmente, lo que más expectativa me generaba era intentar descifrar por qué HBO se había metido en un género tan transitado, y donde la línea entre la excelencia y el bolazo es delgadísima.

Con esa ansiedad miré el domingo pasado el piloto de The Leftovers, que narra los días de los habitantes de Mapleton, una pequeña localidad de los Estados Unidos, luego de la extraña y súbita desaparición del 2% de la población mundial. No hay explicación aparente, ni siquiera sabemos si están muertos. Parece haber una familia protagonista, los Garvey, conformada por Kevin, un padre policía convencido de que el show debe continuar; Laurie, una madre que, por el contrario, se unió a una especie de secta que se dedica a recordar a todos lo que sucedió hace entonces tres años; y sus dos hijos: Tom, que también estaría unido a esa u otra secta, y Jill, una hija adolescente bastante problemática. Hay además otro par de personajes interesantes que se dirimen entre seguir con sus vidas como si nada hubiese sucedido o intentar averiguar qué fue lo que pasó con sus afectos perdidos.

Por un lado, a nosotros no nos van a espantar con fenómenos inexplicables ni con historias corales. Y por el otro, un solo capítulo es demasiado poco como para juzgar el interés legítimo que puedan llegar a despertar éstas historias. Pero, incluso en el apuro, admito que algunas de esas tramas "engachan". Sin embargo, y cediendo la confianza ante estas primeras cartas dudosas, existe un problema o una decepción mucho mayor con este piloto. Y es que para ser la gran serie de HBO sobre un mundo apocalíptico, posmoderna y transgresora... se queda cortísima.

Todo lo que promete la trama -y supongamos con buena fe que cumplirá- no está acompañado por una narrativa audiovisual a la altura. Esperé encontrarme con mucha más violencia, con desesperación, con aullidos en el sentido más ginsbergiano de la palabra. Y no encontré nada de eso. De hecho, cuando la situación amerita un primerísimo primer plano de un palazo en la cabeza, el director opta por un bosquecito en slow motion. Cuando Kevin atropella a un ciervo, la cámara se queda con la cara de susto del conductor del auto. Cuando la gurisada arma tremenda fiesta en una casa, lo más salvaje que escuchamos son grititos a través de una puerta. Y ni hablar del rol de la música. Apela a un pianito melodramático que no deja de sonar durante toda la hora, y no conmueve ni con calzador. O el misticismo que pretenden generar alrededor de esa supuesta secta, mostrándolos como tipos que se visten de blanco, no hablan y fuman como chimeneas. The Leftovers, por la originalidad de su trama y más que ninguna otra serie, debería mostrar y no sugerir.

Visto este primer episodio sigo sin entender qué pretende de nosotros HBO. Si que caigamos bajo los encantos narcóticos de una historia rarísima y que oculta un valor metafórico hasta ahora indescifrable o simplemente que dejemos de llorar porque se termina True Blood. No olvidemos que esta es una serie de verano -norteamericano-, y los grandes tanques se estrenan en invierno. Para quienes estén a cuatro manos siguiendo sus series favoritas, quédense tranquilos que The Leftovers puede esperar. Pero para los que, como yo, necesiten urgentemente una nueva droga, saben que en dealer Lindelof podemos confiar.



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