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La columna de Esteban Valenti

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Esteban Valenti. Periodista y coordinador de la revista Bitácora.

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La bronca y la influencia de las encuestadoras

04.Nov.2014

Uno de los debates centrales al culminar la primera vuelta de las elecciones nacionales ha sido el desempeño de las empresas encuestadoras y sus graves errores. No todo es parejo, hay una graduación del desempeño y de los errores, pero hay algunos padrones generalizados.

Tenemos que estar alertas para que ese enfoque no nos desvíe de los temas políticos centrales.

¿Tienen influencia los informes difundidos, y sobre todo comentados ampliamente, de esos resultados en el proceso electoral? Sí, la tienen y mucha. Aunque nadie puede establecer con mediana certeza si las previsiones influyen directamente en el elector, tienen influencia en un conjunto de otros factores de la campaña o, mejor dicho, de las diferentes campañas.

Hay tres factores indivisibles: los resultados difundidos, en su secuencia, y los comentarios realizados por los propios directores de las encuestadoras; los comentarios de analistas políticos y sobre todo la campaña de los diversos medios de prensa con sus inclinaciones más o menos visibles y estridentes, y las reacciones e impactos en las campañas electorales (discursos, declaraciones, acentos temáticos, prioridades y publicidad).

Hay que saber que hay dos tipos de mediciones de opinión pública. Una es la que conoce todo el país a través de los medios que difunden los informes hasta el hartazgo, son las principales noticias de toda la campaña, hasta transformarse en especies de adelantos electorales sucesivos. Esos informes se llaman cuantitativos. Los partidos utilizan además los estudios cualitativos de opinión pública, es decir, los grupos motivacionales, grupos seleccionados de pocas personas en los que se analizan las tendencias, las motivaciones, la evolución cualitativa de la opinión pública.

Como puede apreciarse, los resultados de las encuestas de opinión pública tienen una influencia indirecta en el comportamiento electoral, pero tienen el impacto de un tren expreso en el estado de ánimo de los militantes, en los que aportan financieramente a las campañas electorales y en los periodistas y formadores de opinión pública. Y obviamente en los dirigentes.

Las encuestadoras se equivocaron, de eso no queda la menor duda. En la secuencia de sus informes de intención de voto, en no percibir cambios y tendencias importantes, en los informes de boca de urna (escandalosa y unánimemente) y algunas empresas en mantenerse aferradas a sus previsiones, incluso cuando los resultados les pasaban por encima minuto a minuto del escrutinio.

Esos errores, que no fueron de las mismas dimensiones en todos los casos, tuvieron casi un calco en cuanto a sus características: subestimar la intención de voto del FA, y sobrestimar la votación del bloque conservador (blancos y colorados), en particular de los colorados, y de la oposición en general.
Extrañamente le acertaron en las previsiones del PI (3 % más o menos), en la UP (1 %), en el PERI (- del 1 %) e incluso en la interna del FA (no le erraron por tanto). Y el peor error fue sin duda no registrar en absoluto el crecimiento del FA en todo el interior del país, incluyendo Canelones, a pesar de que había múltiples señales. A veces, encerrarse en una burbuja metodológica y no incluir la realidad política no es el mejor método. A la vista está.

Y esos errores se repitieron a lo largo del proceso. Esto no quiere decir que el envión general del FA y en especial de Tabaré Vázquez no haya tenido un impacto muy grande en el cambio de la intención de voto. Lo tuvo, sin lugar a duda, pero no lo registraron. Y esa es su función principal: detectar antes de que sucedan los procesos electorales. Para los veredictos están las urnas.

¿Cuánto influyó la reacción de la izquierda en el resultado electoral? Es una pregunta clave, porque escuchando a algunos analistas parece que todo se juega en el ámbito de las tendencias mecánicas o imprevisibles de los juegos de la opinión pública. Y no es así, en absoluto. La clave de todo es, junto con la realidad, la política. Y la campaña política del FA fue muy importante.

En el mes de junio, julio y agosto del 2014 no fueron solo las encuestadoras las que hablaron. Se pronunciaron las elecciones internas muy malas para el FA, con muy baja participación, los organismos y la convocatoria del FA, en especial en su estructura tradicional, también muy disminuida en Montevideo a dos meses de las elecciones, la movilización y en general el nivel de la campaña de comunicación.

Las encuestas se hicieron creíbles en las cúpulas y a nivel general porque había otros factores, incluyendo los grupos motivacionales, que reforzaron la preocupación en la izquierda. ¿Cuál era el mensaje principal que se quería instalar (y que en determinados sectores se instaló)?: hay un importante número de votantes del FA que pasó a votar a Lacalle o al bloque blanco y colorado. Y en esa dirección marcharon periodistas, periodistas "desinteresados", analistas y los grandes medios.

Por esta campaña, la izquierda perdía por la peor herida, por la derecha, y una parte de sus votos pasaban de sus filas a la de sus más dilectos adversarios. Y además a la gente casi solo le importaba el tema de la seguridad y de la educación, y eventualmente algún otro detallecito. Y sobre esa matadura se concentró la derecha.

Hubo diversas formas de reaccionar. Tabaré Vázquez y el FA en su conjunto apretaron el acelerador y las neuronas. El momento del cambio fue la presentación en la Rural de los cuatro principales candidatos, en la que quedó patente y evidente qué es lo que estaba en juego, cuál era la verdadera alternativa y comenzó a desmoronarse "la positiva."

Luego vinieron una serie de apariciones de Vázquez en diversos programas de televisión y las cuatro presentaciones programáticas en las que la izquierda mostró que tenía, una vez más, el activo a sus espaldas de diez años de buenos gobiernos, pero sobre todo un plan estratégico para el país, y no un jingle, una consigna, discursos -bastante insulsos por cierto- y diez años de feroz oposición.

Los blancos insistieron con todas sus baterías en tratar de arrancarle votos directamente a la izquierda. La designación de algunos posibles ministros y el levantamiento de determinados funcionarios (de eso se trata, no hay por cierto dirigentes) estaban directamente relacionados con ese objetivo central.

Y comenzó lo principal, la gira de Vázquez, la enésima, ahora por las capitales de los departamentos del interior y se comenzó a consolidar el cambio. Fue una cadena de actividades, todas con gran participación de la gente en las caravanas y en los actos como gran protagonista, en sintonía con el Vázquez de siempre, arremangado y hablándole al alma de los ciudadanos. Y lo logró nuevamente.

Se combinaron el impacto en el pueblo progresista por la campaña de la derecha y sus voceros montados en las encuestas con la tenacidad de Vázquez y la reacción de una estructura del FA en el interior que no tiene los mismos niveles de desgaste que en la capital, y los resultados fueron evidentes: actos y caravanas más grandes que los del año 2009 e incluso en muchos casos más que los del 2004.

A eso debe agregarse la reacción de los diversos sectores del FA que comenzaron también a moverse con otra intensidad a nivel nacional. Cuando se completen los datos y la distribución por departamento y por zona de cada uno de los sectores, intentaremos hacer un análisis a fondo también sobre este tema.
Sería injusto no considerar que los éxitos del gobierno, sus resultados en diversas áreas y la imagen de Mujica jugaron su papel. Los resultados están a la vista. Hay sectores sociales importantes en los que el prestigio de Mujica es muy importante, aunque a la derecha le duela por pacata.

Y así comenzó a desmoronarse el castillo de humo de la derecha y se difuminó la mayor operación de marketing electoral que haya conocido nuestro país. Debajo de tanta humareda, de tanto elogio por jingles y consignas, de movidas políticas y pases de escaso nivel emergió la realidad: diez años después de gobernar la izquierda (que sí existe) mantuvo e incluso en números absolutos aumentó sus votos, mantuvo sus porcentajes, mantuvo la mayoría parlamentaria, la derecha perdió votos y el bloque perdió el 2 % de sufragios luego de diez años de feroz oposición. Otra que por "la positiva": por la derecha clara, directa y dura.

Con muchas semanas de debate público intenso y una gran campaña de ambas partes, pero con particular inteligencia de parte del "No a la baja", la aberrante reforma constitucional no fue aprobada. El PI -que basó toda su campaña, o lo principal de su artillería, en atacar al FA para evitar que este obtuviera la mayoría parlamentaria- se quedó otra vez, sentado y esperando las uvas. Creció el 0.3 %. Magra cosecha.

El Frente Amplio, como muy bien lo expresó Tabaré en su discurso del 26 de octubre, lanzó su campaña para el balotaje, pero más importante aún definió las líneas maestras de su actitud política para el nuevo gobierno: construir y ampliar la mayoría social, política y cultural para avanzar mejor, más profundo en los cambios. Sin olvidar por un instante las señales de dudas, insatisfacciones, broncas, críticas que nos dejaron estas elecciones. No las encuestadoras: la gente, nuestra gente.



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