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Así lo veo yo

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Columna de Ana Jerozolimski

Sobre el autor

Uruguaya, radicada en Jerusalem desde 1979. Redactora Responsable de "Semanario Hebreo".

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SEIS AÑOS DE LA "PRIMAVERA" ARABE-CULPAS COMPARTIDAS

17.Dic.2016


Este sábado 17 de diciembre se cumplieron seis años desde el incidente considerado el comienzo de la "primavera árabe", aquella singular protesta del vendedor tunecino Muhamad Bouazizi que tras ser humillado por una policía se prendió fuego , muriendo con el deseo de transmitir un mensaje contra el autoritarismo oficial.


Menos de un mes más tarde, el Presidente Zine El Abadine Ben Ali -que había gobernado el país durante 23 años en forma autoritaria-se veía obligado a huir de Túnez, al rehusar las fuerzas de seguridad sofocar las protestas que habían estallado. En Egipto, el 11 de febrero del 2011, el Presidente Hosni Mubarak, que gobernaba desde 1980, se vio obligado a renunciar a raíz de las protestas que habían estallado en la plaza Tahrir de El Cairo. Cuatro días más tarde, empezaban en Libia las protestas que se convirtieron rápidamente en una guerra civil. En agosto la mayor parte del país estaba en manos de la oposición y en octubre el líder Muamar el-Kaddhafi, que había gobernado Libia de hecho desde 1969, era asesinado. Y al mes siguiente, el Presidente de Yemen, Ali Abdallah Saleh, se veía obligado a retirarse tras meses de protestas violentas por parte de diferentes grupos de oposición.
En menos de un año desde que Muhamad Bouazizi se inmolara, cuatro gobernantes que habían regido los destinos de sus pueblos durante décadas , sin libertad y sin democracia, ya no se hallaban en sus cargos.


Este resultado podría haber justificado el hecho que las revueltas anti gubernamentales en distintas partes del mundo árabe, recibieran rápidamente el nombre "primavera árabe". Eran símbolo de esperanza en un cambio para bien, una apuesta a una mayor apertura, mayor respeto al ciudadano y sus derechos.


"Si en el mundo árabe los jóvenes osan salir a protestar pidiendo mayor libertad y democracia, es una buena señal, un mensaje alentador", dijo en aquel momento el General retirado del ejército Israelí Amos Yadlin, ex jefe de la Inteligencia, que encabezaba el más prestigioso instituto de investigación de temas de política, estrategia y seguridad.

Pero relativamente poco después del comienzo de todas aquellas protestas, a pesar de la desaparición física o política de algunos de los gobernantes más criticados, quedó en claro que ese no era el comienzo de una era mejor, no era la llegada de la libertad para el mundo árabe. La falta de libertad cambió de manos.


Varios de los escenarios de las protestas se convirtieron en caos total. Túnez es el único sitio en el que se mantiene cierta estabilidad. Yemen, Libia y Siria son los ejemplos más notorios y cruentos de las guerras . Libia es una fuerte base del Estado Islámico en Africa, Yemen es considerado más peligroso hoy que Somalia y de Siria parece que nada puede agregarse tras casi seis años de guerra que ya ha cobrado casi medio millón de vidas y convertido a aproximadamente cinco millones de sirios en refugiados .


La violencia en la que se quedaron sumidos los países que inicialmente parecían levantarse contra la opresión y la falta de esperanza y respeto, condenaron el término "primavera árabe" al olvido. El desmoronamiento de las estructuras gubernamentales, lo duro de la puja interna, lo cruento de las luchas entre los distintos bandos y las numerosas vidas que cobró esa violencia, nada tenían de primaveral. La población civil y sus derechos, siempre estuvo en el medio de la tormenta.


En todos lados, fundamentalistas islámicos chocaron con las fuerzas liberales,"secuestraron" la revolución que originalmente tenía otra dirección. De la "primavera árabe" se pasó rápidamente a hablar de "invierno islámico".

El peor ejemplo de todos es por cierto el horror de la guerra en Siria que en las últimas semanas aparece asiduamente en los titulares, por las matanzas y el acoso a los civiles en la ciudad de Alepo, que ha vuelto a caer en manos del régimen.


El mundo, sí, es responsable por esas muertes. Por no haber hecho casi nada para impedirlas.
Es responsable por su hipocresía. Por aprobar en las Naciones Unidas 20 resoluciones contra Israel en lo que va del año y cuatro contra todo el resto del mundo combinado, nada sobre Siria.


Es responsable por haber permitido a la coalición Rusia, Siria, Irán y Hizbalá actuar a su antojo en Siria y matar tanta gente. Tienen, sí, las manos llenas de sangre. Pero nadie marcha contra ellos por las calles de Europa pidiendo justicia . Si Israel no está involucrado, parece que a nadie le interesa salir a protestar. E Israel, en efecto, no tiene nada que ver. Es más: ha curado a miles de sirios heridos en la guerra, tal cual recordó días atrás uno de los miembros de la delegación israelí en la ONU, un diplomático israelí no judío, druso, Nizar Amer, que causó sensación al hablar en árabe respondiéndole al representante de Siria.Este había acusado a Israel inventando difamaciones varias y Nizar Amer, en nombre de Israel, en árabe, le dijo directamente que miente y que mientras su gobierno mata a sus ciudadanos, estos reciben tratamiento en hospitales israelíes."Han perdido la vergüenza", dijo utilizando al finalizar su discurso un dicho popular en árabe, muy conocido , metafórico por cierto. En pocos días, su filmación se viralizó en las redes sociales árabes.


El mundo, sí, es culpable .


Pero los primeros culpables son los gobernantes en el mundo árabe, que nunca se preocuparon por el bienestar de su gente sino por su poder.


Las revoluciones árabes no se consolidaron como verdaderas "primaveras", porque la democracia es mucho más que ir a las urnas. El mundo árabe va cada tanto a las urnas , pero son en general puestas de escena de elecciones que nada tienen de libres y auténticas. Democracia no es solamente votar. Es vivir de acuerdo a determinados valores, es respetar a los ciudadanos, no oprimir a la mujer,permitir libertad de cultos y respetar a las minorías.


Como todo eso falta en el mundo árabe, las revoluciones, aún siendo tan necesarias, parecían condenadas a fracasar.
Fracasaron porque ninguno de los bandos piensa en los ciudadanos más que como piezas en su juego de poder, sea entre gobierno y oposición o entre las distintas ramas del Islam.