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Columnas de Daniel Chasquetti

Sobre el autor

Autor: Doctor en Ciencia Política.
Profesor del Instituto de Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República.

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El dolor de ya no ser (mayoría)

18.Mar.2017

El episodio de la creación de la comisión investigadora sobre el Cambio Nelson volvió a mostrar las dificultades que tiene el Frente Amplio para asumir la existencia de una nueva situación política en la Cámara de Representantes. Luego de doce años de dominio absoluto del partido de gobierno en ese recinto, la pérdida de la mayoría le obliga a negociar sus iniciativas (en busca del voto 50) y a estar atento ante la posibilidad latente de que la oposición coordinada le imponga decisiones que no sean de su agrado. Por esa razón, llama la atención como esta semana quedó atrapado en un costoso dilema al impulsar una decisión poco meditada. Sobre todo cuando en el último semestre ya había sufrido dos derrotas severas que deberían haber dejado enseñanzas: la creación de la comisión investigadora sobre la planta regasificadora y la votación negativa de su moción de respaldo al ministro Bonomi al cierre de la interpelación.

Todo comenzó con la propuesta del MPP -anunciada por el diputado Daniel Caggiani- de investigar lo ocurrido con el cierre del Cambio Nelson. La intención era muy clara. Por un lado, se intentaba vincular los espurios negocios de la familia Sanabria con el financiamiento de la campaña electoral del diputado colorado Germán Cardoso. Por otro, se deseaba dejar en claro que las maniobras de esa empresa se habían desarrollado al margen de ley, más allá de los controles regulares que realiza el Banco Central. La iniciativa no contaba con el respaldo de todo el Frente Amplio por lo cual su presentación en sala se vio retrasada por las habituales consultas y la discusión en el seno de su bancada.

La idea podía ser beneficiosa para el partido de gobierno en términos electorales si su puesta en práctica le infligiera algún costo particular a su principal adversario, el Partido Nacional. Pero tratándose del maltrecho y debilitado Partido Colorado, cuesta entender el porqué de la decisión. Los colorados están en un proceso de reorganización y como partido no representa una amenaza electoral seria para el Frente Amplio. Además, el caso está en la justicia y parece claro que si algo no desean los jueces es presión política a procesos de investigación ya de por sí delicados. Tal vez –no tengo forma de probarlo-, la interpelación de Germán Cardoso al ministro Eduardo Bonomi haya dejado secuelas profundas en el grupo que respalda al ministro del Interior y hayan visto en dicha iniciativa una forma de castigo a la conducta ofensiva mostrada por el diputado colorado en aquella oportunidad.

Sin embargo, las cosas no fueron tan sencillas para la bancada de gobierno porque el Partido Colorado contratacó inesperadamente con una movida digna de un maestro de ajedrez. El diputado colorado Adrián Peña se adelantó al Frente Amplio y solicitó la creación de una comisión investigadora sobre el Cambio Nelson y otras empresas que aparentemente habrían financiado la campaña electoral del Frente Amplio (Aire Fresco, Fripur, Agencia La 10 y Cutcsa). Tal como lo indica el Reglamento de la Cámara, el plenario debió aprobar inmediatamente la creación de una comisión preinvestigadora con el fin de evaluar la pertinencia de la denuncia. El giro de los acontecimientos obligó al Frente Amplio a reformular su estrategia mediante la presentación de una alternativa (“Truco, retruco y quiero”, escribió Caggiani en su cuenta de Twitter): crear una comisión investigadora que analice la financiación de las campañas electorales desde 1984 a la fecha y que eventualmente legisle al respecto. O sea, una propuesta con un objeto muy amplio y muy difícil de realizar.

Cualquiera que haya intentado investigar la financiación privada de las campañas en Uruguay sabe que los empresarios y los políticos mantienen absoluta reserva en este tema y que las donaciones importantes no quedan registradas. Antes de 2009, eso sucedía porque no había un marco legal que los obligara, y luego de esa fecha, porque la Corte Electoral jamás ejerció su función de contralor tal cual lo determina la ley. Parece obvio entonces que si existe alguna posibilidad de investigar, ella reside en el examen de lo ocurrido en la última campaña, por lo cual la propuesta del Frente Amplio apunta a recordar (nos) que las desprolijidades y eventuales faltas, en caso de haberlas, no solo se cometen en la actualidad sino también en el pasado.

Por tanto, el cálculo realizado por el Frente Amplio para su contrapropuesta fue muy simple: si se quiere investigar a las empresas que financiaron a algunos de sus sectores (MPP y Compromiso Frenteamplista de Sendic), deberá investigarse a todas, incluida Cambio Nelson. La decisión parece razonable si no fuera por el hecho de que el Frente Amplio ya no puede imponer condiciones. La fuga del diputado Gonzalo Mujica y las diferencias internas que expresan algunos pequeños sectores (Liga Federal de Darío Pérez), le impide apelar a los típicos mecanismos de cohesión que tan bien funcionaron en el pasado. Bajo las actuales circunstancias, a menos que trabaje pare evitarlo, el Frente Amplio está condenado a perder votaciones cada vez que el arco variopinto de diputados de la oposición consiga ponerse de acuerdo (algo no tan sencillo como muchos piensan). En este episodio no es claro que el Frente Amplio consiga hacer prevalecer su propuesta, por lo cual no deberíamos sorprendernos si finalmente la cámara termina aprobando la iniciativa colorada, infligiendo así una derrota inesperada al partido de gobierno.

Lo ocurrido esta semana muestra con claridad cuán difícil resulta para algunos sectores del Frente Amplio asumir su condición minoritaria en la Cámara de Representantes. Para resolver ese dilema, los diputados oficialistas deberían cambiar su talante a la hora de vincularse con la oposición. Para impulsar proyectos de ley o impedir que sus ministros sean desautorizados por el Parlamento, los diputados frenteamplistas deberían abandonar las actitudes soberbias (ese defecto que tanto mal le hace a la política) y buscar entendimientos desde posiciones de humildad y honestidad. Reconocer las limitaciones es casi siempre el primer paso que cualquiera debe dar para encontrar una forma de enfrentar los nuevos desafíos. Haciendo eso se entenderá mejor cuáles son las prioridades y quiénes son en definitiva los interlocutores con los que se puede negociar. Parafraseando al mago y pensando en la bancada de gobierno en la cámara baja, podríamos decir que el dolor de ya no ser (mayoría) no debería empañar el valor que representa el coraje de querer (gobernar).