Ayer, la Asamblea General del Poder Legislativo trató -por primera vez en su historia - la renuncia del Presidente de ese cuerpo y Vicepresidente de la República. Tal renuncia fue el justo corolario de un proceso de actuaciones erráticas graves por parte del Vicemandatario electo, Sr. Raúl Sendic.
Las bancadas de todos los partidos acordaron no hacer uso de la palabra dado "un tema institucional tan grave para el país" debía "pasarse lo más rápido posible", según opinó uno de los legisladores consultados.
Resulta sorprendente este especie de "pacto del silencio" acordado pero más sorprende el motivo que se enuncia. Pensamos que no distinguir entre crisis política dentro de un partido y una crisis institucional, explican el desprestigio del poder legislativo. Afirmamos, además, que las Instituciones se han fortificado una vez más y los valores republicanos se han robustecido a partir de esta renuncia.
El Uruguay es un país serio, se debe estar a la altura del cargo que se ejerce y si bien no es deseable una renuncia de tal magnitud, el sistema pudo más.
La línea sucesoria, prevista en la Constitución de la República, opera con claridad y previsibilidad. Tal previsión hace que el cargo de Vicepresidente deba ser ocupado por la Sra. Lucía Topolansky.
La ley mordaza auto impuesta por la mayoría de los legisladores hace que perdamos la oportunidad de conocer sus opiniones referidas a los valores institucionales y republicanos. No es menor que el cargo sea ocupado por quien solo cinco décadas atrás se levantó en armas contra las mismas instituciones que hoy le permiten ocupar tal distinción y honor. Eso es lo importante, en este país se alcanzan los cargos de gobierno por mandato de la población, no a punta de pistola.
Me ha invadido un sentimiento de profunda desazón, pues Parlamento proviene del vocablo francés parlement que entiende en la acción de parler (hablar). Refiere a la reunión de representantes del pueblo donde se tratan asuntos públicos.
El Parlamento entonces, en el día de ayer, perdió su cometido. Transformándose en un conjunto de personas que actúan corporativamente de espaldas a quienes - con su voto - les ungimos legisladores.
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