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La columna de Esteban Valenti

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Esteban Valenti. Periodista y coordinador de la revista Bitácora.

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Política y amistad

31.Oct.2017

En Uruguay, en general los que militamos en política nos conocemos, nos tratamos, nos saludamos y en general existe una cortesía y convivencia básica.

No descubro nada nuevo, absolutamente nada, si digo que la política no va muchas veces de la mano de la amistad, o que tiene una forma particular de expresarse. Es más, esta particular forma de manifestarse se extiende a todas las relaciones humanas, incluso al saludo.

Me sucedió ayer, me crucé con una persona con la que, sin ser nunca de la misma organización de izquierda, compartimos muchos años de militancia en el movimiento estudiantil. Luego en el FA nos animamos a romper los cercos de los diversos partidos y emitir opiniones junto a otros compañeros, pero ahora se hace el que no me conoce. No importa el nombre, no tiene importancia ni él ni el personaje.

En Uruguay, en general los que militamos en política nos conocemos, nos tratamos, nos saludamos y en general existe una cortesía y convivencia básica. Se ve incluso en forma notoria en el parlamento. Yo lo considero un gesto de buenas costumbres civilizadas y que han evolucionado positivamente.

Mientras no insultes a nadie, no lo acuses de algo que se considere ofensivo y además falso, en general -con naturales excepciones - las relaciones y el diálogo son bastante normales. Muchas veces los ciudadanos se asombran y se preguntan cómo es posible que luego de acalorados debates se observen conversaciones totalmente normales en el hemiciclo del parlamento, o encuentros en la calle y en otros ámbitos.

Los ex presidentes de la república y los que ejercen el cargo en el Uruguay se reúnen o mantienen una relación normal a pesar de haber cruzado afiladas espadas polémicas.

No todos lo hacen de la misma manera, ni con la misma cordialidad y en ocasiones adversarios políticos nos hemos enfrentado duramente. Tampoco se trata de un clima idílico y perfecto. No seamos hipócritas. Pero las diferencias con otros países son notorias.

Nadie puede pensar que en Argentina, en Brasil y en muchos países de Europa se podrían dar esos encuentros civilizados entre ex presidentes.

Lo que me ha llamado la atención en estos últimos tiempos es que algunos "compañeros" o ex "compañeros" llegan a niveles de agresión en las redes o a negarte el saludo, simple y únicamente por tus opiniones políticas. No hubo ningún choque personal, ningún insulto, ni siquiera referencias concretas, simplemente diferencias de opiniones. Eso en el fondo demuestra o desnuda ciertas mentalidades. Sos compañero dentro de cierto marco, dentro de cierta coincidencia de opiniones, de lo contrario se pasa automáticamente a la enemistad y en algunos casos a las acusaciones y descalificaciones.

Unos cuantos amigos me han preguntado por qué no borro ese pequeño grupo de personas de mis redes sociales, Twitter y Facebook. Los dejo para que se conozcan a fondo esas mentalidades. Esa gente, que nunca fueron compañeros y menos amigos, con los que en algún momento compartimos militancia política, que en algún momento los oí hablar de fraternidad y lucha común, simplemente aceptan los límites de opiniones y discrepancias que ellos imponen, siempre reducidos y limitados a sus propias sensibilidades y capacidades. Y se creen superiores a todos los que opinan diferente a ellos. Es una peligrosa mentalidad y muestran una gran pobreza de espíritu.

Podría callarme, o compensarlo con la cantidad de gente con la que en las redes, en la calle y en diversos ambientes, intercambiamos opiniones, conversaciones o simplemente saludos y discrepancias, pero esas manifestaciones de sectarismo - que yo también practiqué - son uno de los desmentidos más groseros a cualquier espíritu de pluralidad y de compañerismo en serio.

Tampoco tiene una gran importancia, porque en definitiva, sería un error de mi parte reivindicar que tengo siempre razón y que los demás deben aceptar mis ideas y mis razonamientos. Y esa es otra expresión deplorable de los debates fallidos, de los que abundan en estos tiempos.

Si no se coincide con alguien eso no implica en absoluto que uno se sitúa por encima. Para debatir hay que aceptar la posibilidad de estar equivocados o de intercambiar ideas.



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