Luego de la concentración en Durazno, el sistema político tenderá desde el Estado más que desde el gobierno a generar paliativos o compensaciones parciales, caras y distorsivas  a las reivindicaciones expuestas. 

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Columnas y análisis. Por Jorge Jauri

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¿Una crueldad intelectual más?: la discusión “agraria”

26.Ene.2018

Luego de la concentración en Durazno, el sistema político tenderá desde el Estado más que desde el gobierno a generar paliativos o compensaciones parciales, caras y distorsivas  a las reivindicaciones expuestas. 

Ese proceso tiene al menos dos riesgos mayores: a. mayor distorsión de políticas públicas ya saturadas de incoherencias; b. un nuevo desplazamiento de lo que debería ser el   eje de la discusión principal: ¿cuál debería ser una nueva relación de “gubernamentalidad” sustentable en el Uruguay moderno?

Lo positivo del momento es la reacción de una sociedad agredida por la el avance del Estado sobre si misma. El motivo fue una situación coyunturalmente crítica expresada a nivel sectorial. Empero, en verdad, la expresión de descontento y confrontación social es bastante más compleja. Y lo peor, también, implícito es el reduccionismo en el cual se va a encauzar la discusión de esa tensión Sociedad – Estado incluyendo en él al  sistema de representación político en su conjunto y sin excepciones.

El discurso de la sociedad expresado desde una tribuna sectorial, en este caso, alude demasiado lateral y desdibujadamente ese tema del deterioro del Estado y sus relaciones con la sociedad. Lo hace aludiendo al crecimiento y el financiamiento del déficit fiscal y sus consecuencias. Toma los efectos, se enfrasca en la política económica o sea en las consecuencias de la administración posible de ese deterioro creciente de la gubernamentalidad.

 Concentrarse en discutir el tipo de cambio real y sus causalidad fiscal puede ser comprensible: el problema es que aún en el caso que el gobierna puede corregir levemente esas “anomalías” y trasponer a otros sectores, costos de esos paliativos que se concederán, el problema central de esa gubernamentalidad distorsionada volverá a ser ignorado, soslayado. Ni los formadores de opinión, ni la academia y mucho menos los actores enfrascados ahora en encausar ese descontento en una perspectiva electoral van a ir al centro del problema. Esta irrupción de la sociedad tenderá a ser neutralizada porque el Estado en su más amplia acepción está integrado por un pensamiento dominante, cultural, y muy potente en su conservadurismo. Ni el problema es el tipo de cambio ni lo es la falsa contradicción campo ciudad, ni lo serán la discusión de las medidas políticamente correctas que se adoptaran. 

Luego de Durazno

Pero el aldabonazo ha sido fuerte. La gente no quiere seguir siendo gobernada como antes: faltan y faltaran  las otras dos condiciones para cualquier cambio real: una crisis  económica y una alternativa de gobierno que no sólo tenga un “programa”, sino una fuerte convicción ideológica basada y expresada comprensiblemente en la utilidad de la libertad.

Es desde allí de donde deberían partir los esfuerzos constructivos de esa nueva gubernamentalidad. Desde una coalición transversal más cultural que formal u orgánica, capaz que integrar desde la sociedad y el propio gobierno esa nueva fuerza motriz de los cambios.

Aunque parezca siempre cursi: hoy más que nunca quizás sea posible trabajar con la verdad sobre una realidad desembarazada de esas pátinas de intereses que nos confunden y dispersan. Desde allí construyendo más y mucho mejor democracia que de eso se trata. Involucramiento mayor de la sociedad empoderada y haciéndose un lugar de expresión diferente enfrentando los corporativismos que la representan actualmente. Si ese movimiento de la sociedad que no ha sido coptada pudiera prosperar evadiendo los encasillamientos en los cuales se la va  a intentar bloquear,  la perspectiva pudiera ser esperanzadora.

Recomponer el eje

En el Uruguay de hoy, este debería ser el eje real de la discusión principal. Es que al igual que hace cuatro siglos el Principe y sus súbditos organizados de hoy, tienen planteada la seguridad poblacional ahora en escenarios más modernos pero tan graves como en aquellos tiempos. Véanlo o no.  Entonces también una discusión sobre la política de granos en Holanda, Inglaterra y Francia le permitió a los fisiócratas –iniciando una larga evolución del pensamiento liberal- estudiar y enseñar las aplicaciones prácticas de enfrentar esa seguridad poblacional requerida desde la verdad. El libre comercio de granos  promovido como única alternativa capaz de romper los monopolios y la autorquía productiva, aumentar los precios y anticipar la escasez y las hambrunas fue primero que nada el reconocimiento de la verdad y, de inmediato, de la construcción de esas nueva relación del Estado con una sociedad que comenzaba a armarse ayudada por ese propio Estado y desde su dominio a repensarse a si misma.[i] Otro ejemplo histórico de esa visión de realidad y utilidad de la libertad es la discusión sobre la cual se diseñó la creación del nuevo Estado alemán de la postguerra y sus relaciones con la sociedad.  Desde esos dos episodios históricos tan decisivos como desconocidos para la cultura latinoamericana y el desarrollismo hay con nuestros desafíos de hoy mucha distancia.

Lo nuestro es más difícil aún porque hay que enfrentar con argumentos y conductas impropias del conservadurismo imperante la creación de lo nuevo a partir de la destrucción de estructuras de raigambre cultural muy fuertes.

¿Podremos? ¿Nos animaremos?

¿Es imaginable por ejemplo, que podamos integrar en esta pobre discusión que hoy nos anima los temas de la seguridad poblacional en una perspectiva de sustentabilidad y, entonces, nos animemos a discutir temas como la impertinencia de la presencia del Estado en otras áreas que no sean las estrictamente vinculadas a una función regulatoria y dejemos su “tamaño” como un tema consecuente? Pero, también, pudiéramos a animarnos a preguntarnos si es pertinente y humano continuar generando obligatoriedades y estímulos para mantener forzadamente más de trecientos mil compatriotas en el medio rural “profundo” maleducando futuros ciudadanos en el aislamiento cultural más brutal?

 ¿Nos animaremos a introducir el tema de la propiedad y distribución de la tierra más productiva del país introduciendo, por ejemplo,  esas más de 100.000 hectáreas propiedad de más de 1.4 millones de trabajadores y que son administradas con tecnología de punta por las AFAPs…? ¿Nos animaríamos desde tribunas similares a las de Durazno a discutir las naturales contradicciones que existen entre el desarrollo capitalista sin cortapisas y las políticas propia de un viejo desarrollismo colonizador en el agro?

¿Nos animaríamos a discutir sin preconvenciones y saberes aprendidos el espinoso tema de cómo se educan los aproximadamente 18.000 escolares en las escuelas y agrupamientos de escuelas rurales del país…? ¿No sería natural incluir en las plataformas y programas cómo ayudar a esas 100.000 familias que permanecen en el interior profundo a continuar viviendo en otras condiciones o acelerar esa migración natural a ciudades preparadas para recibirlos en condiciones de dignidad y socialización útil?[ii]  

En suma, si pudiéramos utilizar más que los contenidos, el hecho en si de la autoconvocatoria de Durazno, saliendo de los lugares comunes, de las consabidas respuestas que encauzan desde la mala política, esas espitas que abre la sociedad agredida, si lograramos imponer ejes más reales y útiles a la discusión nacional, entonces, este paisito habrá forjado un autodesafio histórico; habrá puesto en marcha trenes más veloces y útiles que los que aquellos que perdimos en el pasado reciente.

 

 

 

 



[i] Edictos de 1763 y 1764 mediante los cuales se consagra la libertad de exportación de granos en Francia y su importación oportuna. Primera victoria formal de los fisiócratas europeos empeñados en enfrentar la escasez desde el libre comercio y una visión de realidad. Georges Weulersse. “Le Mouvement Phisicratique en France de 1756 a 1770”

[ii] La última evaluación corregida de habitantes en ciudades y predios de menos de 5.000 pobladores se basa en una investigación de Diego Piñeiro en base al Censo de 2011 (516.000). De allí habían migrado a las grandes ciudades o al exterior un promedio de 6.000 habitantes por año. Migración natural que no es bueno ni posible mitigar, y que también naturalmente debe haberse acelerado fuertemente en los últimos años.