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Acuerdo Grande

Acuerdo Grande

Por una coalición opositora

Sobre el autor

Miguel Manzi (1957), abogado, inicié mi actividad política en 1980 militando por el "NO" contra la dictadura. Fui diputado de la "Lista 85" del Partido Colorado. Emigré en 1995, viviendo en Bolivia, EE.UU. y Honduras, donde culminé mi periplo como Representante del BID, a cargo de 120 operaciones por 1.000 millones de dólares. En 2011 renuncié al BID y regresé a Uruguay, retomando la actividad política en torno al Proyecto Montevideo, cuya información completa está en http://miguelmanzi.com/

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CONCERTACIÓN, COALICIÓN, COMPROMISO, ACUERDO, PACTO

28.Ene.2018

 

2017 terminó mal para el gobierno: el papelón del petróleo, el papelón de UPM, el papelón de Sendic. Pero 2018 empezó peor: los gauchos autoconvocados (no importa cuántos fueron a Durazno) recogieron adhesiones mucho más allá de las fronteras del sector; los muertos por el delito suman más de uno por día; Mujica dice que no quiere un TLC con China, en medio de la visita del canciller oriental; desequilibrios estructurales incólumes; tarifazos; y por ahí asoma la ominosa sombra de la próxima discusión presupuestal. Acorralado por la realidad, lo único que atina a decir Vázquez es que no va a cambiar nada: explícita y textualmente dijo que no tocaría la política económica ni la política de seguridad; su nuevo ministro Benech dijo que no cambiaría la política agropecuaria. En el ámbito de la educación no podemos esperar nada (más que el penoso espectáculo de la ministra Muñoz disfrazada de bataclana; no tiene derecho); pese a los escándalos, en la salud tampoco hay medidas. Tal es el programa del gobierno para los dos años que le restan: NO TOCAR NADA, NO CAMBIAR NADA, flotar, apostando a una bala de plata que cada día parece más improbable. El mundial de fútbol ayudará a distraer, pero una vez que termine estaremos a nueve meses de las internas de modo que, muy razonablemente, se desatará la campaña electoral. Y como los precandidatos del Frente Amplio son todos de media tabla y no podrán cargar solos el fardo, es predecible que el F.A. y el gobierno montarán una triple línea de trincheras, en las que se irán replegando conforme avancen los desafiantes: (i) los logros de la gestión, (ii) la falta de "proyecto" de la oposición, y (iii) el fantasma de la suspensión de las políticas sociales por "la derecha". Muy probablemente también, el discurso se condimentará con cifras maquilladas, cuando no con solemnes mentiras (está probado que los populistas no tienen pudores). Después de Sendic, cabría esperar que no se eche mano a las pautas publicitarias de los entes y servicios. Supuesto que la cosa será más o menos así, ¿qué debe hacer la oposición?

 

ES LA POLÍTICA

 

La oposición terminó bien el pasado 2017, merced al riguroso ejercicio de su función de contralor. Los pedidos de informes, los llamados a comisión y las interpelaciones (todo en el parlamento, que es el espacio privilegiado de la oposición), sumados a sólidas denuncias penales que siguen su curso, pusieron al gobierno contra las cuerdas (tanto, que el vicepresidente y delfín oficial hubo de renunciar a su cargo, suceso inédito en la historia nacional). Pero en la vorágine de la época, todo éxito es efímero como un tuit: en el arranque de este 2018, frente a la movilización de los rurales, la oposición quedó flotando en cierta ambigüedad; y los protagonistas de la movilización, con poco sentido político (lo que se exhibió como virtud, que también puede valorarse como torpeza), metieron a todos "los políticos" en la misma bolsa; una pena, de ambos lados. No importa; otras oportunidades no tardarán en presentarse. Porque sí, parece que está cambiando el viento. Sí, parece que se agotó el ciclo frenteamplista. Sí, parece que tenemos chance de poner freno a tanto desquicio. Sin embargo, lo mismo pareció otras veces en el pasado reciente, y al final no cuajó la mayonesa. ¿Entonces? Yo creo que la receta acertada se probó durante 2017: la coincidencia de propósitos y de acción de las fuerzas opositoras.

 

EL DÍA ANTES

 

Cuando se invoca la "ética de la responsabilidad" (que exige tomar en cuenta las consecuencias previsibles de los actos), es habitual recurrir a la figura de "el día después". Diríase que, en las presentes circunstancias, la exigencia para la oposición se presenta más bien "el día antes". En efecto, para enfrentar la emergencia política que vive el país con la seriedad y el rigor que reclama, no alcanza en modo alguno el abrazo para la foto que los candidatos perdedores dispensan al que pasa al balotaje contra el F.A. Hace tres elecciones que no alcanza. Al contrario, el sentido común, tanto como la experiencia nacional e internacional, reclama edificar las coincidencias con anticipación, profundidad y transparencia. 2018, año preelectoral, es el tiempo para un robusto acuerdo político y programático entre los partidos de matriz liberal, democrática y republicana; concertación, coalición, compromiso, pacto, como quieran llamarlo. NO ES FUSIÓN, es concurrencia a propósitos comunes, cada cual desde su sitio. Así se construyó el país entre blancos y colorados, y antes todavía. Salvo Artigas (poco afecto a los acuerdos) todos se abrazaron con sus adversarios cuando la situación lo reclamó: Rivera, Lavalleja, Oribe, Herrera, Batlle y Ordóñez, Luis Batlle, Wilson Ferreira Aldunate, Jorge Pacheco Areco, Julio María Sanguinetti, Jorge Batlle, Luis Alberto Lacalle, todos los demás (así lo hicieron también los pequeños jefes de los pequeños partidos que conforman la gran coalición Frente Amplio). Dirigentes del Partido Nacional vienen extendiendo su mano en este sentido (es lo que corresponde por su actual dimensión electoral: son mano); dirigentes del resto de la oposición no deberían hacerse los distraídos. 



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