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Acuerdo Grande

Acuerdo Grande

Por una coalición opositora

Sobre el autor

Miguel Manzi (1957), abogado, inicié mi actividad política en 1980 militando por el "NO" contra la dictadura. Fui diputado de la "Lista 85" del Partido Colorado. Emigré en 1995, viviendo en Bolivia, EE.UU. y Honduras, donde culminé mi periplo como Representante del BID, a cargo de 120 operaciones por 1.000 millones de dólares. En 2011 renuncié al BID y regresé a Uruguay, retomando la actividad política en torno al Proyecto Montevideo, cuya información completa está en http://miguelmanzi.com/

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LAS PARADOJAS COLORADAS

18.Mar.2018

 

Ya es un lugar común decir que el Partido Colorado está atravesando la crisis más profunda de su historia. Las discrepancias apenas refieren a si se trata de una crisis terminal, o si es posible revertirla. Yo me quedo con lo que me contestó el Sordo González la última vez que le pregunté: "Tranquilo, los dinosaurios tardan en desaparecer". Y en efecto, en este escenario tan complicado, en el que las encuestas más favorables nos dan el 8%, sobreviven, en propios y ajenos, algunos reflejos atávicos que dan la razón al Sordo, y dan cuenta de los 182 años de protagonismo en la construcción nacional que tienen los partidos históricos, que los confunden con el país mismo. Como los tientos de un lazo, que son distintos pero son el lazo; que lo recorren de punta a punta; que le dan su consistencia y su resistencia; que no pueden desaparecer sin comprometer al lazo (párrafo gauchesco que levanta el ánimo, pero que no es verdad: se fundió la ONDA, Casa Soler, el London-París, Burcatex, PLUNA, AFE, ¡ANCAP!, y tantísimos partidos a lo largo y ancho de la región y del mundo; la única consideración especial que podría reclamar el Partido Colorado, se debería a su longevidad). ¿Cuáles son esos reflejos atávicos, que resultan paradójicos en la presente coyuntura? Habrá otros, pero yo señalo tres que se presentan sólidos y elocuentes:

Primero: marcamos el 8%, pero seguimos pensando como si fuéramos gobierno. Es la famosa "ética de la responsabilidad" que, esta sí, la tenemos en el ADN (fueron muchos años...). De ello, la dificultad infinita para pararnos en la cancha en función de opositores. ¡Cuánto más lucen los blancos! Ni qué decir las patologías que provoca esta feroz disonancia cognitiva.

Segundo: reivindicamos que todo el país es batllista, pero nos enojamos cuando alguien dice que hoy el Batllismo está en el Frente. En rigor (que a nadie importa), no lo está: en el Frente prevalecen los marxistas, y el Batllismo no lo es, por sus definiciones en punto a la lucha de clases, a la propiedad privada y, definitivamente, a la libertad individual. Sin embargo, es verdad que la mayoría de los uruguayos profesan la "batllidad" (como llama el Dr. Washington Bado a ese temperamento uruguayo que traspasa los partidos). Esta confusión nos hace pensar que, si el Batllismo vuelve a predominar en el Partido Colorado, seríamos los receptores del voto de los frenteamplistas desencantados. Los sofismas que encierra tal razonamiento no caben en esta columna.

Tercero: marcamos el 8%, pero somos decisivos para el resultado electoral. Curiosa contradicción. Nótese que, además del carozo partidario, también prestigiosos analistas afirman que el resultado de las próximas elecciones depende de que el Partido Colorado recupere el voto batllista, que en los tres últimos períodos habría acompañado al Frente Amplio. Este razonamiento es cierto si se refiere a la primera vuelta de octubre, que define el mapa legislativo. Pero no aplica para la segunda vuelta de noviembre. En efecto, los ciudadanos de talante batllista que se resolvieran a votar al Partido Colorado en octubre, en el balotaje de noviembre volverían a sucumbir ante el llamado de la "batllidad", que hace tres elecciones encarna en el candidato del F.A. mejor que en el candidato contendor (que también para las próximas, según cualquier perspectiva razonable, será del Partido Nacional). Los que no consideran que el PC sea árbitro de nada son los blancos, que CREEN QUE EN LA PRÓXIMA PUEDEN GANAR SOLITOS.

 

VAMOS QUE VENIMOS

 

¿Por qué los blancos creen que pueden ganar el balotaje 2019, si lo perdieron las últimas 3 veces? ¿Por qué alcanzarían el 50% más uno en las próximas, si nunca pudieron superar el 35%? ¿Por qué podrían con Lacalle Pou si no pudieron con Lacalle Herrera, ni con Larrañaga, ni con el mismo Lacalle Pou? ¿Por qué podrían con Martínez (si no con Mujica) si no pudieron con Vázquez, ni con el mismo Mujica? ¿Por el desgaste del Frente Amplio en el gobierno? ¿Porque se agotó el ciclo frenteamplista? ¿Por las evidencias de nepotismo y corrupción? ¿Por la embestida autoritaria que están llevando adelante? ¿Por la seguridad, la educación, la inserción internacional, el agro? ¿De verdad no aprendieron nada del siglo XX? ¿Por qué gente inteligente se rinde al voluntarismo? Afortunadamente, empiezan a oírse voces que buscan abrir camino en esta selva oscura. Ahí están Larrañaga, García, Gandini, Iturralde, hablando de acuerdos programáticos, concertaciones, espacios más grandes. Ahí está, a su manera, Mieres; ahí está, a la suya (por más que me disguste), Novick. Todas las aproximaciones al tema insinúan una certeza apodíctica: para ganar el balotaje, hace falta hasta el último votito opositor. La búsqueda es obvia: ¿cómo hacemos para que todos los ciudadanos que en primera vuelta votan a la oposición, encarnada en candidatos tan distintos, voten al que pasa al balotaje, que en principio les resulta repelente? ¿Cómo hacemos para superar el tan recurrido "Yo a Fulanito no lo voto"? ¿Cómo hacemos para competir con la "batllidad" frenteamplista en el próximo balotaje? ¿Cómo hacemos, por nuestros hijos y por los hijos de nuestros adversarios, para conjurar la ominosa perspectiva de un cuarto gobierno frenteamplista? Los blancos solitos no pueden; el balotaje solito, probado está, tampoco; un abrazo a las apuradas en octubre, tampoco. ¿Un acuerdo programático? Me suena insuficiente, y no podemos quedarnos cortos. ¿Un acuerdo programático y un compromiso político de gobernar en coalición? Tibio, tibio... efectivamente, una coalición es indispensable para gobernar. Y también lo es para ganar (preguntale al Frente Amplio).



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