Aunque no sea percibida aún en todo su riesgo, el país vive una coyuntura tan nueva como compleja de analizar con la independencia y profesionalidad necesaria. Nos hemos despegado en demasía del mundo. Algo grave nos ha sucedido con los códigos de comprensión ciudadana.  Empero…

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Columnas y análisis. Por Jorge Jauri

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No todo es motivo de desesperación

20.Abr.2018

      Aunque no sea percibida aún en todo su riesgo, el país vive una coyuntura tan nueva como compleja de analizar con la independencia y profesionalidad necesaria. Nos hemos despegado en demasía del mundo. Algo grave nos ha sucedido con los códigos de comprensión ciudadana.  Empero…

Nosotros, ciudadanos de a pie,  hemos sido demasiado complacientes con una espantosa banalización de la política, de la corrosión cultural e informativa que nos agravia y embobece. No todo, sin embargo, es motivo de desesperanza y rendición.

 El gobierno no puede ignorar este estado de situación. La oposición no puede seguir inventando formas de sumar votos en pequeñas operaciones o prácticas tan legitimas como indeseables. Así, en ese agravio a la inteligencia ciudadana,  sólo se  generan desconfianza y reticencias mayores. Cada vez es más difícil para un elector independiente cruzar las fronteras de las pertenencias afectivas: la oferta alternativa es confusa, ampliada en exceso, diluida en su intención abarcativa. Progresivamente vamos intuyendo que no habrá competencia por ideas ni adentro ni fuera de los Partidos establecidos. Esa política es demasiado cara y casi imposible de imaginar para un ciudadano común. El monopolio de la verdad subsistirá y eso, ahora, es demasiado disuasivo para un votante quien, además, no va a tener ninguna garantía contractual, como no sea un clásico “Programa” y un lindo discurso del jefe de turno. ¿Y después? Después frente al conflicto? Después frente a las exigencias del desequilibrio? Después frente a la inercia del poder avasallante  del Estado y las corporaciones….?  Qué habrá después y qué instrumentos tendrá quien, electo, deberá administrar  ese portentoso caos que asoma?

Los multiplicadores de opinión

En el marco de esceptismo y resignación que nos rodea hay un desdén demasiado elocuente respecto al papel que en la emergencia deberán cumplir las decenas de miles de multiplicadores de opinión. No hay lugar para ellos en la política partidaria porque allí la discusión real y fundada no es muy creíble.  Pero esa gente vive y lucha en la sociedad todos los días. Son decenas de miles de ciudadanos que tienen capacidad de comprensión, códigos y  reputación. No son los caudillos o jefes de aparato. Son simplemente ciudadanos enterados de sus responsabilidades. Eso hombres y mujeres son los que pueden y deben ser objeto de atención en la formulación de una oferta electoral diferente. Oferta que desprecie la banalidad del discurso ordinario. Que sea capaz de inventar desde su propia lejanía del poder, desde su íntima libertad,  propuestas y pequeñas operaciones capaces de agregar verdad, juicio e iniciativa política abriendo caminos o atajos transversales a las estructuras  prestablecidas e inaccesibles.   

En ese conjunto se deberá focalizar parte importante del diseño de una sub  oferta programática,  cercana a la verdad, preñada íntimamente de razonabilidad,  cercana a quienes, en ese “después” han demostrado ser capaces en varias circunstancias de manejar con flexibilidad y pericia varias catástrofes que podían haberse desencadenado, en estos últimos treinta años.

Mirada desde allí, hay un estrecho margen desde el cual pensar que, quizás este escenario inmediato no deba ser necesariamente tan pobre e intrascendente. Quizás sea posible que ese regreso masivo a la práctica política de decenas de miles de “descreídos” o de aquellos que, poseedores de códigos de comprensión mayor acerca de lo que en realidad está sucediendo en el país,  logren demandar otro tipo de respuestas y compromisos de sus promitentes representantes.

Una proposición a vía de ejemplo

Sería ese un escenario en el cual  ese cuerpo electoral de definiciones inciertas pudiera moverse, juzgar y decidir en mayor competencia y responsabilidad individual. Ya no habrá mayorías absolutas.  En ese escenario quizás sea posible pensar esa oferta desde otros vectores de interés y realineamientos electorales y algo más. Por ejemplo:

  • ·       Jerarquizar y publicitar aquellas normas que garanticen el cumplimiento de los contratos principales. La Constitución y  los códigos que protegen las garantías individuales. Jerarquización y fortalecimiento del Poder Judicial.  Reivindicación de la función represora como garantía de convivencia y cumplimiento de esos contratos. Precisión del alcance de la libertad y la legitimidad de la represión aunque esta se deba ubicar en los extremos del marco legal. ” ¡ Atención con soluciones menos estrictas; porque puede la nación caer en manos de un Tirano!” –advertía Montesquieu, quizás refiriéndose a su frecuentada mención de la tiranía de las mayorías…
  • ·       Cumplimiento de la  función principal del Estado actuando exclusivamente en aquellas zonas que  aseguren esas garantías contractuales básicas. Estado capaz de limitar se desde si mismo. Reestructura y promoción de la regulación en defensa de la sociedad.
  • ·       Comprometer contractualmente al promitente representante  de anteponer a toda obligación emanada de normas partidarias circunstanciales, la obligación de defender con responsabilidad estrictamente individual  los derechos personales de sus electores. Defensa intransigente de la libertad como principio mayor  y razón de utilidad.
  • ·       Compromiso de apertura intransigente al mundo y reestructura de las funciones pública en la formación ciudadana,  par y passus con esa determinación de apertura y competencia.  En tanto, explicación, fundamento y agenda del cambio educativo a estos efectos. Preparación y entrenamiento del ciudadano para la competencia mayor.
  • ·       Propensión a convivir con las organizaciones sociales en  la creación urgente de otras “zonas de partida” a las cuales volver a los desposeídos o caídos producto de une dinamización de la sociedad y un riesgo de fractura inevitablemente mayor (principio  de Ralws  para la legitimación de la democracia y la libertad). Reformulación o precisión de esas garantías de equidad social pero desde ese enfoque y sus tareas. Compromiso y capacidad de volver al “ciudadano en competencia y diferenciación natural”  al punto de partida. 
  • ·       Promoción y defensa de las dos instituciones  principales. La familia y la Escuela utilizando a plenitud todos los recursos e instrumentos  disponibles. Reseteando desde esa obligación todo el diseño presupuestal y tribuario en particular. Ese binario compone gran parte de aquel “nuevo punto de partida”  garantía de la libre competencia y la apertura: la construcción ciudadana permanente y sus principales lugares didácticos. Preparación de esos espacios de recomposición educativa y terapéutica  de los caídos de esa trama social acelerada del progreso, de los presos, de los alienados…

 

 

 

 

 

 

La decisión es estrictamente personal y tiene sus costos

 

Esta “oferta” debe ser compuesta con desapego a las lápidas que imponen las formaciones políticas cerradas. Pero probablemente deba ser impulsada desde ellas en el ejercicio de nuevas y muy audaces prácticas de buena política a las cuales todos deberíamos regresar más decididamente.  Cada uno sabrá si le cae o no el sayo…

Y algo más, necesariamente esa oferta deberá adoptar  formas contractuales, bien alejadas del formato clásico de un “Programa” electoral.