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Acuerdo Grande

Acuerdo Grande

Por una coalición opositora

Sobre el autor

Miguel Manzi (1957), abogado, inicié mi actividad política en 1980 militando por el "NO" contra la dictadura. Fui diputado de la "Lista 85" del Partido Colorado. Emigré en 1995, viviendo en Bolivia, EE.UU. y Honduras, donde culminé mi periplo como Representante del BID, a cargo de 120 operaciones por 1.000 millones de dólares. En 2011 renuncié al BID y regresé a Uruguay, retomando la actividad política en torno al Proyecto Montevideo, cuya información completa está en http://miguelmanzi.com/

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OTRA VEZ "PELIGRAMOS GANAR"

24.Jun.2018

 

El gobierno y el Frente Amplio están en un muy mal momento. Por la seguridad, por el desempleo, por la pobreza, por la fractura social, ¡¡por la corrupción!! Pero falta un año y medio para las elecciones nacionales, de modo que es un buen momento para estar en un mal momento. El Frente Amplio es la construcción política más exitosa de los últimos cincuenta años; puede ser verdad que ya alcanzó su cenit y ahora estaría declinando; pero declinación no equivale a derrota en el corto plazo, anclado como está el Frente en las profundidades del entramado social, y encaramado como está en las alturas del aparato estatal. Sería de una imperdonable ingenuidad suponer que el Frente Amplio no tiene recursos para llegar en buena forma a las elecciones; y si por un azar los propios le fueran escasos, están los recursos del Estado, de los que el Frente usa y abusa, como ya vimos, vemos y veremos, con impudicia creciente conforme se acerquen los comicios.

 

LA MALA NOTICIA

 

La mala noticia es que, como el Frente está pasando un mal momento, crece en algunos ánimos la expectativa de que, si hacemos las cosas más o menos bien, aún sin aplicar variantes significativas o esfuerzos extraordinarios, se le puede ganar. Hablando en plata: los blancos, que marcan treinta y pico en las encuestas (su techo histórico), creen que pueden llegar al cincuenta más uno. En tanto colorados, independientes y de la gente, que marcan un dígito (en el caso de los colorados, su piso histórico), creen que pueden crecer vigorosamente. En extremos de delirio, no falta en esos partidos quien crea que puede pasar al balotaje; pero en la hipótesis de mínima, todos creen que, con una votación acrecida, serán decisivos para el triunfo de la oposición, suponiendo que su electorado acompañará la fórmula opositora que pase al balotaje. Según este pensamiento mágico, pues, para ganar bastaría con hacer las cosas más o menos bien, en el formato tradicional. Es otra versión del mínimo esfuerzo que nos costó perder las pasadas elecciones departamentales en Montevideo, donde fuimos capaces de armar una coalición electoral (el Partido de la Concertación), pero apenas electoral, haciendo todo lo demás de modo insuficiente, torpe y dañino. Así nos fue.

 

YO A FULANITO NO LO VOTO

 

En el Parlamento, toda la oposición viene votando consistentemente unida en todos los temas de importancia (en general en contra de las políticas que promueve el gobierno). Por consecuencia natural, dirigentes de todos los partidos opositores han propuesto alcanzar acuerdos programáticos de cara a las próximas elecciones, en las materias clave. Pero un acuerdo apenas programático, es tan insuficiente para ganar, como un acuerdo apenas electoral. No da, no alcanza, no mueve la aguja. Está probado y comprobado que un porcentaje mínimo pero decisivo de votantes de la oposición en octubre, no se traga votar a la fórmula del partido que pasa al balotaje en noviembre; se resiste a ejecutar el acto contra natura que significa votar a aquellos contra los que competía apasionadamente hasta un mes atrás. De nuevo, hablando en plata: hay batllistas que no votan herreristas; seguramente ocurra lo mismo con votantes del Partido Independiente; así como supongo que hay blancos que no se bancan votar a los colorados; y aún, ¿alguien piensa que votar a Lacalle Pou es fácil para un votante de Larrañaga? (o viceversa). Es el síndrome de "Yo a Fulanito no lo voto", o "Yo al partido Tal no lo voto". La evidencia de los dos últimos balotajes es abrumadora. La buena noticia es que, en Montevideo, blancos y colorados ya votamos "fuera del lema" (al Partido de la Concertación) y a nadie se le derritió la mano. O más todavía: la abrumadora mayoría votó fuera del lema y fuera del candidato del lema (que lo eran Rachetti y Garcé, como todo el mundo sabía), haciendo rico y famoso al independiente que completó la terna (Novick), sin remordimientos.

 

COALICIÓN vs. COALICIÓN

 

El balotaje favorece a las coaliciones; en Uruguay la única coalición que existe es el Frente Amplio. Al contrario, las tradiciones políticas nacionales no favorecen los acuerdos de ocasión (fueron 160 años de bipartidismo). El desafío que no pueden sortear los partidos opositores, es que todos, toditos quienes votan a la oposición en la primera vuelta de octubre, voten a la fórmula del partido que pasa al balotaje de noviembre. Ese milagro lo concretaron Batlle y Lacalle Herrera (dos liderazgos mayores) en 1999, cuando el sistema todavía estaba dividido en tercios, pero nunca más se repitió (ni esa conjunción de liderazgos, ni aquellos tercios). Hoy, para construir una alternativa a la coalición Frente Amplio, que sea a la vez políticamente confiable y electoralmente competitiva, es necesario armar una coalición integral de todas las fuerzas opositoras; para llegar a las elecciones de octubre con un programa común, sí, pero también con una fórmula común y multipartidaria (como son las fórmulas del F.A.: Vázquez-Astori, Mujica-Astori, Vázquez-Sendic), que todos podamos votar sin complejos. En virtud de la restrictiva legislación electoral uruguaya, la única manera de llegar con una fórmula común a octubre, es que todos los candidatos de todos los partidos opositores compitan en las elecciones internas bajo el mismo lema: Lacalle, Larrañaga, Alonso, Antía, Mieres, Novick, Amorín, Amado, Talvi, todos. Por ley, el que gana encabeza la fórmula; y por acuerdo político, de vice va el candidato más votado del partido más votado, asegurando así que la fórmula sea multipartidaria. Una interna grande, tan atractiva como competitiva, entre los partidos y los candidatos coaligados, donde además de la fórmula común se procese un gran debate de ideas entre liberales y socialdemócratas (todos republicanos), se construya un gran equipo técnico y un gran elenco político, para apoyar a un gran gobierno que lleve adelante un gran proyecto alternativo que cambie el rumbo del país. 



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