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Pablo Mieres

Pablo Mieres

Columna de Pablo Mieres

Sobre el autor

Doctor en Derecho y Ciencias Sociales. Sociólogo. Presidente del Partido Independiente. Senador por ese partido para el período 2015-2020.

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Hay algo que sigue vivo.

08.Jul.2018

Parecía que nunca más íbamos a poder recuperar la herencia de nuestra gloriosa historia de logros deportivos e imagen positiva en el concierto del fútbol mundial.

Los que somos fanáticos del fútbol y seguimos con pasión, sufriendo y disfrutando los avatares de nuestra selección desde hace décadas, podemos dar fe del gigantesco cambio que se ha producido en la performance de la selección uruguaya.

En efecto, desde el Mundial de Sudáfrica hasta hoy, se ha gestado una verdadera y profunda transformación de la imagen y de la realidad del fútbol uruguayo. Y no estamos hablando solamente de los resultados deportivos, que también han mejorado sustancialmente, sino de un proceso global que incluye un cambio en valores, principios, fundamentos de trabajo y construcción de un proceso de larga duración.

No hay que olvidar los viejos tiempos. Las frustraciones, los intereses particulares, la intromisión indebida de empresarios del fútbol en la toma de decisiones deportivas, la falta de compromiso con la selección, la inestabilidad institucional permanente. Estuvimos hundidos en resultados, en imagen, en tipo de juego y en comportamientos en la cancha y fuera de la cancha.

Parecía que nunca más íbamos a poder recuperar la herencia de nuestra gloriosa historia de logros deportivos e imagen positiva en el concierto del fútbol mundial. El programa de Facundo Ponce de León, El Origen del Fútbol Uruguayo, puso sobre la mesa un asunto fundamental: la explicación de nuestros éxitos pasados en este campo no fue resultado de la versión mal entendida de la "garra charrúa", como sinónimo de "meter pata", "meter la pesada", ganar pegando y, si nos va mal, armar un escándalo o inventar justificaciones falsas.

Todo lo contrario, nuestros éxitos futbolísticos se fundaron en nuestro nivel de juego, la calidad de nuestros jugadores, la capacidad de jugar bien al fútbol. Por algo Uruguay no perdió un solo partido de fútbol en un Mundial hasta las semifinales del Mundial de 1954.

Sin embargo, después de la gran revolución futbolística que ocurre entre el Mundial de 1970 y 1974, nuestro país perdió la brújula y tanto las búsquedas futbolísticas como institucionales rumbearon hacia decisiones equivocadas que ahondaron nuestra profunda crisis. No vamos a repasar los tiempos negros del fútbol de selección, hay muchas cosas muy tristes y oscuras que dominaron la escena durante largos años.

Lo que importa es que se pudo cambiar sustancialmente para vivir lo que ahora vivimos todos los uruguayos. La frase del Maestro Tabárez: "El camino es la recompensa" es el símbolo de la recuperación del rumbo.

Hubo una conducción política en la AUF que se impuso a los intereses particulares y económicos inmediatos dominantes para recrear la idea de un objetivo común y superior. Una conducción que apoyó la idea de un proceso de largo aliento, que superó las tendencias triunfalistas inmediatistas, que respaldó un camino desde las selecciones juveniles hasta la selección mayor. Y aunque los representantes de los intereses negativos lograron derribar a Sebastián Bauzá, que fue el símbolo del cambio directriz, la orientación siguió vigente, preservando el camino iniciado.

Hubo también un equipo técnico que desarrolló un concepto central de la importancia de forjar equipo, de crear lazos, de apostar a valores que superan lo inmediato.

Y demostraron que se podía cambiar una realidad muy adversa para colocar nuevamente a Uruguay entre los principales países que animan el fútbol mundial.

En un momento en el que el país parece estar bloqueado, sin rumbo y sin avanzar en la resolución de sus principales desafíos. En donde predominan las justificaciones que señalan que resulta muy difícil cambiar algunas cosas centrales que hacen a la pérdida de nuestra calidad de vida.

En un momento en que la transparencia resulta un reclamo creciente de ciudadanos insatisfechos con la realidad política, con los políticos y con el gobierno. En un momento en que parece que hay muchas cosas que es imposible cambiar, el ejemplo del proceso de la selección uruguaya se impone como referencia para trasladar a la realidad general de nuestro país.

Para recuperar ese país del que estuvimos tan orgullosos, para recuperar la calidad educativa, para reconstruir la integración de nuestra sociedad, para crecer con equidad incluyendo a todos, para vivir en paz y tranquilos, para abrir nuestro país al mundo es imprescindible cambiar.

Es imprescindible construir nuevas lógicas de trabajo, estar dispuesto a tirar abajo obstáculos, miedos y prejuicios para promover nuevas lógicas innovadoras en las formas de hacer política, en las formas de gobernar, en las formas de construir acuerdos. Y sobre todo, para estar dispuestos a sostener dinámicas de cambio que sean capaces de enfrentar y superar las resistencias históricas y los particularismos corporativos que impiden que nuestro país avance.

No fue fácil el cambio en el fútbol, no es fácil el cambio que necesitamos impulsar en nuestra sociedad, pero es posible hacerlo.

Ese es el mejor legado que nos deja el proceso de la selección.