El lector tiene que saber que quien esto escribe ha cometido ilícitos: fotocopié cuanto libro pude en mis estudios de Profesorado de Historia en el IPA y luego en el posgrado de Historia Económica y Social en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República.
No es porque no me gusten los libros, diría, es de aquellos objetos que me encantan. Me gusta leerlos claro... no todos, hay que ser selectivo. Comprarlos, tenerlos, mirarlos, guardarlos, prestarlos, regalarlos. Los libros nos transportan, nos llevan a mundos reales o imaginarios, nos ayudan a ser mejores personas y sobre todo a entender mejor el mundo en que vivimos.
Estoy convencido que en la medida de sus posibilidades las personas comprarían más libros si éstos fueran más accesibles. Es difícil admitir que una fotocopia supere en algo más que en el precio, al libro.Me hubiera encantado tener las obras completas de Hobsbawm, los libros de Pierre Vilar o Adam Schaff, o las obras completas de Barrán y Nahum. y tantas otras!
No podía hacerlo, simplemente eran caros.
Alguna vez escuché a un docente decir que no íbamos a llegar muy lejos leyendo fotocopias, algo de razón tenía. Comparto la visión de que no siempre, tal vez nunca, es bueno quedarse con un fragmento sin conocer el resto de la obra. Más que creer que hay que leer libros completos “porque sí” entiendo que hay que leer todo y cuanto sea posible mientras el estudiante valore que aporta al tema que está estudiando y fundamentalmente porque las obras se conciben como un todo. Es una realidad creciente que los estudiantes enfrentan dificultades a la hora de leer todo lo que deberían ya que en buena medida muchos de ellos combinan el estudio con el trabajo.
Como yo antes, miles de estudiantes no tienen otra alternativa que fotocopiar para acceder a sus materiales de estudio. Esta es una práctica generalizada, extendida y de la cual debemos dar cuenta. Hoy existen otros medios tecnológicos que hace una década no, pero es evidente que las fotocopias siguen teniendo su popularidad.
Este problema hay que resolverlo. No puede (ni debe) ser un ilícito el hecho que los estudiantes realicen fotocopias para acceder a sus materiales de estudio: siempre y cuando ello se realice sin fines de lucro, dentro de un marco institucional educativo y con fines educativos y/o de investigación. Otro problema a resolver es el préstamo en bibliotecas. ¡Parece mentira! pero el préstamo y muchas otras actividades que éstas realizan son hoy con nuestro ordenamiento jurídico, ilícitas1.
Tanto el Derecho a la educación y cultura como los Derechos de autor están fuertemente establecidos en sendos tratados internacionales y reconocidos en forma planetaria, son derechos fundamentales, inherentes a la personalidad humana y estampados en la Constitución de la República.
Está claro que estos derechos están interrelacionados, y los cambios que se realicen en la legislación deben ser equilibrados para que no sean vulnerados. Por ello la vía de las excepciones a los derechos de autor es un camino habitualmente adoptado y deben entenderse en sentido estricto. Limitaciones al Derecho de Autor que vienen de la mano del Derecho a la educación y al acceso cultural. El problema es que estas excepciones no deben quitar incentivos a las creaciones artísticas, culturales, o de cualquier índole innovadora.
Esas excepciones están también reguladas en lo que se conoce como la regla de los tres pasos: deben darse en casos especiales, no deben afectar la normal explotación de la obra y no perjudicar en forma injustificada los intereses de los autores. Claro que la discusión se establece entorno a lo que es justo o no y donde está el límite entre el interés general y la retribución correspondiente por los derechos creativos. En este punto nos encontramos hoy.
El Estado ha tenido dos caminos: el Plan Ceibal ha puesto en acceso miles de obras para niños y niñas y los autores han cobrado por esas lecturas “descargadas”; por otro lado la UdelaR ha trabajado en un formato de acceso abierto dado que es la “propietaria” de los contenidos que genera. El objetivo es el mismo: cuanto más acceso a la cultura seremos una sociedad más integrada, más inteligente, abierta y tolerante, por ello este tema es tan crucial.
La solución que se busca no puede desincentivar la creación cultural (no creo que este proyecto sea apocalíptico como algunos han marcado) ni perjudicar a los autores que deben mantener en su poder el derecho a decidir, en buena medida que hacen con sus creaciones. Ahora bien, las editoriales podrían trabajar en líneas de fichas de estudio económicas y desarrollar mecanismos de acceso digital, como ocurre en el nivel inicial: serían más baratos para todos y los autores podrían cobrar por sus obras.
Existen muchas experiencias en las que estos, han cedido el uso de sus obras para fines educativos. Por ejemplo Mario Carrero donó su famosa canción Santa Marta para su uso en las Escuelas Públicas. Quizás el ejemplo más representativo lo da el maestro Rubén Lena que desarrolló buena parte de su obra musical con fines educativos.
Debemos tener claro que en el mundo no se ha dado una solución única a este problema, que hay enormes intereses económicos y comerciales que van a presionar a las instituciones públicas. Grandes plataformas de contenido se verían beneficiadas con una legislación laxa al ofrecer plataformas de contenido en forma gratuita y dejaríamos a los autores desprotegidos desde el punto de vista legal. Por ello debemos discutir las políticas culturales como parte de un complejo de intereses públicos y privados, individuales y colectivos y no como una dicotomía entre los estudiantes y los autores que no existe.
En estos momentos nos encontramos estudiando el proyecto de modificación de los derechos de autor sobre el cual se ha llegado a un acuerdo entre la FEUU, AGADU y la CUL, este es un insumo fundamental para nuestra tarea parlamentaria. Pero el debate también debe incluir otros actores gubernamentales que son los que tienen el mandato legal de su tutela, como es el Consejo de Derecho de Autor y otros organismos sociales como las bibliotecas, o todos aquellos que trabajan con la información desde las más diversas plataformas.
Discutir en forma integral esos derechos, transitar hacia una Ley de Cultura que integre ese debate y la discusión del Plan Nacional del Cultura que se viene desarrollando es una oportunidad única para ello.
Debemos trabajar para la búsqueda de consensos sociales equilibrando el Derecho a estudiar con el Derecho de autor, y ello es posible porque tenemos el diálogo necesario entre las instituciones democráticas y la sociedad civil que tanto se ha movilizado por este tema, creo más: tengo la esperanza que el proyecto que aprobemos surja de un amplio consenso de los diferentes actores políticos y sociales.
1 http://abu.net.uy/2016/05/comunicado-abu-y-la-ley-derecho-de-autor/