Montevideo PortalColumnistas

Sobre el autor

La Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República tiene como objetivo alentar el desarrollo disciplinario e interdisciplinario en Ciencias Sociales, tanto a través de la investigación como de la docencia de grado y posgrado.

La institución ofrece hoy cuatro licenciaturas, cuatro doctorados, diez maestrías y una amplia variedad de diplomas de especialización.

En materia de investigación produce un conjunto amplio de actividades académicas, seminarios, publicaciones y asesoramiento a organismos públicos y privados, con el fin de proyectarse a la comunidad nacional y conectarse con los centros científicos internacionales.

Más columnistas

imagen del contenido Escribe Gerardo Sotelo
imagen del contenido Escribe Ana Jerozolimski
“Al ver las imágenes de Juan Guaidó regresando a su país (. . . ) lloré de emoción.
imagen del contenido Escribe Esteban Valenti
La diferencia en los indicadores de la violencia entre los barrios de la costa y del norte y el oeste de Montevideo corresponden prácticamente a dos países diferentes.
imagen del contenido Escribe Pablo Mieres

¿Es Nueva Zelanda un modelo de desarrollo para Uruguay?

17.Oct.2016

En esta nota argumentaré que lo fue en el pasado, pero debería dejar de serlo. Columna a cargo de Jorge E. Álvarez, Doctor en Historia Económica. Profesor Adjunto de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República. Programa de Historia Económica y Social, Unidad Multidisciplinaria.

¿Por qué Nueva Zelanda fue un modelo para Uruguay? Porque a pesar de sus similitudes, como el tamaño de la población, la especialización primario-exportadora y la superficie territorial destinada a la producción agraria, Nueva Zelanda logró en el largo plazo mejores resultados que Uruguay en dimensiones relevantes para el desarrollo. A modo de ejemplo: un sistema agrario de pequeñas y medianas propiedades con altísimos niveles de productividad; un desarrollo regional más equilibrado que se expresa en una mejor distribución territorial de la población; un sistema educativo con más altos niveles de cobertura en los tres niveles de formación; una sociedad más equitativa en la distribución de los ingresos que alcanzó más altos niveles de bienestar para su población. Buscando comprender (y adaptar) la clave del éxito neozelandés, los uruguayos hemos mirado desde hace más de medio siglo ese ejemplo con la ilusión de superar los obstáculos que nos han hecho vivir por debajo de lo que consideramos nuestro propio potencial como país.

¿Por qué Nueva Zelanda no debería ser más un modelo para Uruguay?

Porque los propios neozelandeses ven con preocupación cómo son cada vez más pobres, menos productivos y menos competitivos en la economía mundial. La principal paradoja de la economía neozelandesa muestra que, a pesar de estar ubicada en los primeros lugares del ranking mundial en variables consideradas relevantes para el desarrollo como la calidad democrática, el respeto a los derechos de propiedad, los bajísimos niveles de corrupción, de carga impositiva y gasto público como porcentaje del PBI, el país no ha logrado detener su caída en el ranking mundial de ingresos por habitante (Callaghan, 2009; Easton, 1997). Este proceso de rezago relativo es un rasgo que Nueva Zelanda comparte con Uruguay.

Si se consideran los niveles de PBI per cápita que reportan las estadísticas históricas (Bértola et al, 1998; Briggs, 2007; Maddison-Project, 2013) Nueva Zelanda y Uruguay integraron, a inicios del siglo XX, el grupo de los países más ricos del mundo. Esta posición se debió a que las dos economías tienen excelentes condiciones naturales para la producción agraria y se especializaron en la producción y exportación de un rango limitado de productos ganaderos (carnes, lanas, cueros, lácteos) que gozaron de posiciones de privilegio en los mercados de las economías desarrolladas de Europa. Sin embargo, en la segunda mitad del siglo XX, ambos países cayeron marcadamente en el ranking mundial de ingresos por habitante. Este declive ha sido interpretado como el resultado de las dificultades para adaptarse a los cambios que experimentó la economía mundial desde la segunda posguerra, en particular la pérdida de dinamismos de la demanda a escala global de los bienes que exportan ambos países. Un análisis a largo plazo pone en evidencia que, más allá del alza de los precios y el empuje de la demanda internacional de bienes intensivos en recursos naturales que tuvo lugar en la última década, la pérdida secular de dinamismo de la demanda internacional de bienes primarios fue erosionando las bases de la competitividad histórica de ambos países, sustentada básicamente en la productividad de la tierra. La expresión de este rezago relativo es que ambos países se especializaron en actividades con bajos niveles salariales y bajos niveles de productividad, mostrando serias dificultades para diversificar la economía (Skilling, 2009; Bértola et al, 2014). En última instancia, la brecha creciente de los niveles de ingresos por habitante de Nueva Zelanda y Uruguay con relación a los países desarrollados ha sido definida como una brecha de conocimiento, de tecnología (Hendy and Callaghan, 2013; Bértola et al, 2014).

¿Qué modelo para ambos países?

En la actualidad los neozelandeses debaten su modelo de desarrollo asumiendo que deben cambiar el patrón de especialización agraria, quebrar la dependencia del sector primario y expandir la base exportadora aumentando la participación de sectores y bienes basados más en conocimiento que en recursos naturales (Hendy and Callaghan, 2013). El debate enfrenta visiones e intereses, pero se realiza sin olvidar que en aquel país, como en el nuestro, el sector primario sigue teniendo ventajas para desarrollar conocimiento y agregar valor en áreas clave como la biotecnología, la electrónica y las propias tecnologías de la información y las comunicaciones (Oram, 2009) ¿Acaso no es hora de encarar este debate en Uruguay, lejos de posturas fundamentalistas, asumiendo que de esto depende el éxito de nuestro futuro desarrollo?

Referencias

Bértola, L., Calicchio, L., Camou, M. M., & Rivero, L. (1998). El PBI uruguayo 1870-1936 y otras estimaciones: Facultad de Ciencias Sociales, Programa de Historia Económica y Social.
Bértola, L., Isabella, F., & Saavedra, C. (2014). El ciclo económico del Uruguay, 1998-2012. In P. d. H. E. y. Social (Ed.), Documento de Trabajo (pp. 129). Montevideo, Uruguay: PHES.
Briggs, P. (2007). Looking at the numbers. A view of New Zealand economic history. New Zealand. New Zealand: NZIER.
Callaghan, P. (2009). Wool to Weta. Transforming New Zealand's culture and economy. Auckland, New Zealand: Auckland University Press.
Easton, B. (1997). In stormy seas : the post-war New Zealand economy. Dunedin, New Zealand: University of Otago Press.
Hendy, S., & Callaghan, P. (2013). Get off the Grass: Kickstarting New Zealand's Innovation Economy. Auckland, New Zealand: Auckland University Press.
Maddison-Project. (2013). The Maddison Project Database. http://www.ggdc.net/maddison/maddison-project/home.htm
Oram, R. (2009). New Zealand's Prosperity. In P. Callaghan (Ed.), Wool to Weta. Transforming New Zealand's culture & economy (pp. 130-137). Auckland, New Zealand: Auckland Univesity Press.
Skilling, D. (2009). New Zealand's Prosperity. In P. Callaghan (Ed.), Wool to Weta. Transforming New Zealand's culture & economy (pp. 120-130). New Zealand: Auckland University Press.