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Sobre el autor

La Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República tiene como objetivo alentar el desarrollo disciplinario e interdisciplinario en Ciencias Sociales, tanto a través de la investigación como de la docencia de grado y posgrado.

La institución ofrece hoy cuatro licenciaturas, cuatro doctorados, diez maestrías y una amplia variedad de diplomas de especialización.

En materia de investigación produce un conjunto amplio de actividades académicas, seminarios, publicaciones y asesoramiento a organismos públicos y privados, con el fin de proyectarse a la comunidad nacional y conectarse con los centros científicos internacionales.

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Fracturas intrageneracionales

13.Feb.2017

Estudios realizados en Uruguay en los últimos diez años, abonan evidencias sobre la fragmentación de los mundos juveniles y nos llevan a hablar de fractura, puesto que no solo son condiciones materiales desiguales de existencia, sino que está asociado a proyecciones de futuro, universos simbólicos, también distintos.

La juventud es una categoría que deviene del ciclo vital, al igual que la infancia, la adolescencia, la adultez, la vejez. La fundamentación de la perspectiva del ciclo de vida es que en cada una de las etapas (más allá de que no haya "esencias") al menos para las mismas cohortes (quienes hayan nacido en el mismo período) se verifiquen comportamientos similares. Sin embargo, se ha demostrado en las últimas décadas,  la tendencia a la diferenciación en los cursos de vida (cómo vive cada sujeto este periodo). Es lo que se ha llamado la deslinearización de las trayectorias juveniles: dado que observan diferencias relevantes y significativas entre los jóvenes de la misma edad.   Este fenómeno es constatado en el mundo entero (Staubery Walther, 2001, 2006;  Furlong et al. 2006; Casal, 1996, Casal et al., 2006).

Estudios realizados en Uruguay en los últimos diez años, abonan evidencias sobre la fragmentación de los mundos juveniles y nos llevan a hablar de fractura, puesto que no solo son condiciones materiales desiguales de existencia, sino que está asociado a proyecciones de futuro, universos simbólicos, también distintos.

El sexo como indicativo de género; la raza, el clima educativo del hogar de origen, el lugar de residencia (Montevideo o interior; urbano o rural) así como el nivel educativo alcanzado, muestran variables de corte que tienen efectos en las distancias que se producen entre los jóvenes nacidos en una misma cohorte, es decir entre las distancias intrageneracionales. (Filardo, 2012).

Por otra parte, se ha manifestado cómo las distancias para algunos eventos - en particular el inicio a la vida reproductiva- crecen en los últimos 30 años. En 1990 el 85% de las mujeres de entre 15 y 29 años que no superaban la educación primaria habían tenido su primer hijo a los 29 años mientras que la cifra entre las que habían alcanzado educación terciaria era del 45% . En el 2008 habían sido madres a los 29 años el 90% de las mujeres de menor capital educativo y el 33% de las que alcanzan estudios terciarios.

La brecha por nivel educativo crece en el período, tanto en varones como en mujeres, y lo hace aún más en el 2013 (Filardo, 2015). La edad para iniciarse en el rol de madre o padre es mucho menor para los menos educados, mientras que a medida que se avanza en el tiempo los que alcanzan mayores niveles educativos tienden a postergarlo más. Llegando a los 30 años, una alta proporción de las mujeres de menor escolarización son probablemente abuelas, mientras aún no han sido madres por primera vez las mujeres más educadas. Estas distancias nos hablan además de proyectos de vida muy distintos. Mientras para algunos/as este se ubica en la familia, los hijos y el rol de madres/padres, así como el ingreso temprano en el mercado laboral; para otros/as, ese tiempo (esa misma edad) es de "inversión" en capital educativo, con una proyección a futuro que enfatiza la realización personal en lo profesional y laboral. También significa "duraciones" diferentes de la juventud y en consecuencia de los ciclos vitales. Los proyectos de vida, los recursos con que cuentan, las oportunidades que tienen y la forma de vivir la misma edad, son radicalmente diferentes.

El estudio de la brecha entre varones y mujeres es imprescindible pero no suficiente para analizar las desigualdades sociales entre los/as jóvenes. Es necesario considerar simultáneamente el nivel educativo y el sexo, dado que las diferencias (y por tanto las desigualdades) más pronunciadas se dan entre las mujeres según su nivel educativo. Las edades a las que se produzcan los eventos o los tránsitos, o ejercicio de ciertos roles -dejar de ser estudiante, ser trabajador/a, madre/padre, salir del hogar de origen-, también revelan las diversas condiciones para enfrentar los próximos. La salida temprana del sistema educativo supone alcanzar bajos niveles de escolarización, lo que opera como una desventaja tanto para inserción en el mercado laboral como para la carrera y el acceso a determinado tipo de empleos. Tener el primer hijo a los 15 años, condiciona tanto el desempeñarse como trabajador/a remunerado/a, como la continuidad de la trayectoria educativa.

En los estudios sobre las condiciones de vida de la juventud importa conocer qué eventos ocurren y cuándo (calendarios), dado que no se procesa de la misma forma según sexo y nivel educativo, ni tiene las mismas implicancias.

 

Verónica Filardo es Dra. en Sociología por la Universidad de Granada (España).

Profesora titular, grado 5, DT, Departamento de Sociología.