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¡Cometamos nuevos errores!

¡Cometamos nuevos errores!

Columna de Daniel Mordecki

Sobre el autor

Profesional de Usabilidad, docente universitario, apasionado por las encuestas.

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¿Contribuye la regulación de las encuestas a una mejor democracia?

20.Feb.2018

El evento convocado por CEISMU en el parlamento no puede otra cosa que despertar simpatías. Pero este repentino interés por regular, surgido como de la nada, deja unas cuantas preguntas sin contestar.

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El evento "¿La regulación de las encuestas contribuye a una mejor democracia?" organizado por CEISMU, la cámara de empresas de encuestas de Uruguay el 22 de febrero próximo, ni más ni menos que en el Palacio Legislativo, no puede otra cosa que despertar simpatías.

Sin embargo, para los que seguimos las encuestas de forma sistemática, el repentino interés de las encuestadoras y la cámara que las agrupa por la regulación requiere una mirada más profunda y detallada.

Lo primero que llama la atención es precisamente el repentino interés: las encuestadoras, que siempre rehusaron el debate sobre la regulación ahora pretenden aparecer como sus principales promotores. No es una acusación al pasar: más de una vez me invitaron a debatir el tema en algún medio, para cancelarlo después “porque ningún encuestador acepto participar”, la última de ellas en el programa 33/56 Coordenadas para pensar Uruguay, dirigido por Gabriel Romano y Denise Mota. ¿De dónde sale este repentino interés en regular?

El segundo elemento llamativo es la agenda del propio evento: lo preside una pregunta abierta y compleja, que intentarán contestar 9 oradores. Y como cierre, en el décimo lugar de la lista de oradores, la cámara va a presentar su propuesta de regulación. Como es obvio que no la van a preparar allí en función de lo que escuchen, no es muy osado afirmar que poco importa lo que los oradores digan: quienes organizan el evento ya tienen posición tomada y preparada su propuesta. ¿Para qué pretender un debate tan abierto si la propuesta ya está elaborada?

En tercer lugar es necesario señalar que en uno de los puntos neurálgicos del problema de la regulación, las encuestadoras mantienen un silencio cerrado y una opacidad tozuda: la validación de sesgos y tendencias sería más sencilla con los datos crudos de al menos el ciclo electoral de 2014 (y si fueran sinceramente transparentes, todos los anteriores). Si realmente aprecian la discusión abierta y las opiniones de los demás, ¿por qué les niegan la información que necesitan para formarse precisamente esas opiniones?

En cuarto lugar cabe preguntarse por qué en una disciplina basada en los datos, nunca hablan de datos. La decisión de regular tiene que tener como pilar la convicción que surja de los números: son éstos los que tienen que fundamentar si es que las encuestas presentan algún problema para los procesos electorales y la democracia. La Red De Gobierno Abierto presentó sus argumentos de que las encuestas tienen fuerte sesgo desde hace mucho tiempo, lo que genera realidades totalmente distorsionadas. Y presentó también los datos que los fundamentan (http://www.rga.uy/encuestas/). Las encuestadoras no solo jamás hicieron alusión a estos datos, sino que tampoco aportaron los suyos. Toda la discusión pasa por los lugares comunes de la actitud de los Millenials, que difícil que es hacer hoy encuestas cara a cara, que los costos han subido, y que los frenteamplistas contestan muchas encuestas y los colorados pocas. ¿Por qué empresas y profesionales cuya especialidad son los datos, se niegan a hablar de datos cuando de regulación se trata?

Y por último, y tal vez lo más importante de todo: por qué no hacen mención siquiera al borrador de proyecto de ley que se negocia hace más de un año en el parlamento, y que me consta tienen en su poder hace mucho tiempo. ¿Qué los puede motivar a desairar de esa forma al propio parlamento que los auspicia, simulando que ignoran lo que conocen, que todos saben que conocen y que ellos mismos saben que todos saben que conocen?

Si estas preguntas quedan sin respuesta, tal vez las encuestadoras consigan aire fresco y renovado después de la catástrofe de 2014 y apoyándose en su capacidad de difusión y amplio peso político logren mover el foco de la discusión del proyecto que ya existe, de modo de quitar del medio la parte neurálgica del mismo: la obligación de hacer públicos los datos crudos antes de difundir una encuesta.

Sin embargo, si el periodismo profundo e independiente que tanto queremos y tanto aporta a nuestra democracia se pone los temas al hombro, seguro daremos un paso más hacia la transparencia en las encuestas. Y como no me canso de decir: más transparencia es siempre más democracia.



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