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Portal de Noticias de la Facultad de Comunicación y Diseño.

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Los docentes de las Escuelas de Comunicación y Diseño de la Universidad ORT se encontraron, más de una vez, con trabajos de sus alumnos dignos de ser publicados. Crónicas o entrevistas periodísticas, piezas publicitarias, diseños, cortos audiovisuales. Esos trabajos son los que se muestran en In situ, el portal de noticias de la Facultad de Comunicación y Diseño de la Universidad ORT Uruguay. Bienvenidos. http://insitu.ort.edu.uy

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El respeto de los medios por la vida privada

17.Oct.2012

Por: Nicolás Kronfeld.

En junio del 2009, una beba de 10 meses murió por una infección pulmonar. A raíz de un diagnóstico equivocado, los medios de comunicación dieron como seguro que la muerte se debía a que el padre había abusado de ella. Mientras la policía lo detenía, algunos cronistas policiales llegaron a preguntarle ''por qué lo había hecho''. Aquí se ofrece un análisis del caso desde el punto de vista ético.

En el mundo existen muchos códigos de ética periodística. Los hay para todos los idiomas y con énfasis en distintos puntos. Algunos se ajustan a realidades locales y otros consideran que la ética no debe amoldarse a las circunstancias sino que debe regir por encima de cada caso.

Tres códigos emblemáticos y de referencia para el periodismo mundial son los de Quebec, Unesco y Washington Post. Los tres abordan la cuestión periodística con el foco puesto en aspectos como la definición de la profesión, los valores periodísticos fundamentales, la verdad, el rigor, el plagio, la protección de las fuentes y el material periodístico, la vida privada, el derecho a la información, los derechos del individuo, los conflictos de intereses, entre otros temas. A su vez, algunos tratan con profundidad los procedimientos secretos, las formas de difusión de la información, la conciencia de los periodistas y el manejo de los errores.

Sobre los distintos subtemas trabajados en cada código, si bien son todos importantes e imprescindibles para un buen ejercicio profesional, se puede hacer un orden de prioridades o necesidades. Sin embargo, esa jerarquización dependerá del contexto geográfico e histórico que rodea el estudio, de modo que facilite una profundización útil en los temas más urgentes y que permita trabajar hacia las modificaciones necesarias para que los medios de comunicación masivos actuales sean difusores más responsables de la información que emiten.

Uruguay ha tenido -y tiene- grandes carencias en muchos aspectos de la ética periodística. Muchas otras sociedades también las tienen. A su vez, en este país, cada época ha requerido un reordenamiento de las prioridades. En los comienzos del periodismo, la definición de la profesión y los valores que transmite debieron ser cuidadosamente tratados y difundidos; en los años de la dictadura cívico-militar las carencias estaban en las garantías de protección de las fuentes, el derecho a la información, los derechos del individuo, los conflictos de intereses y la conciencia de los periodistas. Hace no muchos años, la verdad, el rigor, el tratamiento de los errores y el plagio vienen siendo objeto de estudio de muchos cursos universitarios. La historia reciente indica que urge refrescar los compromisos y las obligaciones de respetar la vida privada y la intimidad de las personas. Sobre este punto se hará énfasis en este trabajo.

Para abordar este tema se utilizará un caso tristemente célebre e ilustrativo, que además serviría para mostrar las carencias de rigor, el desconocimiento de los valores del periodismo, la falta de respeto por los derechos del individuo, el descuido total de las formas de difusión de la información y, posteriormente, el pésimo -por ausente- tratamiento de los errores. Más allá que este caso ofrezca tantas variantes, nos centraremos en la vida privada y en la intimidad de las personas.

Una nota de El Observador1 relata lo sucedido:

Ana le puso Paspol, porque la bebé tenía la colita paspada, y se acostaron todos a dormir. Ella, su marido Washington y la pequeña Caterine, de 10 meses, en la cama grande; Natalia de 8 años y Victoria de 6 compartían (y lo siguen haciendo) la cama de una sola plaza. No por fraternidad, sino por carencia.

Al otro día, Washington se fue a su trabajo en el cuartel, donde hace cuchillos y sables decorativos. Cuando Ana se despertó aquella mañana, notó que a Caterine le costaba respirar. Llamó a Washington pero él no atendió el celular; corrió hasta lo de una vecina y desde ahí llamó a Salud Pública, pero no la atendieron. Probó con el 911 y tampoco. Finalmente tuvo suerte en la comisaría del barrio. Un patrullero salió hacia el ranchito del barrio Nueva Quinta y los llevó a la policlínica de Capitán Tula. Sin embargo, una hora después el mismo patrullero se llevaba a Ana Freire, de 30 años, y Washington Velázquez, de 40, esposados rumbo a la comisaría. Eran sospechosos de haber violado y matado a su hija.

A partir de este hecho desgraciado, los medios de comunicación realizaron una cobertura sensacionalista, pormenorizada y abarcadora de todas las ediciones informativas. Expusieron a los padres ante la sociedad, mostraron la casa en que vivían y se dejaron llevar por supuestos que parecían seguros pero no lo eran, que vendían mucho pero mentían más. No honraron, entre otras cosas, el deber que tienen los periodistas según el código de Quebec de "respetar el derecho de cada individuo a la privacidad"2 ni estuvieron atentos a que "el respeto del derecho de las personas a la vida privada y a la dignidad humana, en conformidad con las disposiciones del derecho internacional y nacional que conciernen a la protección de los derechos y a la reputación del otro, así como las leyes sobre la difamación, la calumnia, la injuria y la insinuación maliciosa, hacen parte integrante de las normas profesionales del periodista"3.

La cadena de errores resultó sencilla: una pediatra de Salud Pública concluyó que la criatura había sido violada porque ya estaba muerta cuando la madre llegó corriendo con su hija en brazos y, tras la revisación del cuerpo, creyó encontrar cierta dilatación anal y semen entre las nalgas; varios cronistas policiales escucharon en su radio que murió una beba de diez meses y que el principal sospechoso era su padre, ya que se encontraron restos de una sustancia blanca y pegajosa en su esfínter anal, y todo hace suponer que su progenitor la violó, pero deciden dar un paso más y elaboran el copete de la noticia dando por sentado que esa sospecha está confirmada; también entrevistan al padre a la salida del juzgado y le preguntan -entre otras cosas- por qué lo hizo.

Los errores trascendieron el ámbito profesional del que partió el diagnóstico de violación, asegurándose que se trataba de un supuesto comprobado. Los medios llegaron hasta los vecinos de la familia: alarmados por la atrocidad que era noticia, invadieron la casa de la familia Velázquez y saquearon sus pertenencias, haciendo justicia con sus propias manos. Al otro día, como si fuera a propósito, como si se tratara de un ejercicio de ética periodística, los familiares de Caterine fueron declarados inocentes. "La autopsia del forense Guillermo López fue determinante: el cuerpo tenía los genitales sanos y se apreciaba crema entre labios y nalgas"4, explica la nota de El Observador. Caterine murió por una infección respiratoria.

Este asunto -que parece olvidado en los medios de comunicación masiva de Uruguay- repara en que el derecho a la información es "un derecho fundamental del individuo que enriquece la vida privada de los ciudadanos, permitiendo que ensanchen sus horizontes y conocimiento"5. Sin embargo, eso no habilita a ventilar cualquier detalle de la vida personal de los ciudadanos: "Cuando la información privada es de interés público y no solo de curiosidad pública simple, los periodistas deben dar preferencia al derecho a la información. Esto es particularmente importante: cuando las figuras o los individuos que tienen responsabilidad pública están implicados, y cuando ciertos elementos de su vida privada salen a la luz cuando ellas ejercitan sus deberes públicos, o cuando ponen sus vidas públicas o comportamiento público en perspectiva apropiada; cuando un individuo hace pública su vida privada; cuando los asuntos privados ocurren en el terreno público"6.

Y son más los códigos que abordan el tema. El libro Ética periodística en la Argentina y en el mundo, de Pablo Mendelevich, resume lo sustancial de los más categóricos. Principalmente, sitúa el "problema" en reconocer un derecho a la privacidad sin dejar de avanzar sobre el espacio íntimo de una persona cuando esa intromisión está justificada.

El código chileno dice que solo se indagará dentro de la vida privada "cuando la divulgación de actos privados sea necesaria por razones de fiscalización pública de probidad funcionaria o cuando al amparo de la intimidad se está violando el derecho a la integridad física, psicológica u otro derecho individual"7; en este caso se aplicaba este "permiso" de indagar, aunque no de esa manera. Sobre la forma, el código de ética de los periodistas de Myanmar parece redactado con la mirada puesta en este caso: "El periodista reconocerá el derecho a la privacidad, particularmente de personas privadas (...) esencialmente en casos de tragedia o dolor, crimen (especialmente violencia o crímenes de explotación sexual), o en tiempos de vulnerabilidad"8.

En Croacia son más exigentes en cuanto al valor sagrado de la vida íntima: "El periodista debe proteger la vida privada del hombre contra la exposición injustificada o sensacionalista al público". Puntualiza que esa protección deberá ser proporcionada en estos casos: "En la divulgación sobre accidentes, tragedias de la familia, enfermedades, niños y menores de edad, procedimientos de la corte, donde el periodista debe respetar la inocencia, integridad, dignidad y presuntas sensaciones de todas las personas implicadas".

Empero, por más que en Uruguay no se respetan mucho los códigos (por lo menos en este punto), hay partes que se alarman por estas serias violaciones de la intimidad de las personas. Tras el repudio a las acciones mediante las redes sociales, la familia de la beba fallecida decidió acusar por la vía legal a varios medios de comunicación.

Los tres canales privados fueron demandados por 750.000 dólares cada uno, según explicó el abogado Nicolás Pereyra en No Toquen Nada -el periodístico matutino deOcéano FM-, quien sostuvo que esos medios cometieron errores que dañaron la reputación de la familia.

El sustento del argumento es fuerte. Alcanza con citar algunos pasajes de la cobertura para comprenderlo. El informativista de Telenoche 4, Fernando Vilar, por ejemplo, presentó la noticia así:

Señores, comenzamos con una noticia realmente horrenda. Uno no encuentra palabras para compartirla con ustedes. Una beba de 10 meses nada más, 10 meses, habría sido asesinada tras ser sometida a un abuso sexual. Fue en su propia casa del barrio 1º de Mayo. Están detenidos el padre, la madre y un tío de la bebé.

Jorge Traverso, en Subrayado, dijo:

Es un día fatal, ¿eh? Una beba de 10 meses falleció mientras recibía asistencia médica en una policlínica de Piedras Blancas. Los médicos que la atendieron constataron signos de violencia y abuso.

En Telemundo 12, Aldo Silva aseguró:

Vamos a comenzar por este tema que está conmocionando a la opinión pública en nuestro país. Estamos hablando del caso de violación y muerte de una beba de 11 meses. La madre y su cuñado acusaron en la policía al padre de la pequeña, que es un soldado de 38 años.

Después de las infelices presentaciones de los informativistas, siguieron los desafortunados copetes. Si para muestra sobra un botón, esto decía la voz en off del informe de Canal 10:

Una beba de tan solo 10 meses murió en una vivienda de Piedras Blancas y la policía comprobó que fue violada. En principio se creyó que se trataba de un nuevo caso de muerte súbita, pero la pediatra revisó a la niña y encontró signos muy claros de violación. Dio cuenta a la policía: efectivos de la seccional 17 detuvieron a la madre de la menor, al padre y al tío de la criatura. El tío tiene 36 años, no tiene antecedentes penales y vive en la misma casa. El padre de la menor tiene 37 años y es un militar en actividad. La madre tiene 28 años. El matrimonio tiene otras dos hijas de seis y ocho años. Una vez que el juez Fernández Lecchini se enteró de lo sucedido, ordenó que las dos menores fueran internadas en el Hospital Pereira Rossell porque se estima que también fueron víctimas de abuso. Según supo la policía, aparentemente el hombre abusaba de sus otras dos hijas de seis y ocho años.

Los códigos de ética periodística no deberían ser un mero trámites con los que los medios deben cumplir para comenzar a ejercer la tarea que los convoca, sino que urge tomarlos como una clara referencia, como lo sugieren varios preámbulos. El de Quebec sostiene que "esta Guía formula las reglas deontológicas que deben orientar el trabajo de los periodistas. Ellas determinan su credibilidad, que es su valor más preciado. (...) El periodismo se practica, cada vez más, fuera de las grandes redacciones y la transmisión de la cultura periodística -de las normas deontológicas- se realiza con mayor dificultad de una generación de periodistas a otra".

Quizá no deberían consultarse si los medios de comunicación masiva los tuvieran interiorizados. Pero no es el caso. Se trata de una evolución de los medios de comunicación, como puede ser la de una persona. En la escuela, el niño está "regulado" por más directivas que las que tendrá cuando sea adulto y pueda tomar el camino que desee. Eso no es así por casualidad, sino porque se entiende que a una edad temprana hay que encaminar a la persona, mientras que en cierto momento, el individuo está capacitado para elegir y transitar su propio camino.

Quizá la discusión deberá ser en qué momento de la vida están los medios de comunicación del Uruguay y en base a las conclusiones, regular más o menos la función periodística. Una buena lectura de la realidad permitirá saber si se precisan controles escolares o libertades adultas.

Los problemas o deficiencias de un código -al igual que las de una regulación sobre los contenidos de los medios de comunicación- no existen per se, sino que se potencian o anulan según cómo se relacionan con la realidad de los medios a los que enmarcan. El objetivo es llegar a que "los periodistas de la redacción y las direcciones de las empresas periodísticas encontrarán un enunciado útil de las reglas deontológicas de su profesión, que las exigencias de la competencia pueden hacer perder de vista. Sin la ayuda de las direcciones de los medios, la puesta en práctica de las normas deontológicas de esta Guía puede verse seriamente comprometida".

El diagnóstico deberá ser preciso y fundado, pero coberturas como la que se realizó en este episodio tomado de ejemplo demuestran que no hay señales de un trabajo responsable en los medios. El diario El Observador volvió a visitar a los padres que perdieron a su hija, dos años y medio después.

Washington dice que en el barrio no lo tratan bien. Él los ayudaba a hacer planchadas y erigir viviendas junto a su hermano, pero lo dejaron de llamar. 'Hablan por lo bajo, señalan con el dedo, como que te miro y no te miro', apunta. A la mujer de Walter, el hermano, una vez en un almacén, le dijeron que su marido era un violador. '¿Vos cómo sabés eso?', le preguntó la esposa. "Porque lo vi en la tele", contestó.

 

 

Este ensayo fue realizado por el alumno Nicolás Kronfeld para la materia Ética y libertad de expresión, dictada por Agustín Courtoisie en el quinto semestre de la Licenciatura en Comunicación Periodística.

Foto: Universidad ORT Uruguay.

Vea más trabajos de estudiantes de Comunicación y Diseño en el portal In situ, además de noticias de ambas áreas. 

 

[1] Bianchi, César (2012). "Hablan por lo bajo y nos señalan". Diario El Observador, (21 de enero de 2012).Recuperado el 11 de julio de 2012.

[2] Mendelevich, P. (2005). Ética periodística en la Argentina y en el mundo. Buenos Aires, Argentina: Konrad Adenauer Stiftung.

[3] Pérez Fuentes, J. (2004). Ética periodística. País Vasco: Universidad del País Vasco.

[4] Bianchi, César; Ídem 1.

[5] Mendelevich, P.; Ídem 2.

[6] Mendelevich, P.; Ídem 2.

[7] Mendelevich, P.; Ídem 2.

[8] Mendelevich, P.; Ídem 2.