Otro de los temas del momento, sin dudas, es el del matrimonio igualitario, y es uno que, como toca una amplia variedad de prejuicios, se presta para ser defendido desde lugares poco defendibles.
Por segunda vez me voy a referir a un político blanco, y aclaro que no es más que una coincidencia, que se explica si uno mira que, por ser el reducto de defensa de la Iglesia Católica, es el partido que ha esgrimido los peores argumentos. Y eso que los Bordaberry están en la vereda de enfrente.
Me refiero, en este caso, a la argumentación que hiciera Gerardo Amarilla, diputado por Rivera del Partido Nacional, Lista 15 (No deja de resultarme extraño que justo en Rivera esta lista sea blanca). Veamos para empezar el siguiente video, o la transcripción de lo dicho en “Patria”.
Como se ve, comienza con algo que no se dijo nunca (ironía), pero que no por poco original es un mal comienzo: “El artículo 40 de la Constitución establece que “La familia es la base de nuestra sociedad”. Y agrega que “El Estado velará por su estabilidad moral y material, para la mejor formación de los hijos dentro de la sociedad”.”
Ahora bien, lo que la Constitución NO establece, es desde cuál criterio del bien y de lo que es bueno debe juzgarse qué significa “mejor formación” o “moral”, entre otras cosas, porque somos un país laico y por lo tanto los criterios confesionales son dejados fuera de nuestro sistema legal, pero esto no es impedimento para lo obvio, y es que cada uno adscriba a una ideología particular, que por definición incluye qué significados deben asignársele a estos conceptos.
Sin embargo, cuando uno es un diputado, al votar, representa, no solamente a su electorado, sino a su departamento, más allá de que fue votado por un sector. Por esto, no deja de llamar la atención que prácticamente toda la alocución fuera leer – y suscribir – un comunicado de la “Asociación Cristiana Uruguaya de Profesionales de la Salud”.
Hay dos temas, uno es el contenido de lo leído, y lo otro es de dónde proviene. En cuanto a lo segundo, los conceptos clave en el nombre son “uruguaya”, “cristiana” y “profesionales de la salud”, ya que otorgan autoridad por implicancia (son uruguayos) intelectual (son profesionales de la salud) y moral (son cristianos, y por lo tanto, para quienes lo son, una referencia, al menos en teoría).
El primero es inobjetable: a los uruguayos todos nos implica el tema, y por lo tanto es relevante. Ahora bien, apelar a los dos criterios, constituye una falacia, un error en el argumento, que se llama “ad verecundiam” y no es formal, el paso falaz no está en la estructura sino en la asignación de valores de verdad a ciertas afirmaciones (como invocar un título de “doctor” que resulta ser de abogacía para comentar fútbol o conducir un programa de salud), a saber: que hay un tema que es resorte profesional de los “profesionales de salud” y que adscribir a la moral cristiana es relevante para el caso.
En cuanto a lo de profesionales de la salud, aparentemente implica que están a todas luces preparados por facultades como la de Medicina, Psicología y similares (que son las que confieren tal condición) para… ¿decidir sobre el matrimonio? ¿Qué cosas son buenas en cuanto a opción sexual? ¿Cuál es el ambiente óptimo por definición para criar niños? ¡no!, lo que los profesionales de la salud, por formación universitaria están preparados para manejar, son problemas de salud, lo que es tautológico.
Por lo anterior, en principio, invocar este concepto no es más relevante que referirse a organizaciones como los Scouts o el SUNCA. Salvo que, por supuesto, uno tenga la convicción de que hay un problema de salud involucrado. Y el único problema posible que puede ser el caso, es que se considere la homosexualidad como uno de estos problemas, lo que como verdad obvia es imposible, y como creencia aceptada, dista mucho de ser universal.
De hecho, es un prejuicio. Pero el argumento lo tiene como premisa implícita. Esto es una falacia de petición de principio, que consiste en afirmar como verdad obvia algo que debe ser demostrado (incluir la conclusión entre las premisas del argumento). En cuanto a que sea relevante el hecho de que sean cristianos, esto es obvio: solamente le importa a los cristianos. En realidad, en este caso es también un signo que les indica a los votantes de Rivera qué tipo de valores serán defendidos por Amarilla, que por supuesto, tiene todo el derecho de hacerlo. Y justifica también la denotación de un posible problema de salud.
Como vimos, es cuestionable – desde el punto de vista argumental – que se recurra en este caso a esta asociación como fuente de autoridad, pero, si además miramos el segundo aspecto, el contenido del comunicado, TODOS LOS ARGUMENTOS SON DE TIPO JURÍDICO. No existen menciones a aspectos de salud ni tampoco fundamentaciones de ningún tipo. Es más, afirmaciones como que el matrimonio igualitario: “Trastoca el eje central de la protección a los derechos del niño, considerándolo como objeto” o que “…No responde a una necesidad social, ni soluciona un problema general de la sociedad uruguaya…” les restan además mucha fuerza intelectual.
La primera es otra petición de principio, La segunda es peor, es una falsedad terrible, niega la misma existencia del colectivo LGBT ya que dice que no corresponde a ninguna necesidad social, y este grupo luchó amargamente por este derecho: negar la problemática social es negar al sector de la sociedad al que se refiere la norma, es así de simple. Y no es válido: si un grupo de ciudadanos expresa un problema, por definición el problema se instala en la sociedad. No es obvio, porque la premisa de enfermedad se da por obviamente verdadera en este argumento, pero es una de las consecuencias que se derivan de aceptarla. Por cierto, me gustaría objetar algo: ¿qué garantías da una pareja heterosexual en estos casos?
Veamos otra afirmación: “…Si se aprobara este proyecto de ley, no solo no corregiría ninguna inequidad existente, sino que por el contrario crearía graves problemas jurídicos…” Una joyita, ya que retóricamente es muy fuerte, pero es contraproducente: introduce un error estructural en el argumento: no existe ningún “por el contrario” entre corregir inequidades y crear graves problemas jurídicos.
La ligazón, desde el punto de vista lógico está mal hecha. Además, que “no corregiría ninguna inequidad existente” es una premisa obviamente falsa, más allá de las creencias, por lo que ya mencionamos antes del colectivo LGBT y, para frutilla de la torta, introduce una nueva falacia en el ya magullado argumento, la conocida como “ad baculum” (llamada así por la acción de amenazar con un bastón), y que es el equivalente retórico de apelar al cuco o al hombre de la bolsa. Se mencionan consecuencias terribles, pero no se dice cuales ni cómo.
La verdad, y considerando que esa opinión son libres de sostenerla y que ese derecho es sagrado e inalienable, en cuanto a cómo la defienden, pueden y deben mejorar.
Bernardo Borkenztain