El 12 de setiembre de 1973, las listas gremiales y de la FEUU triunfaron en la elección de autoridades de la Udelar.
En aquella histórica jornada de las elecciones universitarias para integrar los Claustros, organizadas por primera vez con voto obligatorio y bajo el estricto control de la Corte Electoral, según lo previsto en la Ley de Educación, promulgada en enero de 1973 y conocida como Ley Sanguinetti (ministro de Bordaberry en 1972), las listas gremiales y la FEUU obtuvieron una categórica victoria que golpeó a la dictadura, instaurada en junio de aquel año. Desde mucho antes del golpe de Estado del 27 de junio de 1973, la Universidad y su cogobierno eran un objetivo irritante para los sectores conservadores. Basta recordar los editoriales de El País y su Redactor Responsable, quien luego usurpara el Ministerio de Educación y Cultura de la Dictadura (1973-1975) y Embajador en ONU (1978-1980) Edmundo Narancio, denunciando la “infiltración marxista”. Con estas elecciones se intentaba cambiar la correlación de fuerzas internas. La idea de Bordaberry, Sanguinetti y otros conservadores de aquellas épocas era poder alterar el tradicional peso que tenían el movimiento popular y la izquierda en las autoridades de nuestra mayor casa de Estudios, electas de acuerdo a la democracia universitaria vigente hasta ese momento. Para ello previeron elecciones con voto obligatorio para todos los órdenes universitarios. La posición contraria del Consejo Directivo Central en representación del conjunto de los universitarios de todos los órdenes, se manifestó rápidamente contra el Golpe de Estado, primero en un Comunicado y luego con una marcha por 18 de Julio que fue duramente reprimida. El 11 de setiembre (el mismo día que la CNT levantaba la Huelga General) había asumido Narancio como Ministro y en ese acto se manifestó con un duro ataque a la UDELAR, anunciando que se tomarían medidas, no especificadas, para cambiar su realidad de aquel entonces. Con este difícil marco de enfrentamiento con el proceso iniciado con el Golpe de Estado y que tenía poco más de dos meses de vida, esta elección fue una contradicción democrática y un profundo rechazo a la Dictadura cívico-milar al demostrar la confirmación de la reelección de las autoridades electas anteriormente por el "demos" universitario. La FEUU, ADUR y las concepciones más progresistas de los egresados profesionales tuvieron un mayoritario y claro respaldo en esta instancia, permitiendo que fueran reelectos el Rector Lichtensztejn, los 10 decanos de las Facultades (Arbiza, Astori, Carlevaro, Castillo, Gonzalez Methol, Otero, Pérez Pérez, Píriz Mac Coll, Reverdito, Ricaldoni), y otros connotados docentes y egresados (ex Rector Maggiolo, Benedetti, Ardao, Arana, Tálice, Martinez Moreno, Faroppa, Rubio, Couriel, Reta, Pla Rodriguez, Sarthou, Petit Muñoz, Tosar, J.P. Diaz, Dieste, Real, etc.). En particular la FEUU, que debió enfrentar la competencia de otras listas como Movimiento Universitario Nacionalista (M.U.N.) propiciada por el Partido Nacional y Agrupaciones Batllistas Universitarias (A.B.U.) apoyada por el Partido Colorado, obtuvo una amplia mayoría confirmando así que no era la forma de votación la que daba las mayorías en la institucionalidad universitaria con clara orientación política y social opuesta al proceso anterior (del pachequismo) y posterior al Golpe de Estado, defendiendo los tradicionales valores universitarios de defensa de la Autonomía, Cogobierno, Democracia, Justicia Social, etc. Es así que contra las manifiestas expectativas gubernamentales que denunciaban las anteriores elecciones organizadas por la Universidad de falta de representación democrática, los resultados finales ratificaron netamente a los sectores que defendían la autonomía y el cogobierno. En los el comicios participaron 22.233 estudiantes, 1013 docentes y 13715 egresados de las entonces 10 facultades en que se organizaba la Universidad de la República. El 66% de los cargos de estudiantes fueron para la FEUU, el 89% de las listas gremiales (ADUR) de los docentes y 51% de los cargos de egresados para las listas gremiales-progresistas. Si sumamos a los sectores wilsonistas y batllistas, el 98% de los estudiantes, el 80% de los docentes y el 88% de los profesionales votó contra la dictadura. Rápidamente la ultraderecha reaccionó y publicaba en su Semanario Azul y Blanco: Mayorías o no, hay que barrerlos. Contra estos resultados, se montaron varios operativos y en episodios confusos se atacaron la Sede Central y en sus inmediaciones un comando ultraderechista hirió de bala a un militante de la FEUU, luego en octubre se vieron otros operativos militares y policiales frente a la Facultad de Ingeniería días antes del estallido de un artefacto y la muerte de un estudiante que lo manipulaba, lo que dio la escusa a la intervención de la Casa de estudios por parte del gobierno de facto. En la tarde del sábado 27 de octubre de 1973, las Fuerzas Conjuntas ocuparon todas las facultades, escuelas y el edificio central de la Universidad. Al día siguiente, se hizo conocer el decreto que disponía la intervención de la Universidad de la República, la suspensión de todas las actividades docentes y administrativas, y la c1ausura de todos los locales dependientes con la única excepción del Hospital de Clínicas. Finalmente, se determinó el arresto del Rector, los Decanos y el resto del Consejo Directivo Central hasta el pronunciamiento de los órganos jurisdiccionales de aquella época. Por supuesto esto paralizó toda la enseñanza universitaria por meses. Allí comenzó la negra historia de la Intervención con Anselmi, Viana Reyes, Lombarde de De Betolaza, Menafra y Lápido Diaz y su “nuevo orden”: represión gremial, destituciones de docentes y funcionarios, cambios en los planes de estudio, cercenamiento de la investigación y extensión universitaria, etc. Si bien, mínimamente como anónimo militante de la FEUU y mi Centro de estudiantes de Ciencias Económicas, me comprenden las generales de la ley, reitero el profundo respeto y agradecimiento a todos quienes encabezaron y participaron de esa instancia democrática que fue un profundo golpe, no sólo a la naciente dictadura y a quienes la apoyaron por acción u omisión, sino a otros sectores conservadores que pretendían cambiar por este medio desde antes de la misma, la correlación de fuerzas en la dirección de nuestra querida Universidad Pública. Nuestro recuerdo imborrable de aquellas jornadas del 12 y 13 de setiembre, dónde nos encontrábamos primero promoviendo la votación y luego festejando y celebrando el triunfo de la FEUU, confirmado por los datos oficiales de la Corte, pero como contracara de esos festejos, se difundían por altoparlantes las noticias que nos informaban sobre los trágicos sucesos que fracturaban la institucionalidad democrática en Chile mediante el traicionero golpe militar de Pinochet y de sus aliados internos y externos contra el Presidente Salvador Allende y su experiencia de socialismo en democracia. Allende resistiendo heroicamente la saña militar moriría en su Palacio presidencial cumpliendo el juramento de lealtad a su pueblo, digno ejemplo diferente a otros que pactaban, renunciaban, huían, o peor aún, como en nuestro país, encabezaban el Golpe. Junto a las primeras denuncias también existían optimistas versiones que anunciaban columnas de militares constitucionalistas que avanzaban desde el sur para combatir la traición. Chile caería, como antes había caído nuestro país y otros pueblos hermanos, que luego serían muchos más, en el proceso de dictaduras militares apoyadas por los sectores civiles más retrógrados de nuestra sociedad y del Imperio, que pretendieron terminar con las organizaciones políticas y sociales del campo popular para poder imponer su modelo de exclusión social y ganancia empresarial sin límites. También en estos días recordamos que 10 años después se producía otro hito histórico en la lucha contra esa dictadura. Primavera del 83, y no sólo por la estación ya que florecían las manifestaciones contrarias a la Dictadura. Organizada pos ASSEP como parte de la semana del estudiante se previó una marcha "alegre" desde la Explanada de la Universidad hasta el Estadio Franzzini donde se realizaría un espectáculo artístico. Los jóvenes (y no tanto) marcharon por 18 y luego por bulevar Artigas con su característica espontaneidad . Recuerdo que me les uní en bulevar Artigas y bulevar España, donde se desarrolló frente al edificio donde vivía un emotivo y cálido homenaje a la figura y familia del General Seregni todavía preso por la Dictadura. Obviamente el desgaste de la dictadura cívico-militar en ese año 83 ya era importante. Los cacerolazos, el 1° de mayo, otras marchas menos pacíficas y el broche de oro del Obelisco en Noviembre, fueron cimentando las bases para el proceso de recuperación democrática y el alejamiento de los golpistas. A 30 años de aquellos hechos un especial reconocimiento a la Generación 83, a quienes organizaron y participaron de esa movida joven que demostró que SE PODÍA aunque todavía queda mucho por hacer. Para culminar esta nota, recordamos que estos episodios se refieren a momentos difíciles por los que nuestro continente transcurrió en aquellas trágicas décadas del 70-80, de los cuales debemos tener siempre presentes, no para vivir en el pasado, sino para construir nuestro futuro aprendiendo de los errores y riesgos, para así poder evitar que se repitan y, sobre todo, siguiendo el ejemplo de gigantes que, con su valentía y firmeza en sus convicciones, nos marcaron el camino de la lucha por Democracia, libertad, justicia y solidaridad.