La nota se publicó primero en el Financial Times. La firma Naomi Shragai, experta en terapia para gente de negocios. Se tradujo al español y fue publicada el lunes en el portal español Expansión. Paso a transcribir fragmentos de este texto atroz.
La nota se publicó primero en el Financial Times. La firma Naomi Shragai, experta en terapia para gente de negocios. Se tradujo al español y publicada el lunes en el portal español Expansión, dedicado a temas de economía. El artículo se titula: "La vida con un jefe narcisista". Ayer salió en El Observador con el mismo título. Paso a transcribir fragmentos de este texto atroz:
[Los jefes narcisistas] aportan cualidades positivas como la ambición y la visión de futuro. (...) El narcisismo siempre ha tenido mala fama en el entorno empresarial. El prototipo es el consejero delegado obsesionado consigo mismo, con un temperamento voluble y que suele adjudicarse el mérito cuando las cosas van bien y culpa a sus subordinados cuando algo falla. Mark Stein, [profesor de gestión y liderazgo de la Universidad de Leicester], explica que "uno de los principales problemas de los directivos narcisistas es su sensación de ser omnipotentes y su falsa convicción de que pueden cambiar la tendencia del mercado y adelantarse al futuro. Al final, toman riesgos innecesarios y ponen en peligro a la organización". Tras esta búsqueda de la perfección se esconde una persona que intenta protegerse de una sensación de inseguridad. Es probable que la necesidad de afirmación esté provocada por un intento de reparar experiencias traumáticas. A menudo, los niños interiorizan estas vivencias y se sienten responsables de ellas, en lugar de mostrar su enfado ante sus progenitores. Es difícil cambiar a esos líderes.
Esto ocurrió con un exitoso empresario que buscó ayuda después de darse cuenta de los problemas que tenía en sus relaciones personales. Su infancia estuvo marcada por la falta de atención. Cuando tenía seis años, su padre abandonó el hogar familiar y quedó al amparo de una madre que padecía depresión. Para ocultar su sensación de pérdida, se creó un mundo paralelo en el que dio rienda suelta a su imaginación. Los que le rodeaban se sentían atraídos por sus historias, y, cuando se incorporó al mundo laboral, utilizó su pensamiento visionario como método de persuasión. Sin embargo, tras este éxito se escondía un hombre inseguro e incapaz de mantener relaciones sociales. Una terapia le ayudo a entender el vínculo entre su extrema necesidad de aprobación en el trabajo y su infancia. Llegó a comprender que la atención que había conseguido con sus éxitos le ayudaba a distanciarse de su infancia y a obtener los elogios que su padre nunca le brindó.
Al leer este artículo uno se pregunta la razón de ser de la psicología como disciplina. Por supuesto que hay gente se cura con terapia. Por supuesto que la mayoría de los psicólogos de desvelan por el bien de sus pacientes. Por supuesto que la preocupación de Freud o Watson o Jung por entender nuestra psiquis es genuina y profunda. Hablo de otra cosa. Hablo de cuando se masifican ciertas cuestiones técnicas o se prostituyen mecanismos que pueden servir en un caso pero no en todos. Hablo de la ligereza con que se habla de trauma, de dolor. Hablo de una literatura sobre liderazgo psicológico que desconoce que las relaciones humanas se basan en la confianza y no en los procesos o en los resultados de una organización o en el análisis de los problemas afectivos de la infancia. Hablo de que se habla demasiado de psicología.
El problema de Narciso, según lo relata Ovidio, es su incapacidad de reconocer al otro. Cuando la autora Shragai explica que un jefe narcisista se cura porque encara en la terapia la falta de atención de su padre, no está curando el narcisimo, está desplegándolo. Para curar el narcisismo hay que ir al encuentro de los demás, no de uno mismo. Hay que ver al otro y preguntarse por él. No hay que cuestionarse ¿qué me pasa? ¿por qué no soy un buen líder? ¿por qué en mi empresa no me oyen? ¿por qué no cambio de terapeuta? ¿por qué me duele cuando fallo? Son todas preguntas narcisistas, como el artículo, como buena parte del mundo de los negocios, como la mala literatura psicológica.
Hay que ir a darse contra el mundo, contra los demás, ahí se responden las preguntas, ahí el ego de vuelve sano. El ego sano necesita de los demás, por eso no es narcisista y es ego.
La ambición es un defecto, la visión de futuro no es una característica de Narciso. El narcisismo ha tenido mala fama en el mundo empresarial porque el narcisismo es una patología y las patologías dañan. La pobreza de espíritu para tratar mal a un empleado o despreciar a un jefe van mucho más allá de los manuales de psicología. Es una miopía estructural, que no ve que las organizaciones, las jerarquías, y los modos de funcionamiento están hechos para hacer andar la vida y no para trancarla ni para hacer terapia con ella.