Los judíos nos cuidamos mucho de no usar con ligereza la palabra "holocausto". No en vano hasta recurrimos a la palabra "Shoá" para referirnos sólo a ese genocidio, al perpetrado por los nazis contra el pueblo judío. No fue nunca un intento de minimizar el sufrimiento de otros, sino un consciente esfuerzo por dejar en claro la singularidad de aquello, de aquella hecatombe impuesta por los nazis al pueblo judío.
Y esta semana, sin olvidar los números ni tampoco las características singulares de la Shoá, sin olvidar que una tercera parte del pueblo judío fue aniquilado en una industria de la muerte simplemente por pertenecer justamente a ese pueblo, asesinado en medio de la normalidad de su vida diaria, esta semana sentimos que estábamos viendo las pruebas de la crueldad que son para nosotros sinónimo de la Shoá.
Pero no nos referimos siquiera a las imágenes del ataque químico del martes en Idlib. Aún antes de ese nuevo crimen de guerra perpetrado por el régimen de Bashar el-Assad, lo que vimos nos hizo pensar directamente en el Holocausto.
Pero no fue un mero comentario filosófico, sino lo que nos inspiró ver unas fotografías reveladas hace tan solo unos días a un grupo de periodistas en Jerusalem, tomadas por un fotógrafo que se puede identificar únicamente como "Ceasar". Tenemos autorización de publicarlas, pero hemos decidido no hacerlo. Consultamos con otras personas, por las dudas, pensando que quizás por el estremecimiento que estas imágenes provocan en cualquier ser humano normal, nos estamos absteniendo de cumplir con un compromiso periodístico que puede aportar a concientizar al mundo.
Finalmente, decidimos que no. Que no podemos, que son impublicables.
Cuerpos torturados, ojos arrancados, miembros destrozados, sangre, quemaduras en brazos y piernas...señales de extrema crueldad. Muchos hombres jóvenes, algunos casi adolescentes. Otros mayores. Algunos totalmente esqueléticos. Varios con los ojos abiertos . Son 35 fotos imposibles de describir. Cada cuerpo con una señalización con números árabes...aparecen cuatro dígitos en cada uno, pero la sensación es que se trata de series. Algunos, con números como los nuestros. 199 dice sobre uno de los cuerpos...al parecer todos en un mismo entorno.
Contando muertos, contando tragedias, un horror. Hay fotos en las que varios cuerpos yacen uno junto al otro. Raquíticos, deformados...sí, como los que conocemos de fotos de la Shoá. Imaginamos el hambre, el sufrimiento, hasta la muerte. Pensamos que lo último que vio el joven que está muerto con los ojos bien abiertos, habrá sido lo peor. Y tratamos de imaginarnos lo que hizo a otro, de barba, abrir la boca y morir así. ¿Sorpresa? ¿Espanto?
Ya no importa.
Ya no están. Y desde el martes, muchos más ya no están, asesinados por las armas químicas.
"Hay momentos en los que hay que actuar", dijo ayer en el Consejo de Seguridad la Embajadora de Estados Unidos Nikky Heily. "La historia nos juzgará", agregó su colega de Gran Bretaña. ¿Y?
Hace mucho que se tendría que haber tomado medidas para frenar la guerra en Siria. Rusia y China frenaron inclusive condenas a Siria en el Consejo de Seguridad. Moscú hasta tuvo el tupé de decir ayer que se está acusando a Assad "sin investigar", aunque se sabe que sólo él tiene aviones capaces de atacar como lo ha hecho. Las fuerzas opositoras a Assad, algunas de las cuales son tan crueles como él, no tienen aviones. Y Rusia alega que Assad atacó un arsenal químico que guardaban los rebeldes. Y está claro que nada pasa hoy en Siria sin que Rusia apruebe.
Es una guerra de la que nadie sale limpio. Claro que no el régimen de Assad y sus aliados Rusia, Irán y Hizbala, gracias a los que el dictador sirio continúa en el poder porque ellos quieren garantizar allí su zona de influencia. Tampoco Estados Unidos. Por cierto, no el anterior Presidente Barack Obama que tras el ataque químico en un suburbio de Damasco en el 2013, decidió finalmente abstenerse de un ataque a Assad, optó por un acuerdo para desmantelar el arsenal químico de Siria, permitió que Rusia se encargue de ello y ahora el gato cuida la leche. Ni tampoco el nuevo Presidente Donald Trump que hace unos días dijo que quitar a Assad del poder ya no es su prioridad. ¿Para qué? ¿A quién ayudaba esa declaración, que no podía menos que envalentonar a Bashar?
Por otro lado, también en los ataques de la coalición anti Daesh han muerto inocentes, como en toda guerra. ¿Y no lograron, además, fortalecer a Assad?
Es que el serio dilema de fondo en una guerra como ésta, es que no es entre el bien y el mal, sino entre dos extremismos peligrosos que deben ser erradicados: el régimen central de Siria que cuenta con el apoyo del eje del mal de Irán y Hizbalá, y el de los fanáticos del otro lado, Daesh, Jabhat el Nusra, otros extremismos del lado sunita del mapa musulmán. La diferencia, claro está, es que quienes se oponen a Assad no tienen ni de lejos el poderío militar que sí tienen Damasco y sus aliados.
En medio de este complejo mosaico, también Israel lidia con no pocas disyuntivas. En estos años de guerra en su vecino del norte, ha tenido una política de tres patas: no intervención directa en la guerra, cuidado de sus líneas rojas impidiendo que Siria haga llegar armas estratégicas a Hizbala y ayuda humanitaria a heridos sirios.
Tras dramas como el del nuevo ataque químico, también en Israel surgieron interrogantes acerca de cómo maniobrar entre la no intervención en una guerra en la que en ambos bandos hay declarados enemigos de Israel, y el compromiso moral de hacer más para ayudar a los inocentes .El recuerdo de la Shoá y el compromiso que éste impone, apareció reiteradamente en la última jornada en la opinión pública israelí.
No podemos evitar, antes de terminar estas líneas, preguntarnos dónde están las manifestaciones en numerosas partes del mundo, que se organizan con celeridad cuando mueren palestinos en guerra con Israel y no dicen nada cuando árabes matan árabes. Cada caso es sin duda un mundo. Pero realmente cuesta entender el por qué de la diferencia entre ambas situaciones. Parecería que lo que importa, no es realmente el valor de la vida.
Al pueblo sirio, vecino de Israel, le deseamos un futuro mucho mejor que su presente. Le deseamos que no sepa más muerte ni tanto dolor. Duele hacerlo cuando está claro que por ahora, ese escenario parece irreal.
Y al mundo, que se despierte. El pueblo sirio no podrá resolver esto solo. Hay que ayudarlo.