Paramus

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Columnas y análisis. Por Jorge Jauri


La inestabilidad redivida con el gobierno sosteniendo la moneda extranjera

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El gobierno ha devalado el peso en proporciones relativas similares a las grandes devaluaciones de antaño. Pero ha sugerido, además, que ingresa a un nuevo esquema de política cambiaria y monetaria. Poco sabemos de las razones reales de tamaño cambio de política. Sólo imaginamos obviedades próximas: que por un tiempo el gobierno aparece más propenso a defender la moneda extranjera que la local, que viviremos con más inflación y en consecuencia con mayor inestabilidad y confrontación. Un desafío para la política y, probablemente también para la academia. [i]

 

            No es que los Estados que se precien de generar confianza a sus ciudadanos primero y al mundo luego no puedan cambiar las reglas de juego. Eso sucede casi a diario y hace tiempo en todos lados. Lo que diferencia a un Estado generador de confianza y seguridades es su capacidad de anticipar explicaciones y generar salvaguardias para que la utilización política de esos cambios no genere desconfianza y dificultades mayores.   Aún cambios muy fuertes de reglas como los que está protagonizando la política del actual gobierno en los últimos días pudieran ser leídos como generadores de confianza y credibilidad si ellos fueran explicados antes que la discusión política propia que provoca estas sacudidas no opaque las razones que están en la base de esos cambios. Dicho de otra manera: es plausible y natural que los gobiernos impongan cambios de política que pudieran afectar derechos adquiridos o reglas vinculados a ellos; lo que no se puede hacer es explicar las razones de ello polemizando y a la defensiva.

 

            Y allí este gobierno sigue mostrando una fenomenal deficiencia. Es inocultable que la precipitación de medidas en relación con el esquema del impuesto a la renta y el patrimonio de los particulares, su asociación natural con las variantes respecto al secreto bancario y, por último, la decisión de devaluar fuertemente el peso uruguayo, son decisiones que afectan notablemente la estabilidad. Y la estabilidad es un valor cuya defensa irrestricta le ha permitido a este gobierno sortear todas las dificultades iniciales sobre las cuales especulaban todos los operadores políticos y económicos hace seis o siete años.

 

            Ahora ingresamos en un escenario de franca inestabilidad y esto no puede ser desconocido por la conducción política de este gobierno. El equipo económico sabe bien con lo que tiene que lidiar y anida la esperanza que, de no suceder ninguna catástrofe que pueda explicar una crisis propia, las dificultades políticas emergentes de un mayor desequilibrio  van a poder manejarse apelando a las disciplinas y las mayorías absolutas.

 

La devaluación, efectos y señales

 

            Luego de la señal emitida por el presidente el pasado viernes 4 de junio y el fundamento del Ministro en el consejo de ministros del lunes siguiente, el subsecretario Pedro Buonomo precisó el jueves pasado que el gobierno estimaba la paridad del tipo de cambio real salvaguardada cuando el dólar se ubicara entre los $ 21 y $ 22, agregando dos presiones más importantes aún: que el gobierno estaba en condiciones de defender ese valor y que si la política monetaria no bastaba, estaban dispuestos a disminuir los precios de las tarifas públicas para impedir que la devaluación se trasladara a un cambio muy peligroso de las expectativas de inflación. Previamente Fernando Lorenzo había avanzado un poco más informando que en realidad, ante lo que se estaba era un cambio relevante de la política monetaria. El Ministro estaba adelantando en la entrevista de El Espectador del fin de semana pasada que la programación económica del gobierno se haría de ahora en más contando con un crecimiento de la cantidad de pesos disponible por el público y, dado que no agregó más detalles, dejó inferir que la programación presupuestal contaría con un agregado novedoso: el aumento del impuesto inflacionario dado por la aceptación implícita del principal referente de la política económica que ni el BCU ni no los Entes podrían hacer demasiado para impedir el traspaso a los precios de un dólar más caro.

 

Fernando Lorenzo agregó por último un dato significativo que reafirma una estrategia ya fundamentada: el gobierno no estima posible ni conveniente bajar la relación de un peso de ingreso agregado igual a un peso de gasto agregado. Con lo cual el Ministro quiso eliminar cualquier especulación respecto a recortes del gasto capaces de disminuir el ajuste fiscal del cual se encargará la inflación mayor.

 

En este contexto informativo todas las corporaciones e individuos que intuyan que los fuertes cambios de precios relativos los afectarán de una u otra forma deben estar reformulando sus estrategias para capturar lo que se pueda de los nuevos precios y defenderse lo mejor posible de los efectos de una mayor inflación. En ese reino de la especulación redividida y con una economía trabajando a marcha forzada, sin márgenes casi para aumentar la fuerza de trabajo disponible, no hay que ser demasiado zahorí para imaginar la conflictividad que tendremos asegurada de aquí en más.

 

A este equipo económico no se le escapan las consecuencias que genera una devaluación real del 7% procesada en diez días, para un país que trabajaba hasta ahora con expectativas de devaluación anual del 2% y una inflación anualizada no mayor al 7%. Es obvio que a una semana de lanzarse la nueva ronda salarial y frente a los nuevos datos, los sindicatos van a exigir alguna cláusula de corrección salarial que se dispare cuando la inflación anualizada no se instale en la meta y la tolerancia anunciada, o sea cuando en vez de tender hacia un eje del 5%, la inflación se encamine al doble de aquella meta tal cual lo va a comenzar a ser proyectado por las medianas de las nuevas encuestas mensuales de expectativas que recaba el BCU mes a mes.

 

Hay otras inferencias y consecuencias de la devaluación sobre los precios relativos y la especulación financiera en las cuales no es posible ingresar en una columna de este tipo. Estas tienen que ver con los diferenciales de tasas de interés y convergen con las otras inferencias en aumentar el riesgo moral implícito en la política. Ese riesgo moral acrecido conspira ya no sólo contra la estabilidad sino contra objetivos mayores de la política de este gobierno: la inclusión, por ejemplo.

 

¿Porqué?

 

Si hay una pregunta pertinente en relación a este otro cambio de reglas en materia cambiaria es, ¿porqué? El gobierno no ha anticipado la medida con una explicación precisa porque no podía. Empero, tampoco nos está explicando porqué los uruguayos debemos defender el dólar en un momento como el actual.  No puede aceptarse la explicación que vincula la inconveniencia de la caída del tipo de cambio real a dificultades graves para la economía y, sobre todo, para el objetivo político de la inclusión que el gobierno coloca en el centro del fundamento usual de su explicación. No alcanza la precipitación gráfica del tipo de cambio real global con todo el mundo menos Brasil, porque es precisamente Brasil el benchmark que hemos elegido hacer rato para vincular nuestro tipo de cambio y sus efectos comerciales.  Vínculo o dependencia bien diferente de otras que hemos asumido alegremente en tantas oportunidades con la Argentina o los EEUU.

 

El gobierno y el BCU, sobretodo, deben hablar más claro y tienen para ello instancias próximas que debe utilizar: las reuniones del Comité de Coordinación Macroeconómica  y el COPOM de fin de mes, la publicación del Informe de Política Monetaria del BCU, entre otras oportunidades. Veremos. Mientras tanto todo el mundo especula y yo también.

 

 

 

 

 

 

 

 



[i] Si se desea complementar la información sobre las variantes de los precios relativos y algunos temas conexos vinculados a la economía y la política, los lectores pueden acceder sin cargo alguno a www.auditor.com.uy y http://www.auditor.com.uy/uc_254_1.html