En la tribuna, un excitado hincha de uno de los equipos que disputan los play off de la Liga Uruguaya de basquetbol levantaba a su hija de tres años con una mano y con la otra le indicaba la posición de sus genitales a uno de los jueces clamando a Dios por justicia... En la cancha, otro juez se besaba con un jugador intentando calmarlo. A los técnicos les faltaba ponerse el equipo porque hacía un buen rato que dirigían e intercambiaban todo tipo de gesto y explicaciones con tres jueces adentro de la cancha; jueces que iban abandonando progresivamente los equilibrios mínimos desde los cuales, hacer lo que obviamente no estaba disponible en el Palacio ni en la Liga hace mucho tiempo: aplicar las reglas y sancionar convenientemente su transgresión. “Corruptos” era el adjetivo más elegante que corean los hinchas ante cada fallo. No importa demasiado el motivo ni el error. Hay que jugar así, porque así se han conformado las reglas de la competencia no escritas en el basquetbol. Las señales de ausencia de liderazgos fuertes en los clubes, de anomia institucional y de elusión de la intervención reguladora del gobierno han sido definitivamente incorporadas en las conductas del público.
Anticipaciones
El basquetbol recrea y adelanta lo que sucederá en la sociedad si las autoridades y no otros, entienden que la erosión de las normas esenciales recién ha de interrumpirse una vez que el sistema formal de educación logré producir ciudadanos educados... El deterioro de las reglas de juego que posibilitan la competencia justa es progresivo progresional. El espectáculo es la transgresión y a esta altura creo sinceramente que muy poca gente iría al coliseo a ver buen basquetbol si no se incluyeran en los partidos el abundante plus bárbaro de la transgresión permitida/estimulada.
Transgresión de las reglas, postergación del verdadero juego incapacitado de desarrollarse en este marco, señales expansivas hacia el entorno, contribución fenomenal a la mala educación, desidia y elusión de las autoridades, destrucción de valor y de nuevo transgresión. Ese es el círculo vicioso que la sociedad contempla y recorre, entre escéptica y angustiada.
Lo del basquetbol es expresivo porque permite visualizar en una síntesis apretada lo que sucede en la sociedad. Es terrible que un adolecente sea invitado a fugarse como solución a las carencias locativas. Es pavoroso lo que sucede en las cárceles, es tétrico lo que pasa en los barrios escindidos en una periferia cada vez más nutrida. Pero lo peor es la angustia y la impotencia social creciente. Lo peor es la confusión entre el discurso del éxito y la convivencia con las mil rupturas diarias. Es obvio que ni el gobierno ni la oposición tienen a esta altura de las cosas idea siquiera de cómo hacer para detener una ruptura social que se profundiza. Idea que no va a surgir de la discusión sobre los coeficientes de Gini tan manoseados en la pobre discusión sobre la pobreza. En la sociedad uruguaya la brecha social creciente que tanto parece angustiar a tirios y troyanos no tiene nada que ver con el ingreso de las familias. Es aburrido explicarlo pero, entre otras cosas, al menos importa recordar que todo el dinero que se logra desparramar en esos ámbitos se gasta en el peor consumo. Lo que no quiere decir que esa gente no tenga el derecho y la libertad de hacer lo que quiere con su dinero. Pero desde el punto de vista de las políticas de contención y asistencia, quienes las diseñan y ejecutan deben tener en cuenta que la propensión marginal al consumo en los deciles más pobres de la escala social es igual a uno. Cada peso de beneficencia social que se logra trasladar a esos hogares sin contrapartida en la búsqueda de modificar valores, es desinversión pura de la sociedad en su conjunto. Dilación pura. Pérdida de tiempo y recursos. Engaño. Es terrible pero es así.
No se puede seguir aguardando milagros y menos que menos, no se puede alentar la falsa expectativa que la brecha social y el restablecimiento del respeto a las normas será el hipotético resultado de eventuales mejoras de la educación formal. Ese sistema también se ha enriquecido sin la obligación de exponer resultados; es más pobre e inútil en lo que refiere a educar ciudadanos.
Urgencia de la intervención
Entre otras razones no se puede continuar buscando soluciones en comisiones ampliadas porque el ciclo económico impone algunas urgencias a menudo olvidadas. La abundancia de recursos está expuesta a riesgos que no manejamos. Uruguay se aproxima pesarosamente a la obtención de un grado de inversión que lo calificaría mejor a la hora de obtener créditos o renovación de ellos. Pero eso tan sólo mide capacidad potencial de repagar la deuda y nada más. A tal punto que en las matrices de las Calificadoras los nuevos factores que mejoran la nota devienen de la capacidad que tiene el gobierno de emitir más deuda en moneda nacional si es que se complican las condiciones para hacerlo en moneda extranjera. No hay que ser demasiado zahorí para entender una de las lecturas feotas que tiene esta crónica: la capacidad de pagar deuda con más tributos y expansión monetaria que los países pagan con el peor impuesto: la inflación.
Se puede.
Por algo hay que empezar a indicar que se puede. Es urgente alterar el escepticismo sobre la incapacidad que tenemos todo de revertir un proceso de fracturas encadenadas. Quizás el deporte y el basquetbol en particular sean un escenario de experimentación adecuado. El costo de equivocarse es un poco menor. No sólo importa mejorar las reglas de la competencia leal en el basquetbol y eliminar esa pátina de oscuridad que opaca la belleza y utilidad del juego en sí; no importa tanto por el juego sino por la eventual capacidad de demostrarnos a nosotros mismos que se puede pasar a la ofensiva en la defensa de las normas y valores como la tolerancia, la disciplina, el juzgamiento respetado por la calidad y la defensa de los jueces que deben ser auditados en instancias y protocolos que más que sancionar deberían usarse para enseñar.
Necesitamos que las autoridades intervengan y convoquen al público a defender el juego. Necesitamos forzar los reglamentos y los presupuestos. Necesitamos líderes capaces de esgrimir y defender los buenos contratos, de pedirnos ayuda.
Si tuviéramos éxito en esa intervención que, esencialmente debe ser reguladora pero muy potente y valiente, es probable incluso que podamos desde el disfrute del juego en si aspirar al bienestar social con otro optimismo.