Políticamente incorrecto

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La columna de Álvaro Ahunchain


Steve Jobs en el país del lampazo y el palito rojo

11.Oct.2011

"Manténganse hambrientos, manténganse alocados", dicen las malas versiones al español de la apelación final del discurso de Steve Jobs en la Universidad de Stanford. Una traducción menos literal de "Stay hungry, stay foolish", pero más ajustada a su significado real, podría ser "manténganse ávidos, manténganse  desprejuiciados". El genio creador de Apple demuestra nuevamente esa verdad última que siempre rehusamos aceptar: que la muerte es como aquel sombrío personaje de "El séptimo sello" de Bergman... por más que volquemos las piezas de ajedrez, al ver que nos está ganando la partida, ella sabrá volver a colocarlas a todas en su posición, para llevarnos consigo irremediablemente. O lo que decía Manrique: "que a papas, emperadores / y prelados / así los trata la muerte / como a los pobres pastores / de ganado". Vale la pena repasar el mensaje tan inspirador de Jobs a los egresados de Stanford: "Recordar que voy a morir pronto es la herramienta más importante que haya encontrado para ayudarme a tomar las grandes decisiones de mi vida. Porque prácticamente todo, las expectativas de los demás, el orgullo, el miedo al ridículo o al fracaso, se desvanece frente a la muerte, dejando solo lo que es verdaderamente importante. Recordar que vas a morir es la mejor forma que conozco de evitar la trampa de pensar que tienes algo que perder. Ya estás desnudo. No hay razón para no seguir tu corazón". Este  pensamiento, tan propio de la cultura pragmática de los norteamericanos, se contrapone claramente al prejuicio que los latinos heredamos de España, consistente en valorizar el honor y la apariencia, por encima del riesgo, la imaginación y la audacia creativa. La mejor enseñanza de Steve Jobs reside en su llamado a no contentarse con ser un engranaje de la máquina, a seguir el camino de los propios sueños. "Tu tiempo es limitado, así que no lo gastes viviendo la vida de otro. No te dejes atrapar por el dogma, que es vivir según los resultados del pensamiento de otros. No dejes que el ruido de las opiniones de los demás ahogue tu propia voz interior. Tené el coraje de seguir tu propia intuición". Este grito de libertad individual es, social y económicamente hablando, una apelación al emprendedurismo. Debería estar inscripto en mármol o bronce en todas las escuelas y los liceos uruguayos, donde parece formarse a niños y jóvenes para obedecer, para quejarse del sistema, para buscar empleos seguros donde acomodar el cuerpo y minimizar riesgos. Debería ser de lectura obligatoria para las maestras que le dicen a los chiquilines que al cielo hay que pintarlo de azul y al sol de amarillo, o a los políticos que piensan que bajar la exigencia mejora los resultados educativos, o a los sindicalistas que dicen que los problemas de la enseñanza se resuelven con más plata para  sueldos, o a los docentes que instruyen a los chicos sobre un mundo de opresores y oprimidos, que ahoga el sentido crítico y exculpa la mediocridad.

El legado de Steve Jobs debería enseñarse en nuestros centros educativos, como un antídoto potente contra el país del lampazo y el palito rojo. El de tantos hombres jóvenes que se apartan conscientemente de la educación y del trabajo formal, y optan por esa vida semi mendicante, que ya no sólo  descansa en la solidaridad del prójimo, sino que la exige como un derecho adquirido. Hombres sanos, seguramente capaces de conseguir trabajos dignos en un país que ostenta hoy un bajísimo nivel de desocupación, pero que prefieren en cambio juntar unos pesos mendigados al aire libre y sin la presión de cumplir horario. Es más que claro que ellos no son responsables de su vacío existencial. Son el resultado visible de una sociedad que no premia el talento y el esfuerzo, sino que en muchos casos, paradójicamente los castiga. Una sociedad que mira a los emprendedores con desconfianza y al éxito con resentimiento, y que en su imaginario, mantiene resabios de aquella viveza criolla tan bien descripta en el tango de los años 20: "no vayas al puerto / te pueden tentar. / Hay mucho laburo / te rompés el lomo / y no es de hombre pierna / ir a trabajar". Sé bien que con las duras crisis que los uruguayos hemos padecido, es facilista atribuir la subocupación sólo a una elección de vida. Pero es más injusto aún suponer que la industria del palito rojo y el lampazo son la consecuencia natural de esos dramas. Ese es un prejuicio determinista, que olvida a tantas personas desfavorecidas que rehúyen la mendicidad y se la juegan por trabajos o emprendimientos que dignifican sus vidas.

Nuestros escrúpulos de clase media vergonzante nos hacen responder afirmativamente al pedido de "¿sale una chapa para la birra?", sin entender que con nuestra donación estamos acentuando esa dependencia, favoreciendo que más gente que podría ser útil para la sociedad y para sí misma, elija el atajo del conformismo y la inmovilidad. Contra la inercia de  una ideología imperante que confunde solidaridad con paternalismo, las palabras de Steve Jobs aportan un desafío pertinente e inspirador. Ojalá sepamos escucharlo.