El extraordinario aporte que hacen los periodistas Gabriel Pereyra y Marcela Maseda, en el informe que abre esta nota, va más allá de algunas anécdotas puntuales y escalofriantes que allí se relatan.
En más de una oportunidad, los trabajadores de la salud que tienen a su cargo la policlínica municipal de la zona de Casavalle, dan cuenta de una evidencia que viene rompiendo los ojos desde hace tiempo:
"Es la quinta o sexta generación de gente que no trabaja. Las mamás parieron a los quince años y las niñas repiten el mismo ciclo: Plan de Emergencia, Plan de Equidad, niños discapacitados, doble asignación", dice una enfermera.
La coordinadora de la policlínica, médica gastroenteróloga, cuenta que después de palpar a una niña de 13 años que vino con su madre, comprueba fácilmente que está embarazada. La madre le responde: "Ah, no importa. Es jefa de hogar, no conocemos quién es el padre. Este niño viene con un pan abajo del brazo".
Otra niña quedó embarazada en la cárcel, en una visita a un preso. La doctora le pregunta: "¿De quién es, del que fuiste a ver?" Relata como la paciente responde: "No, de otro. No sé. Pero como soy jefa de hogar voy a cobrar una pensión". La doctora termina diciendo con desaliento: "todo gira alrededor de las famosas pensiones".
La periodista Maseda resume, con doloroso realismo, que gracias a los subsidios del MIDES, los niños son usados como negocio. Después viene la desnutrición, el maltrato, la deserción escolar, la asunción de que el robo es un trabajo. Un sobreimpreso informa que el gobierno invierte seis millones de dólares por año en políticas sociales destinadas a la gente de Casavalle. ¿Para esto?
Los escandalosos resultados del asistencialismo ya no son un argumento opositor ni una muestra de la falta de sensibilidad social de "la derecha". Los comprueban los trabajadores sociales que están allí, luchando día a día con una pauperización cultural y moral, que se consolida a contramano de la bonanza económica del país.
Ojalá el estado invirtiera no seis millones, sino el doble y el triple para salvar a la gente de esa zona de semejante desastre. Pero no en limosnas, sino en fuentes de trabajo y educación. En una iniciativa planificada, profunda y seria, para derrotar la deserción escolar y para hacer llegar a esos hogares valores y cultura.
Por favor, no me vengan más con la herencia maldita de la crisis del 2002. Pasaron diez años. El país está gobernado por la izquierda desde hace siete. Vivimos una formidable expansión de la economía, con el menor nivel de desempleo de la historia. Si hay presupuestados seis millones de dólares anuales para atender las políticas sociales en un solo barrio, imagínense cuánto se podría hacer con ellos, si se los invirtiera correctamente. Acá el problema no está ni en las crisis históricas ni en la falta de recursos. Está pura y exclusivamente en la concepción ideológica de quienes los administran. Repartiendo plata por parir y desatendiendo la transmisión de valores y cultura, se siguen dando mensajes contrarios a la dignidad que otorgan el trabajo y el esfuerzo por superarse. Se expande hasta el infinito la aprobación social a la mendicidad. En este país criticamos a los emprendedores, disculpamos al que delinque, victimizándolo, y destinamos los recursos del estado a consolidar la miseria, en lugar de combatirla.
Mi pregunta es simple: esto que dicen los trabajadores de la policlínica municipal de Casavalle, ¿no lo saben de sobra los asistentes sociales del MIDES? ¿Acaso el gobierno lo desconoce?
Con un lenguaje preciso y compartible en todos sus términos, está corriendo por las redes sociales una petición al presidente para terminar con esa pésima asignación de recursos:
Otra forma de hacer las cosas
Mi amigo Tito Prieto es clown, actor y maestro de actuación. Formó una cooperativa con algunos colegas y, gracias al elogiable apoyo del Departamento de Cultura de la IMM, visita los asentamientos para enseñar su arte. Con la misma convicción y realismo de las trabajadoras de la policlína, me contó cuáles son las dos carencias de las que adolecen los niños de esas zonas vulnerables: cariño y cultura. La primera, aprenden a sublimarla con la creación artística. Se sabe que el clown busca la comicidad mediante la autoparodia, la traducción humorística de su dolor interno. La segunda carencia, la de cultura, Tito intenta combatirla con un radiograbador a pila, con el que los hace escuchar Mozart y Spinetta por primera vez en sus vidas, y con su consejo: la cumbia no es la única música que existe... no hay por qué mirar a Tinelli...
Es un trabajo hormiga. Tal vez no se traduzca en resultados numéricamente sorprendentes. Pero es el único camino que puede salvar a quienes nacen condenados.
La cooperativa que él integra, llamada "Valorarte", se ha autoimpuesto la norma de no hacer huelga ni convertir nunca a los niños de los asentamientos en rehenes de sus intereses salariales. No quieren ser municipales presupuestados. Son una organización civil que desea hacer las cosas en forma diferente y que, felizmente, cuenta con el apoyo del gobierno de la ciudad.
Replicar las buenas ideas es la mejor manera de abrir nuevos caminos.