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¿Y por qué no?

¿Y por qué no?

Opinión, enfoques, aportes - Jana Rodriguez Hertz

Sobre el autor

Doctora en Matemática. Grado 5 en Facultad de Ingeniería UdelaR. Investigadora Nivel 2 SNI. Más en twitter: @janarhertz

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El tipo destructivo

26.Abr.2015

Todos sabemos que es más fácil destruir que construir. Construir lleva tiempo, esfuerzo, creatividad, persistencia, exposición y, por supuesto, un riesgo bastante importante de fracasar. Destruir, por el contrario, no lleva nada: no requiere inteligencia, valentía ni tiempo, y se puede hacer incluso al abrigo del anonimato. Es seguro. Es tal vez por esta razón que en estos días prolifera más que nunca el tipo destructivo.

 

El tipo destructivo se regodea en encontrar supuestas faltas al que hace algo. Si se le pide que proponga algo mejor, se excusará diciendo que no tiene conocimientos suficientes. ¡Su falta de conocimiento, sin embargo, no le impide criticar! Es que al tipo destructivo no le importa aportar en nada, sólo desea mostrarse desde un lugar superior, intocable. El lugar de los que nunca se equivocan porque nada hacen.

 

El tipo destructivo se considera un genio de la crítica, generalmente acusando al objeto de su escarnio de soberbia, sin ser consciente de lo soberbio de su actitud. Sí, el tipo destructivo se cree por encima del bien y del mal. Sin generar nada que agregue valor a la sociedad, se cree con potestad de juzgar lo que hacen los que intentan hacer algo, cualquier cosa.

 

Es fácil distinguir al tipo destructivo. Nada de lo que hace agrega valor. No estudia, no aporta nada que no se haya dicho antes, no construye, no lee, no investiga en ningún tema, ni siquiera, a pesar de que él mismo lo cree, es gracioso. Nada de lo que emite alimenta. Dice cosas totalmente banales. Recurre al insulto y a la descalificación. Generalmente se esconde atrás de una máscara. No da la cara. Pero se cree un juez implacable de los defectos de los otros, porque, en su soberbia, cree que él no los tiene.

 

El tipo destructivo busca permanentemente el aplauso de su pequeña claque, un grupo de personas igualmente destructivas, a las que él es adicto. Es que el tipo destructivo, en su fuero íntimo, amaría tener 15 minutos de fama. Todo lo que hace es para llamar la atención. Y nada irrita más al tipo destructivo que la gente que tiene exposición pública. Esa gente es generalmente el centro de sus ataques, aunque no el único. La razón es simple, como dijimos, el tipo destructivo quiere secretamente ser famoso.

 

El tipo destructivo es la reedición de la vieja chusma de barrio, alguien que utiliza todo su tiempo útil en algo inútil. Alguien que vive a través de los que tienen una vida. Hay un delicioso cuplé de Contrafarsa, Las chusmetas, que los retrata a la perfección “Ni siquiera es necesario molestarse con el riesgo de vivir, sólo alcanza con saber acomodarse y acostumbrarse a morir”. Al igual que las chusmetas, al tipo destructivo lo mueve fundamentalmente la envidia, por eso se concentra tanto en lo que hacen los otros, y tan poco en su propio accionar.

 

Hay un motivo aún más fuerte detrás del tipo destructivo: su cobardía. El tipo destructivo raramente da la cara. Se esconde, ya detrás de una persiana en la cuadra del barrio, ya detrás de un nombre falso y ocultando su apariencia en las redes, ya al amparo de un comentario demoledor off-the-record. Se esconde porque sabe que, en el fondo, lo que está haciendo lo avergüenza. Pero la cobardía no sólo explica su modus operandi, también explica su razón de ser. El tipo destructivo lo es porque no se atreve a hacer, no se atreve a salir al ruedo. Eso implicaría quedar expuesto a otros comentarios destructivos. Implicaría arriesgarse a equivocarse, a que otros se rían de él. Por supuesto, producir conlleva estar a la intemperie, uno ya no está al refugio del anonimato, del aura de aquellos que son impolutos en su no-hacer. Entonces, el tipo destructivo justifica su falta de aporte diciendo que no tiene grandes logros académicos, o acceso a medios, o dinero, o fuerza política, o.... Es evidente que nada de eso es necesario para contribuir a mejorar cualquier cosa. Lo que diferencia a un tipo constructivo de un tipo destructivo no son sus logros, sino lo que intenta lograr. Es muy sencillo dejar de ser un tipo destructivo. Es sólo una cuestión de actitud. Pero hace falta tener agallas. Algo que, por lo visto, no abunda hoy.