Antes de fin de año nos vamos a vivir a Shenzhen, al sur de China. Mi marido y yo fuimos contratados por la Southern University of Science and Technology of China (SUSTech). Es una universidad bastante nueva, en una ciudad bastante nueva también. China ya avanzó mucho en el área tecnológica y ahora va por más, apuesta por ser vanguardia, y para eso invierte en ciencia. China está abriendo una universidad por semana.
Shenzhen, por otra parte, es también una ciudad muy interesante y prometedora. Era un pueblo de pescadores de 3200 habitantes en 1950, de 30.000 habitantes en 1979 y ahora tiene alrededor de 20 millones de habitantes (datos estimados, pues hay habitantes no regularizados). Shenzhen fue la primera de las llamadas “Zonas Económicas Especiales” en China. Según Forbes y Motherboard (también Techradar), el 90% de los electrónicos del mundo es producido en esta ciudad. Hay barrios, como HuaQiang Bei, que tuve la oportunidad de visitar en julio, donde hay edificios enteros dedicados a la venta de electrónicos de todo tipo: cámaras GoPro, tablets, cables, audífonos, celulares, drones, lo que uno se imagine, a precios a regatear. La calidad de estos productos es variable y, si uno tiene suerte, puede encontrar clones muy buenos de marcas de renombre a precios de oportunidad.
Shenzhen es la ciudad de la sede central de Huawei, la compañía de celulares que está a punto de desbancar a Samsung y Apple, con baterías de larga duración. Es injusto llamar a Huawei una empresa de celulares, ya que es en realidad una empresa de alta tecnología especializada en Investigación y Desarrollo (I+D). También la sede central de los autos BYD se encuentra en Shenzhen.
El PBI de Shenzhen ya ha superado el de Hong Kong, su ciudad gemela, que queda cruzando el mar, a apenas media hora de ferry. En muchos aspectos, Hong Kong es más desarrollado que Shenzhen, pero sin embargo la planificación urbana de Shenzhen es más agradable, en mi subjetiva opinión. Shenzhen es muy parquizada, y después de dos visitas, mi impresión es que es muy espaciosa, verde. Es también una ciudad de experimentación en arquitectura y diseño.
Estoy aprendiendo mandarín, un idioma fascinante, lleno de secretos que por momentos parecen poesía. También exige un uso intensivo de la memoria, más que ningún idioma que conozca. Promete ser un camino difícil hasta dominar la lengua como para mantener un mínimo diálogo.
Mi intención es ir contando las impresiones que iré teniendo en esta cultura tan diferente. Es realmente un cambio importante. Puede fallar. Mentiría si dijera que no tengo miedo, ya que en algún nivel estamos arriesgando mucho. Pero tenemos la oportunidad de ser testigos en un lugar privilegiado de uno de los cambios que se vienen en el mundo. A veces, en determinadas circunstancias, lo mejor o tal vez lo único es moverse para poder generar nuevas oportunidades. Espero que desde allá podamos aportar algo a nuestro Uruguay, un país al que quiero mucho, y al que estoy muy agradecida; sobre todo en esta nueva etapa de intercambio que se inicia con China. ¡Deséenme suerte!
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