Montevideo PortalColumnistas

Sobre el autor

Joaquín DHoldan: Escritor y Dramaturgo de la Villa del Cerro radicado en Sevilla.

Twitter: @joadoldan

Más columnistas

imagen del contenido Escribe Esteban Valenti
Como la realidad no es abstracta, sino concreta, vuelvo a un lugar que pinta la situación de zonas enteras de la capital y el país.
imagen del contenido Escribe Pablo Mieres
imagen del contenido Escribe Gerardo Sotelo
Fiel a uno de los más acendrados mitos económicos, Topolansky llamó a comprar productos "que den trabajo a los uruguayos".
imagen del contenido Escribe Carlos Pignataro
Entramos en una nueva era y únicamente las marcas que sepan adaptarse estarán preparadas para el futuro.

Escuchando Elefantes

13.Ago.2018

Cuando yo le escribía a "Los Carlitos", se habían puesto de moda las llamadas "bolsas de chistes". Esto era que, en cada frase que decía cualquier integrante del conjunto, se remataba o daba pie para el humor, haciendo honor al título de la categoría. A veces era agotador. Tarde se aprende que los buenos humoristas rematan a tiempo, y dejan pasar algunas. Uno de los miles de chistes que decíamos en los diez primeros minutos de 1997, decía "¿Cómo estás tan joven?, No discuto nunca, ¡Mirá si va a ser por eso!, Como vos digas"... Un amigo de Sevilla asegura "Discutir te vuelve gilipollas". Suele pasar, tengas razón o no, pero las redes han instalado la filosofía contraria. El mito de que debatir es bueno, y dar tu opinión un mandato divino, algo que el mundo desea. Distinto es intercambiar información y/o dialogar. Debatir, en los medios que sean, suele ser una pugna por la supremacía de tu convicción, por la insistente e inevitable intervención de tu comentario. Debo confesar que es contagioso. Me he descubierto a punto de meterme en Facebook ajeno cuando se dice algo que yo creo distinto, empujado por una fuerza terrible, como si alguien estuviese esperando que fuera así. Incluso al dejar la idea de lado para no estar metido en una lucha sin cuartel desde el sofá, miro hacia otro lado con incomodidad, sintiendo que dejo pasar la oportunidad de "expresarme", de "tener la razón". Me pasó hace poco con el debate sobre el "voto de uruguayos en el extranjero". A veces me imaginaba poniendo "pero como soy uruguayo, voy a ir, voto, y te la fumás". O sea, sin entrar en el tema en sí (ya que los que tenemos la nacionalidad, vivamos donde vivamos tenemos derecho a votar, la discusión es si se puede o no hacer desde lejos), me daba cuanta que el argumentarlo no tenía nada que ver con el título del debate y decía mucho de quienes opinaban. El más frecuente se podría resumir en "un uruguayo es quien sufre en Uruguay". Me gustaría evitar el debate en sí, porque la verdad que da igual. Pero me aterró ver que mucha gente, adultos con acceso a internet, tiempo para estar las redes, alfabetizados y seguro que muy informados, dejando ver cierto rencor, mucha envidia, un egoísmo atroz, etc. (de ambos bandos de la discusión). Se resumía en cuestionar al partido que supuestamente votamos los que no trabajamos allí, como si todos votáramos lo mismo, (y lo mismo siempre), y no fuera secreto, o cuestionando la identidad de personas desconocidas (menos de los jugadores de fútbol de la selección, que ya todos sabemos con son cada vez más uruguayos cuanto más goles meten). Para bajar la pelota al piso, quizás siempre fue así. Quizás siempre en la discusiones, que ahora son en Internet y antes eran en un bar, se suele mostrar quien es quien y su usan las armas más bajas para ofender y de paso quedar por encima de los otros. Un ejercicio diferente sería el contrario, se podría constatar que igual no cambia nada, aunque nos hayan vendido lo contrario.
Cuando yo era niño, en cualquier disputa verbal se usaba el término "gallego" de forma ofensiva. Era un argumento sólido para tener la razón, el supuesto analfabetismo posguerra de mis padres, la "brutalidad" del dueño del bar de la esquina y la forma de hablar en un idioma ajeno al suyo del guarda de CUTCSA. El término, una vez acuñado se manifestó en chistes xenófobos que yo mismo usé en las "bolsas de chistes" de "Los Carlitos" en la desesperación de dar de comer a la máquina "tragahumor". Seguro que hoy mismo, paro en cualquier calle a un montevideano, le pregunto por un gallego y me describe algo más cercano a esas parodias que a "Escuchando Elefantes". Este dúo gallego de folk-rock formado por Sílvia Rábade y Carlos Tajes, han publicado dos trabajos de estudio, Show & Tell (2012) y Happy Lonely People (2014) y varios singles con videoclips premiados internacionalmente. Exquisitos, elegantes y con un talento increíble logran un directo poderoso y sincero. Son famosos, además por mantener una bella costumbre que plasman en cada ciudad que visitan. Antes de un toque recorren las calles, eligen una esquina y dan un concierto gratis. Allí, en plena calle. Rompiendo así con el concepto de "músicos callejeros", poniendo en tela de juicio lo gratis y lo pagado, logrando una forma de promoción que a la vez permite acceder a la música a gente que no tiene la suerte de escuchar tanta cosa buena que suena por allí. Son guerreros de la cultura, atrincherados en la calidad, y con ese pequeño movimiento, que ojalá se hiciera popular entre las buenas bandas, militan para combatir el mal gusto que viene ganando en nuestra educación, que hace pelota nuestra calidad como personas y que se está adueñando de todos los foros y medios de comunicación.

 



Más artículos de La gaita eléctrica

10.Dic.2018Derby Motoreta's Burrito Cachimba

29.Nov.2018Travesti afgano

19.Nov.2018Rosalía

08.Nov.2018Marlango

05.Oct.2018La Habitación Roja