Una vez, viviendo en el exterior, me preguntaron por qué Uruguay, con tan lustrosos antecedentes democráticos, también había sucumbido ante la embestida de las dictaduras militares de los años setenta. Yo nunca fui bueno para la réplica inmediata, certera e ingeniosa (las mejores respuestas se me ocurren diez minutos después...), pero esa vez el latigazo me salió sin vacilar: "¿Y por qué no habría sucumbido?". Digo: nuestras décadas de estabilidad institucional, nuestros índices de alfabetización, cobertura de servicios básicos, atención a la salud, leyes sociales, imperio del derecho, avances civilizatorios en general, no eran producto de diferencias antropológicas con nuestros vecinos, ni de un "destino manifiesto" de quienes poblamos este lejano recodo del planeta. Era una construcción humana, cuya suerte estaba (siempre está) sujeta a las virtudes y miserias de las sucesivas generaciones de constructores. Como quedó en evidencia, las generaciones que protagonizaron aquellas décadas no estuvieron a la altura de las precedentes, y nos sometieron a la guerrilla unos, a la dictadura otros, a la vergüenza todos. ¿Por qué no iba a caer Uruguay? No estamos condenados a la democracia, a la prosperidad, ni a ninguno de los dones de la existencia. Pese a nuestra arrogancia aldeana, no somos antropológicamente mejores que nadie, ni tenemos un destino manifiesto como avanzada y faro de la humanidad. Lo bueno que podamos exhibir, será el producto de nuestro esfuerzo deliberado y consciente, como individuos y como colectividad nacional.
HOY IGUAL QUE AYER
El Partido Colorado-Batllismo, fuerza política secularmente mayoritaria, tiene mayoritaria responsabilidad en todo lo bueno y todo lo malo que caracteriza a este país. Aún hoy, cuando el Colorado-Batllismo registra sus peores guarismos de adhesión ciudadana, la impronta nacional sigue siendo la misma que inspiró y concretó este partido. La predominancia actual del Frente Amplio no cambió nada. Su obra de gobierno no introdujo ninguna innovación, ninguna variante significativa en el ancho cauce de las políticas públicas abierto por el Colorado-Batllismo. En todo caso, como ya es un lugar común, las corrientes no marxistas de esa coalición representan hoy, en el famoso "imaginario colectivo", el talante igualitarista que tradicionalmente se atribuyó al Batllismo. Pero del otro lado, sus corrientes marxistas, por definición, no rinden el culto a la institucionalidad republicana que caracteriza al Coloradismo. Mi punto es que hoy no estamos más blindados que en los años 70 contra los riesgos que permanentemente acechan a las naciones. El futuro sigue siendo el producto de nuestro cotidiano esfuerzo deliberado y consciente; los países no tienen piloto automático; el progreso no se puede pagar por adelantado y después tirarse panza arriba a disfrutar. Esa fantasía prevaleció en el pasado ("Como el Uruguay no hay", "La Suiza de América"), y terminamos de cabeza en un pozo negro.
NUEVAS AMENAZAS
En los 70 toda la región quedó presa de la dinámica perversa del mundo bipolar, y Uruguay también. Hoy son otros los vientos que sacuden a nuestros vecinos, pero nuestra soberbia (forma extrema de la estupidez) sigue siendo la misma y, a caballo de una década de prosperidad material y corrección política, subestimamos las amenazas con displicencia culpable. En la región campea el populismo, forma muy degradada de la política en la que destacamos hasta hace unos meses. La corrupción está instalada en Argentina, es histórica en Paraguay, se llevó puesta a Venezuela, golpeó a la prusiana Chile, y con Marcelo Odebrecht preso, Brasil está por explotar. Nuestros sucedáneos, naturalmente más modestos, son PLUNA-BROU, FONDES-CND, ANTEL-Arena, ANCAP-Alur, Servicio Civil-60 mil funcionarios adicionales. Pongo todo en una misma bolsa porque, con enriquecimientos personales o sin ellos, se trata del abuso de las instituciones. Súmese el lenguaje de Mujica, las leyes inconstitucionales, los sindicatos sitiando el Palacio Legislativo, el 13% de los montevideanos viviendo en asentamientos, la imposible reforma del Estado, la impensable reforma de la educación, la presión explícita al Poder Judicial, AFE eterna, ALAS-U moderna, el deterioro cultural, social, convivencial. Y acechando como carroñeros, el narco, que a fuerza de plata todo lo puede: la violencia enseñoreada, territorios liberados, sicariato, la vida vale un pase de pasta, 275 homicidios en 2014, 146 hasta junio de 2015; lo que sigue es la compra de funcionarios policiales, judiciales y políticos ("plata o plomo"), EXACTAMENTE COMO EN OTROS PAÍSES DE LA REGIÓN. ¿¿POR QUÉ NO HABRÍA DE PASAR EN URUGUAY?? ¿¿POR QUÉ NO?? Advertidos respecto a que somos tan vulnerables como cualquier vecino, la primer trinchera para detener el avance de las fuerzas del mal, es el vigor institucional, el respeto irrestricto a las normas, la adhesión incondicional y la defensa de su integridad. La famosa seguridad del contrato, aquella que Artigas contraponía a la veleidad de los hombres en la Oración de Abril. Instituciones sólidas son las joyas de la abuela, lo que no se vende, lo que se resguarda.
LA CASA EN ORDEN
¿Están en riesgo las instituciones en Uruguay? No, pero en muchos frentes el deterioro es visible. ¿Debemos refugiarnos en un principismo fundamentalista y salir a degollar infieles? No, pero conviene prestar atención, porque habiendo quien peche los límites, si no se opone resistencia, los límites se corren. ¿Podemos discutir una reforma de la Constitución? Por supuesto que sí, pero mientras tanto tenemos que cumplirla. Dicho lo cual, aterrizo bruscamente en mi preocupación actual: los partidos políticos. Los partidos forman parte del elenco de instituciones que es menester preservar, una gema del mayor valor entre las joyas de la abuela. Ya está dicho mil veces, pero hay que repetirlo: los partidos no son fines en sí mismos, son instrumentos para articular la voluntad colectiva. Forman parte indisociable del indisociable paquete "libertad-república-democracia". Este paquete es un invento moderno, tiene apenas 200 años. De repente en un futuro se encuentran otros mecanismos para que funcione. Pero en su versión actual, el paquete incluye indispensablemente a los partidos políticos, como incluye al capitalismo y a la separación de poderes. Y termino específicamente: el Partido Colorado, que fue un instrumento privilegiado para la construcción del país, merece ser defendido. Hoy no es tiempo de juntar votos, sino de retemplar el instrumento. En ese orden, nos toca reclamar el apego a la Carta Orgánica, no como gesto de ciego talibanismo, sino como expresión de comunidad de ideales y de conductas, como preservación de la identidad y de la integridad institucionales. Aunque suene aburrido, fútil, marginal, esta es la obligación de la hora.