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Acuerdo Grande

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Por una coalición opositora

Sobre el autor

Miguel Manzi (1957), abogado, inicié mi actividad política en 1980 militando por el "NO" contra la dictadura. Fui diputado de la "Lista 85" del Partido Colorado. Emigré en 1995, viviendo en Bolivia, EE.UU. y Honduras, donde culminé mi periplo como Representante del BID, a cargo de 120 operaciones por 1.000 millones de dólares. En 2011 renuncié al BID y regresé a Uruguay, retomando la actividad política en torno al Proyecto Montevideo, cuya información completa está en http://miguelmanzi.com/

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CUESTIONES DE FAMILIA

18.May.2016

El lunes 2 de mayo los titulares dieron cuenta de la renuncia de Julio César Porteiro (cuyo amigo y mentor político es Danilo Astori) a la Presidencia del Banco República. Escribió el jerarca: "Después de una detenida reflexión personal, he tomado la decisión de renunciar a la Presidencia del banco". Más claro, echarle agua. Pero dos días después, el mismísimo Porteiro aclaró, para oscurecer: "Quiero precisar que no renuncié al Banco. Lo que hice fue anunciar que iba a renunciar". Patético. Este episodio me hizo acordar cuando Astori le mandó una carta a Mujica poniendo condiciones para integrar la fórmula presidencial en 2009; al final fue de vice, y listo... Ahora es otra vez ministro; y en la próxima, de repente, otra vez precandidato. Pero Astori no se va (Porteiro tampoco). Julio Sanguinetti dice que la historia registra lo que pasa, pero no lo que se evita, que a veces es tanto o más importante. Bajo esa perspectiva, el mérito de Astori sería evitar que el Frente, y con él el país, se despeñe en el abismo populista, aportando la ortodoxia económica y la moderación política ante el delirio talibán de los Olesker. Puede ser. Pero aún en ejercicio de su misión de impedir, Astori ha sido bastante, digamos, tenue: no pudo impedir que Vázquez y Mujica aplicaran políticas pro cíclicas. No pudo impedir que en 10 años la nómina se engrosara en 60 mil funcionarios públicos. No pudo impedir que Sendic financiara su carrera política con ANCAP. No pudo impedir que PLUNA se fundiera dos veces más. No pudo impedir que Mujica regalara 40 millones a sus amigos del FONDES. No pudo impedir que Cosse se diera el gusto del ANTEL Arena. No pudo impedir que el déficit picara el 4% del producto. No pudo impedir que la inflación alcanzara los dos dígitos. No pudo impedir que 600 mil trabajadores sigan cobrando menos de 15 mil pesos. No pudo impedir que en este país los ricos sean cada vez más ricos y siga habiendo pobres extremos. Pero Astori no se va. ¿A dónde iría? Astori se queda en el Frente, compartiendo el siempre acogedor regazo del gobierno con lo más recalcitrante del marxismo-leninismo internacional (conservadores radicales), que está en Cuba, en Corea del Norte, y en... Uruguay.

 

UNA FAMILIA DISPERSA

 

La presencia de Astori&Amigos (socialdemócratas ellos) en el FA, impide también la conformación de un "polo socialdemócrata integral", capaz de alterar la perversa dicotomía izquierda-derecha que hoy prevalece, justificada por las actuales mayorías conservadoras de los partidos históricos (nos han ganado en buena ley, debe decirse). En efecto, las famosas "familias ideológicas" no son idénticas a las formaciones políticas. No existe familiaridad ideológica entre TODOS los colorados y TODOS los blancos; no. Como tampoco existe familiaridad ideológica entre TODOS los frenteamplistas. La línea divisoria "ideológica" corta a todos los partidos, siendo que en todos ellos hay sectores socialdemócratas (el centro-izquierda en el continuo "igualdad-libertad", o "estado-mercado", o "sociedad-individuo"). (Otra cosa es la divisoria "política" -o "sistémica", si se prefiere- que sí agrupa a los partidos históricos y permite concebir coaliciones, pero es todo un tema aparte). Esta asimetría entre las "familias ideológicas" y los "bloques políticos" explican en parte, creo, la dificultad de blancos y colorados para ganarle al FA en segunda vuelta (los sectores progresistas y conservadores de ambos partidos históricos no se bancan ni se votan), tanto como la imposibilidad de formalizar electoralmente un "polo socialdemócrata". Si lo anterior es cierto, lo que está en nuestras manos es trabajar para que las opciones progresistas de los partidos históricos vuelvan a ser mayoría. En el caso del PC, la cosa está bastante clara: tenemos que ganarle a Bordaberry la candidatura presidencial en la elección interna de 2019, promoviendo una corriente que, más allá de la "querella de las etiquetas", reformule y reencarne al Batllismo, que es la socialdemocracia colorada. En eso estamos.  



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