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Ope Pasquet

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Columna de opinión

Sobre el autor

Abogado. Diputado por el Partido Colorado.

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Rumbo al precipicio

19.Nov.2016

El próximo domingo 27 se disputará el clásico de nuestro fútbol en el Estadio Centenario.

            Bastaría con tener en cuenta los diversos hechos violentos vinculados al fútbol o relacionados de alguna manera con él, ocurridos últimamente, para estar preocupados por lo que pueda suceder el día del clásico. El homicidio de Santa Lucía es más que suficiente, por sí solo, para encender todas las alarmas.

            Pero hay más nubarrones que oscurecen el horizonte.

            Según informó El País el pasado viernes 18, "El gobierno maneja informes de inteligencia policial que le hacen temer que durante la disputa del clásico (...) se produzcan incidentes de violencia graves" (...). "Ahora estaría en duda que la Policía ingrese a custodiar el pulmón de la tribuna Olímpica que se utiliza para separar a ambas hinchadas y evadir (sic) incidentes. Eso tornaría imposible que se compartiera la tribuna".

            Al que quiera alarmarse más todavía, le recomendamos que lea la versión taquigráfica de la sesión de la Comisión Especial de Deporte de la Cámara de Diputados, correspondiente al pasado martes 15. Ese día concurrió a la Comisión el director nacional de Policía, Mario Layera, quien abordó clara y frontalmente la cuestión de la violencia en el fútbol, o en ocasión o so pretexto del fútbol, y de las dificultades que tiene la Policía para actuar adecuadamente frente a ella.

            Layera reconoció que pese a los controles y revisaciones que se hacen, no se puede evitar que entren armas al Estadio, como ocurrió el pasado 23 de octubre cuando los disparos en la tribuna Amsterdam hirieron a un hombre y determinaron la posterior suspensión del partido entre Peñarol y Rampla Juniors.

            Y admitió más, todavía, el jerarca policial: dijo sin rodeos que cuando los "barra brava" se agrupan de a cientos para entrar "en malón" al Estadio, ni la seguridad privada que contrata la AUF, ni la propia Policía, tienen "la fuerza suficiente" para contenerlos y obligarlos a someterse a la correspondiente revisación. Para contar con esa fuerza sería necesario aumentar "significativamente" los recursos humanos dedicados a la tarea, lo que implicaría dejar desguarnecidas otras zonas donde también es necesaria la presencia policial.

             Por supuesto que en el curso de la misma sesión de la Comisión de Deporte también se abordaron otros aspectos del tema, como el atinente a las famosas cámaras que la AUF debió haber instalado hace mucho tiempo, o el vallado de seguridad que impediría la concentración de los "barra brava" para el posterior lanzamiento del malón. Pero nada de eso se va a resolver de aquí al domingo 27.

            Lo concreto es que tenemos por delante un partido que es evidentemente de alto riesgo, por una serie de factores que todos conocemos; que hay informes de inteligencia según los cuales podrían producirse hechos graves de violencia; y que el director nacional de Policía confiesa que no puede evitar que entren armas al Estadio, ni impedir que un grupo numeroso de energúmenos entusiastas y resueltos le pase por encima al personal encargado de la seguridad del espectáculo.

            Ante este panorama, no se sabe que el Ministerio del Interior haya adoptado aun medida alguna. En cuanto a las autoridades del fútbol, lo último que supimos fue que dejaron sin efecto la disposición según la cual los árbitros podrían suspender los partidos hasta por diez minutos, si las hinchadas entonaran cánticos demasiado agresivos; no es que se pierda gran cosa con la supresión de medida tan débil, pero la señal que se emite al suprimirla, sin sustituirla simultáneamente por otra más severa, no nos parece la adecuada. La sensación que queda es que ni a suspender un partido por diez minutos, se atreve la AUF.

            ¿Se va a disputar el clásico en estas condiciones? Si así fuera, y se cumplieran las previsiones de los informes de inteligencia, nadie podría sorprenderse ni alegar desconocimiento de los peligros inherentes a una situación que es materia de debate público desde hace tiempo. En ese caso hipotético, todos los que pudiendo haber hecho algo para evitar desgracias, no lo hicieron, tendrían que responder -acaso, hasta penalmente- por su omisión.

            Hay que actuar antes de que ocurran nuevos hechos de violencia. De aquí al domingo 27 la AUF no va a tomar ninguna de las medidas de fondo que debió haber tomado hace tiempo. Es por lo tanto el Ministerio del Interior el que debe hacer un esfuerzo extraordinario; las circunstancias así lo exigen.

            Y si nadie piensa hacer nada, que se le diga claramente a la población que los que vayan al Estadio se estarán jugando la vida, porque esa es tierra de nadie en la cual la Policía se declara impotente de cumplir su función de mantener el orden. La prensa tiene, en esto, una tarea que cumplir. El tema para el domingo 27 no es si juega Fulano o si Mengano llega con tantas tarjetas amarillas; el tema es que nadie asume la responsabilidad de parar la violencia. El que vaya al Estadio, pues, lo hará a su riesgo.

            Es al mismo tiempo una vergüenza y una lástima; pero a esto hemos llegado.