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Acuerdo Grande

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Por una coalición opositora

Sobre el autor

Miguel Manzi (1957), abogado, inicié mi actividad política en 1980 militando por el "NO" contra la dictadura. Fui diputado de la "Lista 85" del Partido Colorado. Emigré en 1995, viviendo en Bolivia, EE.UU. y Honduras, donde culminé mi periplo como Representante del BID, a cargo de 120 operaciones por 1.000 millones de dólares. En 2011 renuncié al BID y regresé a Uruguay, retomando la actividad política en torno al Proyecto Montevideo, cuya información completa está en http://miguelmanzi.com/

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¿QUÉ QUERÉS SER CUANDO SEAS GRANDE?

15.Dic.2016

 

La del 90 fue una década pródiga en estudios dedicados a otear el futuro. El violento cambio del escenario global que aparejó el derrumbe del bloque soviético, junto con el fin del milenio, obró como potente estímulo para los investigadores sociales, y se dieron a conocer enjundiosos trabajos que hasta hoy siguen nutriendo nuevos desarrollos. En mi memoria, los tres títulos más impactantes fueron "El fin de la historia" de Francis Fukuyama (1992), "Choque de civilizaciones" de Samuel Huntington (1993), y "El fin del trabajo" de Jeremy Rifkin (1995). Recién ahora, 25 años después, la realidad está poniendo a prueba esas tesis. Y con el diario del lunes a la vista, se puede afirmar que sus conceptos centrales se vieron confirmados por los hechos, aunque haya desvíos en más de una dirección. El libro de Rifkin anticipa que "la gran mayoría de los trabajos van a desaparecer para no volver nunca jamás, de manera que el mundo acabará polarizándose en tendencias potencialmente irreconciliables: por una parte, una élite bien informada que controlará y gestionará la economía global de alta tecnología; y, por otra, un creciente número de trabajadores permanentemente desplazados, con pocas perspectivas de futuro y aún menos esperanzas de conseguir un trabajo aceptable en un mundo cada vez más automatizado" (copiado de una reseña de internet, más confiable que mi memoria). Este augurio no solo se viene confirmando, sino que se ha extendido en sus alcances, a cuenta de la inteligencia artificial: hoy se acepta que también van a desaparecer puestos de trabajo intelectual, aquellos que requieren imaginación y creatividad. "Deep Mind", el último modelito de supercomputadora, aprende y supera todo el conocimiento humano, mediante el sencillo expediente de navegar por internet.

 

NO HABRÁ TRABAJO PARA TODOS

 

Profetas del apocalipsis hubo siempre; desde la primera revolución industrial se viene augurando que la máquina sustituirá al hombre, y novelando las distopías tecnocrático/totalitarias que serían su consecuencia (los bolches cargan con la vergüenza de haberlo intentado). Hasta hace poco nos consolábamos repitiendo que la revolución tecnológica eliminaba puestos de trabajo rutinarios, pero generaba otros que requerían habilidades superiores. Al presente, en cambio, la evidencia muestra que la "tasa de sustitución" crece mucho más lento que la demanda de trabajo; dicho de otro modo: no hay ni habrá trabajo para todo el mundo. Paradójicamente, esto no equivale a escasez: al contrario, cada día se producen más bienes (de todo tipo: más plasmas, más motos, más medicinas, más libros, más comida), pero los producen máquinas, no gente. Rifkin, que lo anticipó hace 25 años, proponía entonces un abanico de estrategias: repartir el trabajo disponible entre todos los demandantes (rebajando la jornada laboral); promover la economía social (el "tercer sector" en combinación con el mercado y el estado); asegurar el ingreso mínimo para todos (la "renta básica universal"). Estas propuestas siguen en pantalla, se han implementado parcialmente en algunas latitudes, pero ni por asomo alcanzan a compensar la creciente demanda de trabajo de la creciente población global. Incluso si el apocalipsis no ha llegado, no hay duda de que este nuevo cambio de época está dejando y va a dejar a mucha gente por el camino. Tal es la incertidumbre que explica en parte a Trump & Cía. a lo largo y ancho de todo el globo: cómo nos vamos a ganar la vida, cómo vamos a alimentar a nuestros hijos, cómo vamos a acceder a los bienes materiales y de los otros.

 

¿EN QUÉ ESTAMOS PENSANDO?

 

¿Qué contesta ante la clásica pregunta del título, el 70% de jóvenes uruguayos que no termina secundaria? ¿O el 60% de los que termina, pero sin incorporar las habilidades básicas para ganarse la vida? ¿Tendrán fantasías para "cuando sean grandes"? ¿O les dará la lucidez para saber que están condenados? ¿Se enteraron de que el 50% de los puestos de trabajo actuales no existirá dentro de 20-30 años? ¿Saben que la robótica va en busca de sus fronteras? ¿Leyeron que la inteligencia artificial sustituirá también a las actividades intelectuales? ¿Lo saben Vázquez, Muñoz, Netto & Cía.? ¿En qué están pensando las autoridades de la enseñanza? ¿En qué los dirigentes gremiales de la educación? ¿Son seres perversos? ¿O solo imbéciles que no se dan cuenta de que están condenando a generaciones enteras a engrosar el "creciente número de trabajadores permanentemente desplazados, con pocas perspectivas de futuro y aún menos esperanzas de conseguir un trabajo aceptable"? ¿Son incapaces de concebir que este país (todos y cada uno de sus habitantes) puede ser parte de la "élite bien informada que controlará y gestionará la economía global de alta tecnología"? No puedo menos que terminar panfletariamente, porque este fin de año me hartó, como a tantos: el Frente Amplio en su tercer período consecutivo de gobierno, con la mayor concentración de poder político, sindical, social y cultural que conoce la historia patria después de Batlle y Ordóñez, y 10 años de crecimiento económico irrepetible, dejó en claro que no tiene más nada para dar. Al mando viejos decrépitos, a cuyo relevo vienen burócratas adocenados por los privilegios que quieren conservar, toda virtud y todo ideal enterrados junto con el título de Sendic. Tenemos tres años por delante. Si no somos capaces de proponer algo mejor (y que la gente nos crea), cerrá y vamos. 



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