La conciencia sobre el significado del Holocausto, no debe tocar solamente el alma de los judíos. Es más que comprensible y lógico que los judíos seamos especialmente sensibles al respecto, al haber perdido 6 millones de nuestros hermanos a manos de los nazis. Pero la lección y la advertencia son para la humanidad toda.
Y aunque los antisemitas pretenden hacer más ruido, para nosotros tienen mucha más fuerza los otros, los que entienden el peligro del odio ciego y la discriminación. No sólo hacia los judíos sino hacia cualquier grupo humano.
Por eso es importante el paso que dio la ONU en noviembre del 2005, al decidir la Asamblea General instaurar una fecha recordatoria a nivel mundial: el Día Internacional de Recordación de las Víctimas del Holocausto, determinada desde entonces para cada 27 de enero, aniversario de la liberación del campamento de exterminio Auschwitz.
Uruguay es uno de los países que más honra la fecha, celebrando una sesión especial de la Comisión Permanente del Parlamento y transmitiendo un discurso de una figura del Ejecutivo, por cadena nacional de radio y televisión. Cada año, sobrevivientes del Holocausto que llegaron después de aquel infierno a Uruguay, se cuenta entre el público que se hace presente en el Parlamento para escuchar y ver. Siempre imaginamos su emoción al ver que su país de adopción honra la memoria de aquellos que ya no están.
Pero el esfuerzo no puede limitarse a días puntuales, aunque las fechas recordatorias tienen un importante simbolismo. Lo central, contra el olvido y la ignorancia, contra el desmentido y la relativización del holocausto, es la educación. El relato. La publicación de los numerosos testimonios.
Cuando los soldados soviéticos, británicos, norteamericanos, entraron a los diversos campos de concentración nazis, se toparon con el horror. Durante semanas filmaron y tomaron fotos.En muchos casos, sus superiores así lo ordenaron. Entendieron que esas imágenes serían pruebas sobre las atrocidades cometidas por los nazis.
Este miércoles participamos en la inauguración de la exposición "Destellos de memoria" en el Museo Recordatorio del Holocausto Yad Vashem en Jerusalem. Está dedicada a la fotografía en la Segunda Guerra Mundial y la Shoá, tanto la de los nazis como propaganda previa a la guerra, la de los judíos, a escondidas, en los ghettos, y la de los liberadores al entrar y mirar la muerte a los ojos.
En uno de los rincones de la exposición, quedamos petrificados. Allí se proyectaba una y otra vez, de continuo, la película documental "Night will Fall", del Director Andre Singer, hecha en el 2014 sobre la producción en 1945 de una película británica acerca de lo hallado en los campos nazis.
El primer testimonio es el del Sargento Mike Lewis, camarógrafo del ejército, cuyo testimonio sobre aquellos días, fue filmado en 1981.
"Entramos y vimos escenas que antes jamás habíamos visto. Provocaba dolor el solo pensar que eso le había ocurrido a seres humanos. Cientos de cuerpos sin vida apilados . Hedor de muerte por todos lados. Fosas de tamaños de canchas de tenis repletas de cadáveres. Bebés, niñas, jóvencitas. Hombres, mujeres, adultos y niños. Y no podíamos saber cuán profundas eran esas fosas".
El Sargento William Lawrie, camarógrafo militar, contó en 1984 lo que él vivió.
"Esa gente medio muerta andaba con los ojos vidriosos.Absolutamente muertos. Había impotencia, desesperación. El terrible olor que emanaba de todo, la atmósfera de opresión. Era como si hubiera llegado el final. Los cadáveres. Si perdías contacto con la realidad parecían muñecos".
Y con terribles escenas intercaladas entre los relatos, imágenes reales de aquel horror vivido, seguía pareciendo increíble que eso realmente haya sucedido.
"No sé si nosotros mismos no nos vimos tragados por otro mundo", agregó Lawrie. "Es que no se podía conectar entre lo que estábamos viendo y nuestra vida. Esto era algo totalmente separado, era otro mundo. Creo que si alguien entraba en eso demasiado, enloquecía.
Estuvimos allí aproximadamente dos semanas. Filmamos todas esas escenas.Y desde entonces ninguna película me provocó esos sentimientos de desesperación y horror como el sufrimiento de esa gente, provocado a europeos de otra fe, por ninguna otra razón que esa". Y resume: "Pensé que con el tiempo se me iría. Quería olvidar. Pero eso no te abandona jamás".
El 19 de abril, Richard Dimbleby informó a la BBC:
"Me cuesta describirlo debidamente. Pero estos son los hechos de los que puedo dar fe. Cruzamos la cerca y me hallé en un mundo de pesadillas. Cadáveres, algunos en estado de pudrición, cubrían el camino y los costados de las vías del tren.
A los costados había unas estructuras marrones. Por las ventanas se veían rostros de mujeres extremadamente delgadas, demasiado hambrientas como para salir, apoyadas en el vidrio para ver la luz del día antes de morir.
Y así fue, morían, cada hora, a cada minuto".
David, el hijo de Richard Dimbleby, cuenta en la película: "Era tan estremecedor que al principio la BBC esperó antes de transmitir porque tenían dudas de que mi padre estuviera describiendo fielmente lo que había visto. Corroboraron y luego transmitieron".
Y agrega una explicación aleccionadora: "Estaba describiendo a gente que ya no se comportaba como seres humanos. Y se entendió el significado de lo que estaba diciendo. Eso no era solamente Alemania. No era solamente esos campos.
Esos podrían ser cualquiera de ustedes, en cualquier parte del mundo, si la civilización se desmorona de esa forma".
Nos resultaba difícil alejarnos de ese rincón, de la película proyectada una y otra vez. Pero debía hacerlo, porque sobre otra pared , en medio de un mar de fotos, había una pantalla en la que "corría" otra película, otra documentación. Había un grupo de niños , con los trajes a rayas, que mostraban sus números tatuados. Pasaban en un camino marcado por alambres de púa. Iban en camino a los experimentos del demonio Mengele. Es que eran mellizos, algunos gemelos, su interés primordial.
Y junto a la pantalla, una mujer señalaba: "Ahí, esa soy yo...lo recuerdo...recuerdo lo que nos indicaron hacer...no entiendo cómo logré salir". Vera Krigel Grossman cumple 80 años en abril. Ella y su hermana melliza lograron salvarse. Y en una inmensa foto familiar que nos mostró después, de alguna celebración redonda , era hasta difícil contar toda la descendencia.
Miramos la foto repleta de rostros sonrientes, de niños menores y mayores que la que aparecía en pantalla de traje a rayas en Yad Vashem, de decenas de hijos, nietos, sobrinos, hermanos, cuñados y demás, y le decimos a Vera que aunque no nos gusta la palabra, esa es su venganza. Se sonrió, nos tomó la mano y dijo con voz suave: "Esa es la única venganza posible".