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Políticamente incorrecto

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La columna de Álvaro Ahunchain

Sobre el autor

Nací en 1962. Dirijo Ahunchain Comunicación y asesoro en esta materia a empresas privadas y públicas y partidos políticos. Soy dramaturgo y director teatral, con piezas editadas en España, Francia y Estados Unidos y estrenadas en Argentina, Chile, Venezuela, El Salvador, México, España y Alemania. Ocasionalmente he producido y dirigido televisión. Ejerzo la docencia en la Universidad Católica, el CLAEH y la Escuela del Actor. Facebook: Alvaro Ahunchain Twitter: @alvaroahunchain

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Contra la impunidad de algunos telepredicadores

20.Sep.2010

 

Suelo mirar televisión a última hora de la noche, haciendo zapping. Una madrugada, me encontré con una de las escenas más bellas del cine de los últimos años: el discurso final del protagonista de "La lista de Schindler" de Steven Spielberg.

La guerra ha terminado y, cuando los obreros judíos que él salvó del exterminio salen a despedirlo, Schindler se pone a llorar, reprochándose a sí mismo que si hubiera vendido un alfiler de corbata o un auto, hubiese obtenido el dinero suficiente para salvar más vidas.

 

Obviamente, quedé enganchado en esa maravillosa escena, pero algo me llamó la atención: estaba doblada con un español castizo y aparecían extraños sobreimpresos que decían cosas como "¿cuánto vale salvar un alma del pecado?"

 

De pronto descubrí el secreto. No era que el canal estuviera emitiendo la película, no. Los telepredicadores que compran el horario posterior al cierre de programación, utilizaban el final de "La lista de Schindler" para justificar sus deplorables estafas a la ingenuidad de su público.

 

Tergiversando de una forma repugnante el sentido del discurso del personaje, pretendían dar a entender que cuanto más pagaran los fieles a esa seudo iglesia, más seguros estarían de su salvación espiritual. Lo primero que me pregunté fue con qué derecho esos señores "levantan" escenas de una película que tiene un autor pasible de derechos, a quien se debe pagar para emitirla públicamente.

 

Pero esto era sólo un ejemplo más de una larga cadena de impunidades de los productores de esos programas supuestamente religiosos. Utilizan esos espacios para vender productos que tienen según ellos poderes milagrosos, como un "jabón de la descarga" o una "rosa" que logra para su poseedor no sé qué fin. Es superchería de la más burda, y sin embargo, nadie alza su voz para impedir que esta gente siga embaucando a personas crédulas, de bajo nivel sociocultural y débil situación económica.

 

Tengo entendido que se da vía libre a estos negocios fraudulentos porque la Constitución uruguaya consagra la libertad de cultos, y ninguna agrupación religiosa puede ser perseguida por la justicia. Sin embargo, supongo que si en el país existieran ritos satánicos que incluyeran sacrificios humanos, la policía actuaría de inmediato para desmantelarlos. No veo por qué no lo hace contra sectas como éstas, que realizan dolos y engaños utilizando ondas de televisión que además pertenecen a todos los uruguayos.