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Políticamente incorrecto

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La columna de Álvaro Ahunchain

Sobre el autor

Nací en 1962. Dirijo Ahunchain Comunicación y asesoro en esta materia a empresas privadas y públicas y partidos políticos. Soy dramaturgo y director teatral, con piezas editadas en España, Francia y Estados Unidos y estrenadas en Argentina, Chile, Venezuela, El Salvador, México, España y Alemania. Ocasionalmente he producido y dirigido televisión. Ejerzo la docencia en la Universidad Católica, el CLAEH y la Escuela del Actor. Facebook: Alvaro Ahunchain Twitter: @alvaroahunchain

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Esta puta vieja y fría

25.Oct.2010

 

Murió un poeta. Un formidable poeta uruguayo. Cuando era niño, mis padres me regalaron el vinilo del Sabalero cuya tapa mostraba su rostro duro, con bigotes largos, dibujado de perfil. Y yo, como tantos niños, jóvenes y adultos de entonces, gasté el primer surco para escuchar miles de veces “Chiquillada”. La habíamos hecho propia. Tanto que en la escuela jugábamos a cantarla al revés: “talon-pa ti-tocor, citabol de mis cuerdorres”.

Era una canción que se había impuesto sola -a pesar de la baja receptividad a los artistas uruguayos en su propio país- con la sola fuerza de su autenticidad y belleza. (Algo parecido pasaría veinte años después, con “Brindis por Pierrot” de Jaime Roos).

La dictadura nos separó de ese poeta entrañable y, ya de vuelta en democracia, tuve que sorprenderme con la pasión que profesaba por él una amiga francesa, la traductora Françoise Thanas, para volver a escucharlo y admirarlo.

“Y el amor. amar hasta reventar, si es posible. Porque eso. eso es la vida”, decía maravillosamente en “No te vayas nunca, compañera”.

Un poeta que cantó con tanta precisión al milagro de estar vivo, no podía hacer menos cuando le cantó a la muerte. *


Es genial cómo evoluciona el tema. Empieza en un clima optimista, casi festivo, laudatorio de la vida. En el trayecto, no ahorra en imágenes eróticas, que acumula como una especie de conjuro contra su contrapartida inevitable: “me enrosco en tus ancas fuertes”. o esa metáfora deliciosamente surrealista de “con chorros de mariposas / enamoramos la vida”. El eterno combate entre Eros y Tánatos, que pasa de ser una oposición a una complementación: el poeta se pregunta “con quién se moja la muerte”. La muerte mujer que seduce y es seducida; el fin de la vida como consumación del amor, siempre Eros y Tánatos.

Ese clima de fiesta, de alegría, de pronto se convierte, casi imperceptiblemente, en el grito de desesperación que cierra la canción:

“No me dejes, alegría

No te vayas, vida mía,

Que esta puta vieja y fría

Nos tumba sin avisar”.

Desde la primera vez que escuché estos versos hasta ahora, que vuelvo a ellos, siempre he sentido eso que sólo las grandes obras de arte producen en las personas: una conmoción que va más allá de lo espiritual y se instala en lo físico, erizándonos la piel, estrujándonos el pecho. Ahora que el Sabalero está muerto, ahora que la puta vieja y fría consiguió tumbarlo, esos versos se cargan de un dramatismo aún mayor. Porque si uno de los objetivos del creador es espantar aquello que teme, al invocarlo en una dimensión ficticia, ahora se instala su fracaso.  Una y otra vez los filósofos piensan en la muerte para dominarla. Una y otra vez los artistas la expresan para doblegarla, como aquel caballero medieval que la desafiaba al ajedrez en “El séptimo sello” de Bergman. Cuando se veía derrotado, deshacía la posición de las piezas de un manotazo. pero enseguida la Muerte lograba reconstruir toda la partida. Acá pasa lo mismo, un artista eleva su voz contra ella con versos que emocionan, pero no es capaz de impedir su llegada.

Pienso en otros ejemplos supremos de ese doloroso enfrentamiento con el destino final. Vallejo:


“Me moriré en París con aguacero,

un día del cual tengo ya el recuerdo.

Me moriré en París -y no me corro-

tal vez un jueves, como es hoy de otoño”.

 

Murió en París, y murió un jueves.

O la dramaturga inglesa Sarah Kane, que en su obra “Psicosis 4:48”, revela la hora exacta del cenit de su angustia existencial, y termina quitándose la vida exactamente a esa hora.

O el cineasta americano Nicholas Ray que, al saberse enfermo terminal, co-dirige junto a Wim Wenders la película “Relámpago sobre el agua”, para registrar su agonía y desintegración.

Alguna vez leí que Shakespeare profetizó en un parlamento de una de sus obras, que moriría en la misma fecha que nació. Y así fue: algunos biógrafos aseguran que nació un 23 de abril y murió el día de su cumpleaños número 52.

Tal vez un caso emblemático por lo sobrecogedor, es el de Bob Fosse, quien es operado del corazón y halla en la vivencia de la internación la inspiración necesaria para idear su mejor película, “All that jazz”. En ella se muestra a sí mismo enfrentando una intervención quirúrgica y develando paulatinamente el bello rostro de una Muerte interpretada por Jessica Lange. Pocos años después, Fosse murió tal como lo había fabulado entonces.

Desde la puta vieja y fría del Sabalero hasta la belleza helada que propone Fosse, existe más de un denominador común: el del amor como fuerza que ahuyenta y al mismo tiempo atrae el final inevitable, y el del triunfo de la Muerte sobre el artista que tan maravillosamente se rebela contra ella.

* Gracias Estrella Laurta, por enviarme la grabación y la letra del tema.