Delfi Galbiati y Federico García Vigil: si yo fuera municipal, votaría por ellos.
Hoy voy a defraudarte, lector. Porque esta columna será políticamente muy correcta. Es que voy a hablar del conflicto de ADEOM y seguramente, repetir la indignación que ha sentido en las últimas semanas el 99,99 por ciento de los uruguayos. El 0,01 restante no es ni siquiera la totalidad del gremio de los municipales. Creo que se identifica apenas con los dirigentes del mismo y con quienes levantaron sus manos en las asambleas para viabilizar este largo y penoso despropósito.
Caminando por la calle, leí uno de los títulos de tapa del semanario Brecha del viernes 7: "Es inevitable la adeomización de todos los sindicatos". Debo confesar que esta declaración del presidente del gremio me produjo un escalofrío. El neologismo, por sí solo, tiene una sonoridad inquietante. Se parece a "sodomización". Y viendo la conducta de ese sindicato en los últimos tiempos, creo que la semejanza no es mera coincidencia.
¿A qué llamaríamos "adeomización"? A que se instaure la costumbre de escribir comunicados de prensa con los insólitos argumentos que expone el que el gremio publicó este domingo. Confiesan que a ellos les perjudican las medidas adoptadas, porque también son vecinos de Montevideo. Es como si yo matara a mi madre y, para quitarme responsabilidad sobre el crimen, argumentara que estoy muy triste por haber quedado huérfano.
¿A qué llamaríamos "adeomización"? A la práctica de invertir responsabilidades que surge de ese mismo comunicado. El hundimiento de la ciudad en basura, dicen, es responsabilidad de la Intendenta, por no atender a sus reclamos. Es como si yo culpara del crimen de mi madre a mi propia madre, por haberse negado a aumentarme la mesada.
¿A qué llamaríamos "adeomización? A la técnica argumental de usar este desastre que ellos mismos provocaron, como evidencia de que los recolectores de residuos son víctimas cotidianas de "riesgo sanitario". Como si recoger basura fuera de por sí un riesgo tal, cuando lo que se está denominando así es la acumulación y proliferación de la misma por espacio de varias semanas.
¿A qué llamaríamos "adeomización"? A futuras repeticiones del espectáculo que se vio el domingo por televisión, con el secretario general del gremio leyendo un mensaje de Juan Castillo y motivando una sarta de improperios y risotadas más propias de una barra brava que de una dirigencia sindical.
¿A qué llamaríamos "adeomización"? A un futuro en que otros dirigentes, de otros gremios, la emprendieran a gritos y amenazas de represalias contra dueños de bares que intentaran echarlos por ingresar alcoholizados.
¿A qué llamaríamos "adeomización"? A que se instaure la costumbre de que a una persona que padece una enfermedad terminal, se le grite en la cara "canceroso", como un insulto. Esto lo vimos por televisión hace unos años, cuando el jerarca municipal Ernesto de los Campos, hoy fallecido, fue patoteado por un grupo de militantes a la salida de la Intendencia y agraviado de esta vil manera.
Sí, realmente, la posibilidad de que se adeomice el resto de los sindicatos es realmente siniestra.
Ahora bien: ¿cómo nació y creció este monstruo? Arriesgo tres motivos, y te pido, lector, que aportes en los comentarios a esta nota los que para vos puedan agregarse.
Primero: envenenados por su propia medicina
A esta altura resulta evidente que el poder de ADEOM deviene fundamentalmente de la larga hilera de concesiones que le ha dado la Intendencia en los últimos años. Es el síndrome del padre malcriador: cuanto más le concedo a mis hijos, más me reclaman. La diferencia radica en que este padre solventa tal disfunción con su propio bolsillo, en cambio, los gobiernos municipales de los últimos años, lo han hecho con el nuestro, el de los "nabos de siempre" contribuyentes. Así es fácil malcriar, mientras los que pagan son otros. El problema es que hoy por hoy, la voracidad reivindicativa del gremio, alentada por la histórica generosidad de su contraparte, llega a un nivel insostenible. Pero es muy injusto que ahora el gobierno culpe al sindicato y no se autocritique por la manera como ha venido incentivando su conducta a través de los años.
A esto se suma el reflejo condicionado de la izquierda, que es más permisiva y permeable a la acción de los trabajadores organizados, en comparación con los gobiernos de los partidos tradicionales, a los que históricamente acusó de "oligarcas". Imagino la inquietud existencial que habrá embargado a un libertario como el Presidente Mujica y a una comunista como la Intendenta Olivera, debiendo establecer la esencialidad de un servicio público para quebrar una medida sindical. Esencialidad que tantas veces motivó sus críticas a los partidos tradicionales, cuando la decretaban siendo ellos oposición.
Segundo: cuanto peor, mejor
Como el Presidente y su esposa, la senadora Topolansky, lo han dicho en más de una oportunidad, este conflicto también tiene una motivación política. Lo reconocieron con todas las letras: la dirigencia del gremio es afín a la línea radical, cuyo objetivo es hacer fracasar el gobierno de izquierda para que, a partir de un nuevo triunfo de "la derecha", se inocule en la sociedad un esquema de polarización que perjudique al "reformismo" y beneficie a los ultras. Como también lo reconoció el Presidente, este tipo de conductas ha allanado el camino de los totalitarismos de derecha, ahora sí, sin comillas. Durante el primer gobierno del Frente, recuerdo haber leído con estupor que la entonces ministra de Desarrollo Social, Marina Arismendi, se defendía de ciertos piqueteros que repudiaban su plan de emergencia, admitiendo la responsabilidad que cupo a los ultraizquierdistas en el sangriento golpe de estado que volteó a Salvador Allende en Chile. Me resultó sorprendente que una prominente figura del comunismo uruguayo le diera la razón a la siempre denostada "teoría de los dos demonios". Ahora Mujica y Topolansky hacen lo mismo. Y según mi modesto entender, tienen toda la razón del mundo. He escuchado a muchos amigos radicales argumentar a favor de una "acentuación de las contradicciones", según la cual, los militantes de izquierda debían trabajar para impedir que alcancen el poder los moderados. Éstos, los Mujica y Astori, son los peores enemigos de los ultras. Porque son vistos por ellos como una versión de izquierda edulcorada que aleja las expectativas de una revolución verdadera.
Nótese la distancia insalvable que hay entre el vicepresidente Astori, cuando señala que sólo habrá trabajo si hay inversión, y los pequeños grupos radicales que hablan todavía hoy de estatizar los bienes de producción y de la lucha de clases. Lo cierto es que, como decíamos en el punto anterior, antes de alcanzar el gobierno, la izquierda se valió de la presión realizada por estos ultras, cuyo esfuerzo militante y capacidad de organización siempre fueron superlativos. Pero ahora termina situándolos en una oposición más lejana y preocupante que la de los blancos y colorados.
Tercero: la ignorancia
Cuando vi por televisión a los dirigentes de ADEOM riéndose a carcajadas del mensaje de Juan Castillo, no pude menos que recordar al propio Castillo diciéndole al entonces Presidente Batlle, en un desborde triunfalista: "chupate esta mandarina".
Antes, uno se preguntaba por qué los periodistas entrevistaban tanto a los jugadores de fútbol, que en general hablaban mal y no sabían expresar sus opiniones en palabras. Ahora debemos consignar que la mayoría de estos deportistas se expresan como doctores de Harvard, en comparación a como lo hacen muchos sindicalistas. Y se me dirá que incurro en un prurito aristocrático al decir esto, pero no es así. Estoy convencido de que una persona que no tiene una sólida cultura, no está capacitada para dirigir organización alguna, sea ésta política o sindical.
Parte de la demostración de que se es culto está en la manera como uno se expresa, en la cantidad de vocabulario que posee y en la corrección con que arma su discurso. Y esto no tiene nada que ver con modelos subjetivos de "corrección" o "prolijidad".
El pensamiento se articula en palabras y cuantas más dominamos, mejor pensamos. Cuando uno escucha hablar a los dirigentes de ADEOM y lee sus comunicados, da la sensación de un primitivismo que nos lleva a preguntarnos: ¿ésta es la mejor gente entre los municipales? ¿No forman parte del gremio los actores de la Comedia Nacional y los músicos de la Sinfónica Municipal, muchos de ellos intelectuales de primer nivel que enorgullecen al país? ¿Por qué no ocupan posiciones representativas de su capacidad? Si yo fuera empleado municipal, obviamente hubiera acatado las decisiones de mi gremio, pero me sentiría profundamente avergonzado y me vería en la responsabilidad de incidir lo más posible para cambiar esta triste realidad.
Nuevamente, el déficit está en la educación. Si el programa más visto de la televisión tiene como personajes populares a Ricardo Fort y "la Mole" Moli, es comprensible que un gremio de empleados públicos privilegiados vote por personas de estas características. Parece darse nuevamente un clarísimo correlato entre la pauperización de nuestro sistema educativo, la terrajada de nuestra televisión de mayor rating y la aparición de nuevos dirigentes que reflejan fielmente tales disfunciones.
El gran desafío de todos los uruguayos será realizar una verdadera y urgente revolución educativa, que reinstaure el valor del conocimiento, para volver a ser aquel país culto del que se preciaban nuestros abuelos. Si no lo hacemos, es muy factible que se cumpla la temible profecía. No sólo se adeomizarán los restantes sindicatos. Nos adeomizaremos todos.