Gustavo Garzón y sus hijos
Como en anteriores oportunidades, esta columna se origina en la inquietud que me produjeron algunas opiniones del foro de la semana pasada. Desearía reflexionar ya no sobre la despenalización del aborto, sino sobre ciertos juicios emitidos acerca de la probabilidad de tener un hijo con síndrome de Down. (Vale destacar que la supuesta inclusión de tal síndrome en la autorización para abortar fue desmentida en forma tajante por la senadora Xavier, promotora del proyecto).
En muchos posteos se habla de "sacrificio" y "coraje" de los padres que asumen el compromiso de criar un hijo discapacitado. Y no en una, sino en varias opiniones, leí que por más que ellos decidan continuar con el embarazo, no están siendo justos con sus otros hijos, que son los que "heredarán el problema" de responsabilizarse por el hermano. Para alguien que ha convivido con niños Down, se torna evidente la fuerte carga de prejuicios personales que hay detrás de esas opiniones. Prejuicios que surgen fundamentalmente del desconocimiento, tanto del afecto que se genera con estos niños, como de sus potencialidades de socialización. A determinada altura, las opiniones del foro de la semana pasada se convirtieron en un péndulo, entre quienes se compadecían de "la desgracia" de las familias a cargo de chicos Down, y verdaderos padres de chicos Down que manifestaban su profundo amor por ellos y la alegría que trajeron a sus vidas. Creo que, mejor que nadie, lo expresó mi amiga Florencia, desde Sudáfrica, que contó las dudas y temores que vivió con su marido cuando se enteró de la discapacidad de su hijo durante el embarazo y que rechazó el aborto ofrecido en forma automática en ese país: "Gente conocida vino, nos felicitó y nos dijo 'qué coraje, qué valor'. Ni coraje ni valor: sólo amor. No es difícil; uno no paraliza su vida por tener un hijo Down, lo único que hace es seguir y crecer junto con él". Ese factor, el del amor paterno y materno, parece no contar entre quienes se inquietan por lo que imaginan como una vida plagada de sacrificios y postergaciones personales. El argumento de la herencia a los hermanos me parece especialmente injusto, porque parte de la suposición de que no tiene por qué existir amor fraternal. Veamos el siguiente comercial publicitario de galletitas Óreo, creado por el argentino Rodrigo Figueroa Reyes en 1998.
Estuve en una conferencia de este gran creativo argentino, en la que contó el proceso de producción del spot. Internacionalmente, la marca Óreo manejaba por entonces el tópico de los hermanos que, en torno a la mesa del desayuno, compartían la galletita separándola en sus mitades. Le llamó la atención cuando asistieron al casting dos chicos, uno de ellos con síndrome de Down. Habló con sus padres y se enteró que existían fotos y filmaciones en super 8, que registraban distintos momentos de la vida de los hermanos. Esos documentos, que no fueron creados artificialmente ni manipulados, muestran cómo el mayor protege a su hermano discapacitado, de una forma natural, incorporada a su cotidianeidad.
Otro producto audiovisual que me impresiona mucho es el video clip de Los Fabulosos Cadillacs del tema "Vos sabés".
Creo que transmite lo que somos todos, más allá de nuestros roles en la sociedad, más atrás de la ropa con la que nos disfrazamos u ocultamos. Somos personas desnudas que nos juntamos en pareja para ser felices. Que nos amamos y cantamos y bailamos y jugamos y parimos hijos y los amamantamos, para que la cadena de la vida nunca se corte. En el clip aparece el actor argentino Gustavo Garzón, jugando con sus gemelos adolescentes con síndrome de Down y sus otros hijos comunes. Estos son los verdaderos valores que el arte y la publicidad, tanto como la familia y la educación formal, deben transmitir. Que el amor de los padres hacia los hijos "es mucho más que todo", como canta Vicentico. Que no hace distingos entre comunes y discapacitados ni entre lindos y feos. Que los estándares creados artificialmente por la sociedad para discriminar a las personas, se caen solos, al soplo de los sentimientos de solidaridad y los valores de inclusión. Que no existe "comodidad" en la crianza de los hijos; que nuestro oficio de padres no es otro que el de lidiar con problemas y carencias, cualquiera sea la composición genética de lo niños, pero lo hacemos con alegría porque no tenemos mejor misión que ésa.
Me pregunto si en los prejuicios referidos, sobre todo los que se vinculan con el sacrificio, el drama, el dolor de criar un hijo discapacitado, no se está evidenciando justamente la pérdida de valores de que somos objeto, idéntica a la que demostramos cuando corremos locamente por la elegancia, la belleza física, el intento infructuoso de detener el paso del tiempo en nuestros cuerpos y rostros, la necesidad de acopiar bienes materiales, la adhesión a entretenimientos televisivos estúpidos y un etcétera tan largo como el de esta absurda posmodernidad. Un lector me ha acusado de no ser "políticamente incorrecto" como titulo mi blog. ¿Y saben qué? Creo que lo soy. Creo que la corrección política, en estos tiempos, está asociada a esa cultura light que rechaza el compromiso ético, discrimina a las personas en base a su capacidad de ser funcionales, menoscaba el esfuerzo y premia la comodidad y el conformismo.