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Políticamente incorrecto

Políticamente incorrecto

La columna de Álvaro Ahunchain

Sobre el autor

Nací en 1962. Dirijo Ahunchain Comunicación y asesoro en esta materia a empresas privadas y públicas y partidos políticos. Soy dramaturgo y director teatral, con piezas editadas en España, Francia y Estados Unidos y estrenadas en Argentina, Chile, Venezuela, El Salvador, México, España y Alemania. Ocasionalmente he producido y dirigido televisión. Ejerzo la docencia en la Universidad Católica, el CLAEH y la Escuela del Actor. Facebook: Alvaro Ahunchain Twitter: @alvaroahunchain

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La educación como fábrica de ignorantes dóciles

31.Oct.2011

Que el gobierno aclare a cuál de los dos respalda, por favor.

 

Esta semana el debate educativo tocó fondo. Que un jerarca del MEC no tuviera mejor idea que colgar una cámara oculta en Facebook para enchastrar a una subordinada... ya fue demasiado. El acontecimiento fue significativo de cómo operamos en Uruguay para resolver nuestros conflictos. De todos modos, no vale la pena abundar más sobre él, porque la repulsa a Pablo Álvarez ya fue generalizada, así como la paradójica adhesión a la Prof. Graciela Bianchi, que aquel provocó sin querer, con su adolescentada.

Hay dos aspectos del problema que sí me gustaría abordar. Por un lado, la crítica que se hace a la directora del Bauzá, en el sentido de que se comporta como "una mediática", a lo que ella ha replicado que son los medios quienes la convocan todo el tiempo. Aún así, salgo nuevamente en entusiasta defensa de la persona a la que ya he propuesto para que sea designada ministra de Educación (http://blogs.montevideo.com.uy/blognoticia_45701_1.html). Y si es mediática, ¿qué? ¿No deberíamos enorgullecernos de que una persona que se enfrenta a un sistema corrompido y promueve la calidad educativa, esté protagonizando el interés de los medios? ¿O preferimos que los mediáticos sigan siendo Marcelo Polino y Carmen Barbieri? Ojalá fueran mediáticos en este país más educadores responsables, así como también más científicos, artistas e intelectuales. Si con su proceder, la Prof. Bianchi atrae el interés de medios que suelen poner atención en las peleas pueriles de periodistas deportivos y en los secretos de alcoba de porteñas siliconadas, ¡vaya si tenemos otro motivo para felicitarla!

El otro tema es más de fondo y tiene que ver con el verdadero conflicto que se enmascara en esta lluvia de  insultos, acusaciones y patoterismo contra quien está decidida a romper el statu quo.

Me refiero al enfrentamiento de dos modelos educativos, que constituye hoy el gran tema del país. De un lado estamos los liderados por la Prof. Bianchi, que entendemos que la educación sólo va a mejorar si se eleva el nivel de exigencia. Y del otro, algunos jerarcas del gobierno, como las senadoras Lucía Topolansky y Constanza Moreira, y el Director de Educación Luis Garibaldi, que han señalado en forma explícita lo contrario. Según una inquietante entrevista publicada el jueves por "Búsqueda", para el Director Garibaldi "si el objetivo es que se aprendan más contenidos y exigir más -lo que él califica de "concepción conservadora"- el resultado será que tendrás menos alumnos". Porque según él "hoy no estamos formando para la universidad, estamos formando para la vida". En el mismo sentido escuchamos a la senadora Topolansky criticar la fantástica experiencia del liceo Jubilar, que según ella es "para pocos". El criterio de esta izquierda (que no es, felizmente, toda la izquierda) es el de nivelar hacia abajo, que más chicos pasen por el sistema educativo aunque  aprendan menos. Incluso hablan enfáticamente de evitar lo más posible la repetición, en el entendido de que el que repite se frustra y abandona el sistema. Lo que yo me pregunto es quién dijo que hay una relación de causa y efecto entre alta exigencia y caída de la matrícula. Creo más bien que el compromiso de elevar el nivel, a pesar de la resistencia que pueda darse en las capas socioculturales más postergadas, no es una utopía a descartar sino un desafío a encarar, con rigor y profesionalismo. En esa línea va la indignación digna de aplauso de la Prof. Bianchi en la cámara oculta, cuando rezonga al chiquilín que le dice "si me quiere echar, me retiro". Y en la misma línea va la observación del dirigente gremial José Olivera, cuando dice acertadamente que el gobierno pretende que el docente sea el payaso que entretenga a los chicos, en la guardería.

Es lamentable que un servicio clave en la búsqueda de la equidad social, esté en manos de quienes aceptan la inequidad como un axioma. En estos meses también hemos escuchado a jerarcas del gobierno decir que no pueden esperarse resultados mágicos del cambio educativo, frente a la gravedad de la desigualdad social. Claro que no, pero no convirtamos esa evidencia en una excusa para privarnos de hacer todo lo que esté a nuestro alcance, con el fin de promover valores como el amor por el conocimiento y la ambición por mejorar. La cruzada de la Prof. Bianchi -como la que seguramente estarán emprendiendo muchos otros directores y docentes hastiados de este inmovilismo- es el reflejo más fiel de que se pueden y se deben hacer las cosas.

Éste es el momento en que las dos izquierdas que conviven en el Frente Amplio -la moderna y la sesentista, la racional y la aferrada a ideologías perimidas, la emprendedora y la fosilizada- definan de una vez cuál va a gobernar al país. No es posible que por un lado se respalde la rebeldía del Bauzá y por otro se disculpe la irresponsabilidad vergonzante del jerarca que colgó la cámara oculta. A esta altura el debate es muy claro, demasiado claro, y sólo se puede estar de uno de los dos lados. Y nadie tiene derecho a condenar a las nuevas generaciones a una educación como fábrica de ignorantes dóciles, en lugar de otra que sea palanca para la movilidad social y el crecimiento intelectual igualitario.