Dos acontecimientos culturales han monopolizado la atención de los uruguayos las últimas semanas: los resultados del concurso de Carnaval y la confirmación de la visita de Paul McCartney al Estadio Centenario. Sin embargo, hay otra noticia que hizo eclosión recientemente, a partir de un artículo publicado en el portal "Arte" de El País, que me animo a calificar como mucho más importante que las anteriores (agradezco a mi amiga Soledad Bauzá, que me puso en contacto con esta información).
La Doctora en Comunicación Social Claudia Piazza Cidonio ha historiado el largo y dificultoso proceso que puso sobre sus hombros para que cientos de obras maestras de la pintura universal, mal archivadas en un depósito de nuestro Museo de Artes Visuales, sean convenientemente restauradas y exhibidas al público. Recomiendo leer su sorprendente nota:
http://arte.elpais.com.uy/los-olvidados-el-patrimonio-pictorico-del-mnav
Allí nos enteramos que obras originales de Guido Reni, Pietro Da Cortona, Carraci, Il Veronese, Durero, Raffaello Sanzio, Chagall, Sonia Delaunay, Kandinsky, Klee, Giacomo Balla, Fattori, Signorini, Fortuny, Sorolla, Renoir, Braque, Corot, Bonnaire, Cezanne, Manet, Delacroix, Goya, Leger, Juan Gris, Picasso, Barradas y Torres García, duermen en un depósito del MNAV el sueño de los justos, "sin autorización de bomberos, sin seguridad ninguna, sin alarma, sin ninguno de los cuidados que estas obras merecerían", al decir de la autora.
Piazza consigna que denunció este escándalo por primera vez en la Revista Dossier, en el verano de 2009, y que por esa época se exhibieron algunas de las obras en la muestra "Los desconocidos", impulsada por la ex directora del MNAV, Jaqueline Lacasa. También nos enteramos por Facebook que Piazza viene hablando de este tema en su columna semanal del programa "Viva la tarde" de Radio Sarandí. La buena noticia más reciente es que el actual director del MNAV, Enrique Aguerre, promete enviar fotos de estas obras a Italia para tramitar su restauración.
El extenso proceso de desidia oficial sobre el tema -vaya a saber cuántos años, cuántos gobiernos y cuántos directores pasaron por el Museo sin que se hiciera nada al respecto- parece estar llegando a su fin. Pero no deja de resultar chocante que la solución arribe gracias a la persistencia de una persona ajena a la institución.
Según mi modesto entender, este caso brilla como un neón demostrando varias cosas: la escasa iniciativa de quienes tienen a su cargo el cuidado de los bienes del estado, y la curiosa lista de prioridades de nuestros medios de comunicación, que deberían haber publicado la noticia en primera plana, por lo que significa para el legado cultural del país.
Maliciosamente, lo admito, propongo en el título una falsa oposición entre estas obras de arte y las murgas. Debo aclarar que no me sumo a las voces que desdeñan el carnaval. Primero, porque una actividad cultural autóctona que moviliza más gente que el fútbol debe ser respetada por sí misma. Segundo, porque me solidarizo con la enorme cantidad de artistas que tienen en ésta su fuente de trabajo. Lo que sí me rebela es el extremo opuesto, esta especie de entronización del carnaval en el interés del estado y los medios de comunicación, como si sus exponentes pudieran reemplazar a la cultura académica.
El escaso celo puesto por ellos en este caso del Museo de Artes Visuales es indicativo del pobre sitial que ocupa la cultura en los ámbitos público y privado. Está bien llevar a todos los barrios el producto artístico de las murgas. Pero estaría mejor que no nos olvidáramos de llevar también a Durero, Manet, Picasso y Torres García. La cultura popular no sustituye a la académica, no puede ni debe sustituirla. Como dice Claudia Piazza con maravillosa precisión, "el arte alimenta el alma. Los pueblos que han sabido democratizar la cultura y hacerla accesible a todos los ciudadanos, han demostrado que este es uno de los caminos más acertados para incentivar el progreso de la población de un país. Que estas obras se encuentren arrumbadas en las condiciones de deterioro en que muchas de ellas se encuentran, es un insulto a nuestra cultura y a nuestra democracia. Porque la democracia, además de garantizar las condiciones de la vida y la libertad de información y expresión para todos los ciudadanos de una nación, debería facilitar también la posibilidad de acceso a la cultura para todos".
Por eso me preocupa que estas grandes obras del arte universal estén arrumbadas en un sótano mientras se destinan fondos estatales y espacios generosos de los medios a una expresión cultural necesaria, pero no excluyente.
Felizmente, el SODRE ha cobrado nuevo vigor y llegada popular con la dirección de Julio Bocca. Lo mismo puede decirse de la Comedia Nacional, que sigue apostado a un repertorio de calidad, ahora con la incorporación de nuevos intérpretes, a partir de un concurso de impecable ejecución. Esas buenas experiencias deben replicarse en todas las áreas de la cultura, para que la participación estatal no las ahogue en la burocracia, alejándolas de la gente. Sólo así, las expresiones populares como el carnaval crecerán en calidad, al influjo de la alta cultura, y no al de la porteñada, el simplismo político grueso y el chusmerío de ocasión.