Hay muchas maneras de enfocar la decisión del gobierno de legalizar la venta de marihuana. En principio hay que decir que la iniciativa resuelve una de las contradicciones del típico doble discurso con que los políticos abordan muchos temas: hasta ahora se viene castigando el tráfico pero no el consumo. Incluso se prohíbe el autocultivo… El mensaje hasta el presente viene por el lado de “fumá nomás, pero no me digas cómo lo conseguiste”.
También es cierto que la marihuana es menos nociva, según la opinión de algunos entendidos, que otras drogas legales como el alcohol y el tabaco.
Mis dudas respecto a la eficacia de la medida apuntan a otros aspectos:
LA COHERENCIA SE HACE HUMO
Tal vez el mejor legado de la presidencia del Dr. Vázquez fue la serie de medidas destinadas a combatir el consumo de tabaco, que causa en nuestro país la escalofriante cifra de 5.000 muertes al año. Fue muy elogiable que se enfrentara los intereses de una industria tan poderosa, priorizando la salud de la población por sobre las abultadas contribuciones que hacen las tabacaleras a las finanzas del estado, a través de los impuestos. El gobierno incurre ahora en una contradicción con aquel antecedente encomiable. Al legalizar la venta de otra droga, emite un mensaje que avala su consumo. No sólo lo hace involuntariamente, en el sentido de que “si el estado la produce y la vende, no hay ningún daño en que yo la fume”. También lo ha hecho en forma explícita, en la desafortunada respuesta del Secretario de Presidencia Alberto Breccia a los periodistas, relatando que el consumo de la sustancia le produjo “paz, tranquilidad y alegría”. Luego de cometer un error de comunicación tan grueso, de los que nadie está libre, debería haber enfrentado nuevamente a los medios para aclarar la inconveniencia de lo señalado y que ni él ni ningún integrante del gobierno recomiendan el consumo de marihuana. No aclararlo es acentuar la errónea percepción popular de que el gobierno lo avala, parodiada en estos días en tantos chistes gráficos y bromas de ocasión.
OTRO ESPINILLAR… OTRA PLUNA
El aspecto más sorprendente de la propuesta tiene que ver con la decidida intromisión estatal en la implementación. Más allá de las confusiones que se instalaron en los primeros días, producto de mensajes contradictorios, ahora queda claro que el gobierno pretende que el estado, o sea todos los uruguayos, nos encarguemos de plantar (o supervisar al privado que lo haga), producir y comercializar. Se habla también de un registro de consumidores y un máximo de compra mensual, presentando cédula de identidad. El procedimiento tiene la intención encomiable de sacar a la mafia del negocio y controlar de algún modo que el consumo no exceda los límites que pondrán en riesgo la salud. Pero no hay que ser un experto en marketing para darse cuenta de que cualquiera de esos obstáculos son fácilmente evitables.
· El adicto puede acumular mucho más que el máximo de porros permitidos, comprometiendo con un poco de dinero a sus amigos no consumidores, para que se registren y hagan retiros para él. Es lo que satiriza el comunicador Diego González en su tuit: “Aquellas personas que no estén interesadas en fumarse los 40 porros mensuales, dejen datos, que nos comunicaremos con ustedes a la brevedad”.
· Se ha advertido que la droga estatal será más cara, porque tributará impuestos y se venderá en estado puro. No es difícil imaginar entonces que la legalización pondrá de moda su consumo y permitirá a los narcos competir por precio, con mezclas de menor calidad y evadiendo impuestos. Esta competencia no afectará a los adictos de alto poder adquisitivo, pero será muy tentadora para los pobres y los menores de 18 años, que son justamente las víctimas que más habría que defender.
· Se dice que hace algunos años, para introducir la pasta base, los narcos hicieron escasear intencionadamente la marihuana, generando este desastre. Ahora bien, el camino no es inverso: quien ya es adicto a aquella, no va a pasarse a la marihuana porque sea legal. Podría suponerse que gracias a esta medida, los nuevos consumidores se queden con el porro y no salten directamente a la “lata”. Pero en esto habría que escuchar a quienes arguyen que los efectos de la marihuana, en determinadas personalidades emocionalmente frágiles, pueden convertirse en la puerta de entrada hacia el consumo de drogas duras.
· Se afirma que las 100 hectáreas que se destinarán a la marihuana alcanzarán para satisfacer la demanda. ¿Pero qué va a pasar si la demanda crece y estas no alcanzan? ¿El estado decretará la escasez o seguirá alquilando campos?
· Se dice, por último, que el estado no ganará dinero con esta operación, porque se tenderá a que la misma se autofinancie y permita volcar recursos a rehabilitación de adictos. Conociendo tantos y tan malos negocios del estado a lo largo de mis 50 años de vida, me permito desconfiar de ese optimismo. ¿No terminaremos bancando entre todos otra actividad económica deficitaria por lo mal gestionada? ¿Qué va a pasar cuando las decenas o quizás cientos de fiscalizadores y vendedores se afilien a COFE y hagan paro de porros apagados en demanda de aumentos salariales? Uf, me abruma de solo imaginarlo…
Sinceramente pienso que esto no se arregla con arrimarle a nuestros jóvenes drogas más inocuas, sino con algo que nada tiene que ver con sustancias adictivas, y a lo que el actual presidente aludió en forma excelente en su discurso de asunción de mando: “educación, educación y educación”.
LA IMAGEN PAÍS
A las objeciones anteriores, se suma una que me parece fundamental. Las redes sociales están explotando de amantes del porro de los más variados países del mundo que aplauden a Uruguay. Cuando el ex presidente Batlle lanzó la idea de legalizar las drogas blandas, terminó remando para atrás al comprender que una medida así sólo podría hacerse efectiva si involucrara a todos los países de la región. El gobierno aclara que prohibirá la venta a extranjeros, pero eludir esa medida es tan fácil como para nosotros comprar un perfume en un free shop del Chuy, del lado uruguayo. El Presidente de Guatemala impulsa una medida similar, en un país en que el narcotráfico genera los mayores índices de violencia del mundo. Sin embargo, está abocado a convencer a los colegas de la región, en lugar de decretar la legalización en forma unilateral.
Por eso, lo del título. El concepto “Uruguay Natural” fue creado hace más de diez años por un colega y amigo, el excelente creativo Diego Silva, de la agencia Color 9, para posicionar al país como un destino turístico reconocible por su invalorable riqueza ecológica. El mundo nos conoce por la calidad de nuestras materias primas, por la excelencia de nuestro fútbol y por el talento de nuestros productores culturales, desde Onetti hasta Pablo Stoll. La prensa internacional nos ha aclamado por ser el primer país en incorporar el sistema One Laptop Per Child, que con sus luces y sombras, sigue siendo un ejemplo de integración social en torno al conocimiento y la conectividad. Es una lástima que ahora, tantas imágenes virtuosas se pongan en entredicho, al mostrar al país abriéndose de par en par al turismo del consumo de sustancias psicoactivas.
HAY UNA SOLUCIÓN
Después de todo lo escrito más arriba, alguien podría pensar que creo que hay que dejar todo como está. No es así. Comparto la idea de que hoy se incurre en un torpe doble discurso al permitir el consumo y castigar el tráfico. Tampoco creo en que debamos penalizar el consumo. Alcanzaría con aprobar de una vez por todas una ley que permita el autocultivo, de las que esperan en los cajones del parlamento desde tiempo atrás. Permitamos que quienes gustan de fumarse un porro lo puedan producir y armar en la intimidad de su hogar, que es inviolable, y sin necesidad de que su nombre aparezca en ningún registro estatal intimidatorio. El Ministro Bonomi ha dicho que los narcotraficantes podrían ampararse en esa medida para establecer grandes o medianas plantaciones. Creo que desde todo punto de vista, para el estado sería mucho más fácil controlar que eso no ocurra, que ponerse en plan de productor rural, industrializador y vendedor.
HUMILDES CONSEJOS FINALES
· Confiemos en la iniciativa individual y en la buena fe de los particulares, por una vez en la vida.
· Combatamos la pasta base con acciones coordinadas entre el estado y los privados.
· Gastemos menos plata en mostrar niños felices con el logo de Presidencia de la República, y destinémosla a campañas masivas que expliquen con claridad las terribles consecuencias que esperan al consumidor de las drogas duras.
· No usemos la publicidad sólo para mejorar la imagen del gobierno en las encuestas. Usémosla para lo que realmente sirve: incidir en la conducta de las personas, educar para la paz, la salud y la convivencia.
· Y para finalizar, una modesta proposición: los recursos que tenemos reservados para importar semillas de marihuana, alquilar campos de 100 hectáreas y abrir clubes de cannabis, destinémoslos a imprimir libros de José Enrique Rodó, Delmira Agustini, Horacio Quiroga, Juana de Ibarbourou, Juan Carlos Onetti, Felisberto Hernández, Mario Levrero…
El estado debería concentrarse en despertar conciencias, en lugar de vender sustancias que las adormezcan.