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Políticamente incorrecto

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La columna de Álvaro Ahunchain

Sobre el autor

Nací en 1962. Dirijo Ahunchain Comunicación y asesoro en esta materia a empresas privadas y públicas y partidos políticos. Soy dramaturgo y director teatral, con piezas editadas en España, Francia y Estados Unidos y estrenadas en Argentina, Chile, Venezuela, El Salvador, México, España y Alemania. Ocasionalmente he producido y dirigido televisión. Ejerzo la docencia en la Universidad Católica, el CLAEH y la Escuela del Actor. Facebook: Alvaro Ahunchain Twitter: @alvaroahunchain

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Osvaldo y su viaje a la semilla

01.Ago.2012

 

Cuando murió Piazzolla, mi primera reacción fue de incredulidad. ¿Cómo se podía extinguir un tipo con tanto fuego creativo? El domingo, con Osvaldo Fattoruso sentí lo mismo. Cuando un artista consagra su vida a la música, parece como que se desmaterializara un poco. Los sonidos que genera hablan mejor de sí que su realidad física.

Y más en el caso de Osvaldo, que como en un viaje a la semilla, inició su carrera integrando un Trío Fattoruso, con su padre y su hermano, y la terminó con otro Trío Fattoruso, esta vez junto a su hermano y su sobrino. En el medio, una gran vida. Los Hot Blowers, los Shakers, Opa, su asociación creativa con Mariana Ingold y haber tocado con artistas de la talla de Airto, Jaco Pastorius, Carmen McRae, Hermeto Pascoal, Pat Metheny, Fito Páez, Pedro Aznar, Lito Nebbia, Luis Spinetta, León Gieco, Luis Salinas, Eduardo Mateo, Alfredo Zitarrosa, Daniel Viglietti, Jaime Roos, Ruben Rada, Fernando Cabrera...

Osvaldo fue aplaudido en Estados Unidos, España, Suiza, Noruega, Suecia, Japón, Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Perú, Paraguay, México, Venezuela, Cuba... Dio clases y seminarios sobre candombe en muchos de estos países.

Pasan por mi cabeza algunos recuerdos imborrables. La anécdota que cuenta junto a Hugo en la película Hit, de cómo un empresario argentino inescrupuloso los estafó, haciéndoles firmar una cesión de derechos por sus composiciones a un precio irrisorio, cuando eran apenas adolescentes... El concierto que dieron en Playa Pocitos junto a Eduardo Mateo, cuando volvieron al Uruguay. Algún recital en Sala Verdi mostrando una fusión de jazz y candombe plena de emoción y virtuosismo. Tantos discos, tantos conciertos, tantas clases a tantos alumnos que son hoy el presente y el futuro de la música popular uruguaya...

Una vez lo vi musicalizar en vivo un espectáculo teatral, la versión dirigida por Marcelino Duffau de Misterio Buffo de Darío Fo, con Jorge Esmoris, Adriana Da Silva y Tato Martínez. Lo que hacía Osvaldo era prodigioso. Sólo con instrumentos de percusión, creaba y sostenía los climas, reproducía los sonidos del mundo e incorporaba su propia calidad de actuación, comprometido de cuerpo entero con lo que ocurría sobre el escenario.

Las últimas dos veces que lo vi fue para pedirle primero y devolverle después un casete Beta con el original de su célebre videoclip de Break it all, con unos Shakers jovencísimos y un casi adolescente Ruben Rada. Lo proyecté en el Teatro Solís, en un espectáculo de aniversario de una empresa, en el que recorríamos las canciones más trascendentes de la música uruguaya. Con el paso del tiempo, mucha gente creyó que Break it all era una composición de los Beatles. Incluso reconocen haber creído eso los hermanos Ibarburu en la citada película Hit. Los Fattoruso trajeron el rock al Uruguay y a toda América Latina, y con ese tema se puede decir además que inventaron el video clip. 

Pero no se quedaron en el género que en la juventud les quedaba cómodo. Experimentaron con el candombe, pero apartándolo de sus moldes tradicionales. Lo fusionaron con el jazz y el rock, lo aggiornaron, le dieron una impronta que está en el origen de la denominada latin music, una cantera creativa que en el hemisferio norte permitió revigorizar ciertas rutinas rockeras que se estaban revelando como inconducentes.

Los Fattoruso siguieron creando, investigando, desafiándose. En mercados que en los últimos años vienen pagando más por la cursilería, la obviedad, la composición machacona, repetitiva y sin imaginación, ellos, que podían haberse acomodado en cualquiera de esos moldes, eligieron siempre el camino opuesto. El del rigor artístico y la libertad creativa.

La suya es una vida de generoso empecinamiento por construir una cultura musical uruguaya de máxima calidad. Una cultura desafiante, orgullosa de su riqueza y complejidad sonora, que nunca emparejó hacia abajo.

Tal vez los melómanos me reprochen por haber elegido para cerrar esta nota, escrita desde la admiración y la tristeza, un tema de Mariana Ingold, destinado al público infantil, en el que Osvaldo puso su impronta de arreglador, músico y solista. Está claro que hay otros ejemplos de este creador más representativos de su nivel de excelencia. Pero cuando me reencontré con este video, producido por Tevé Ciudad y Coyote, con los personajes que Sebastián Suárez Manzi creó para Aldeas Infantiles, sentí que la canción emblemática era esta.

Me gusta seguir viendo así a Osvaldo. Desenfadado, divertido, jugando con los niños y la música. Y recordando que si bien la semilla se convierte en flor, también es cierto que la flor vuelve a ser semilla.