Cuando creíamos que la capacidad de crear organismos, institutos, comisiones y subcomisiones estatales estaba colmada, apareció el "Instituto Nacional de Cannabis", con una sigla que debe resultar poco grata a la fábrica de pinturas líder del Uruguay.
En una nota anterior opiné sobre la iniciativa del gobierno de despenalizar la producción y venta de marihuana:
http://blogs.montevideo.com.uy/blognoticia_55861_1.html
En esa oportunidad cometí un error, por no estar debidamente informado. Señalé que la marihuana era menos nociva que el alcohol y el tabaco. Esta vieja leyenda urbana fue desmentida por médicos que, en los días siguientes, aclararon que el cannabis es dieciséis veces más cancerígeno que el tabaco, además de generar un efecto depresivo, absolutamente funcional con la debacle educativa que padecen los jóvenes.
Pero demos por buena la intención del gobierno, ateniéndonos al argumento de que se debe combatir el narcotráfico.
Mi pregunta ahora es: ¿por qué no se limitaron a legalizar el autocultivo y punto? ¿Por qué este Instituto Nacional de Cannabis, al que espero que no se asigne más presupuesto que al Instituto Nacional del Libro? Si el Director del Ballet del SODRE es un eximio bailarín como Julio Bocca, si el Ministro de Educación y Cultura es un científico de gran prestigio como Ricardo Ehrlich, ¿a quién van a designar al frente del Instituto Nacional de Cannabis? ¿A un fumeta experto? Perdonen el mal chiste, pero es lo único que se me ocurre para opinar sobre la creación de una entidad estatal tan absurda.
Si asumimos que la gente mayor de edad tiene derecho a meterse en el cuerpo lo que le dé la gana, a riesgo de su salud, ¿a qué viene esa voracidad controladora del estado? ¿Para qué sirve tener registradas a las personas que plantan? ¿Los van a inspeccionar cada tanto, para que no cultiven en gran escala? De paso, ya que estamos, podemos poner a un Big Brother vigilando desde una pantalla, en el interior de los hogares.
Supongo que la ley impedirá que los productores hagan publicidad, porque bueno sería que estando prohibida la de cigarrillos, se habilitara la de un producto dieciséis veces más nocivo. Pero todo esto que se está hablando, ¿no es ya una tremenda publicidad de la marihuana? El presidente Mujica acaba de decir que hay que tratar al cannabis con respeto, recordando que con él estaban confeccionadas las velas de las carabelas de Colón.
Sé bien que intelectuales de gran valía como Vargas Llosa y Fernando Savater están a favor de la liberalización (aunque no con esta sofisticada ingeniería de control estatal). Pero igualmente me rebela que en un país en que la educación y la cultura están tan deterioradas -por la ineficacia estatal, por la basura porteña de la televisión y por el descaecimiento de los valores de convivencia- estemos invirtiendo tiempo, energía y recursos en promover una sustancia depresora del intelecto.